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Reportaje:Uruguay, la más absurda y cruel dictadura de América / y 2

Colorados y BIancos se debaten entre el colaboracionismo con los militares y la exigencia de una democracia plena

El plan de los generales uruguayos que anuncia elecciones legislativas para 1981 es el único horizonte de un pueblo duramente sacudido por la represión de la dictadura. Serán elecciones trucadas, sin ninguna garantía democrática y con la exclusión de la izquierda y de los políticos de los últimos veinte años. Un ascua candente que tiene a los grandes partidos tradicionales, Blanco y Colorado, en la mayor de las dudas: abstenerse o colaborar con la dictadura, justificándola y corriendo con ella todos los riesgos. La elección, como informa nuestro enviado especial a Montevideo, , es dificil; en ella podría participar la propia democracia cristiana, pero nunca la izquierda.

Para colmo de males, este tímido horizonte de apertura no es ni siquiera seguro. Depende de las propias intrigas de los militares que, en los últimos meses han tocado cotas especiales: que en Uruguay no exista en la actualidad ni ministro de Agricultura (a pesar de ser un país agrícola) ni jefe de la primera region militar, ello significa el alto nivel de discrepancias que reina en el interior del Esmaco (Estado Mayor Conjunto). Discrepancias que se han reflejado incluso en dos revistas semi-clandestinas y oficiosas del propio Ejército: Los Caballeros de San Jorge, de corte puritano, y El Tálero, órgano de los duros dirigido por el ex jefe de los servicios de inteligencia, general Amaury Prantl, cesado fulminantemente al reconocer su participación en esta publicación, que llegó a acusar al comandante en jefe, Gregorio Alvarez, de revisionista.Desorganización

Estas son las duras y únicas perspectivas a las que se enfrentan las fuerzas políticas de Uruguay. Unas fuerzas que en sus sectores mayoritarios y tradicionales, el Blanco y el Colorado, nadan en la desorganización, en la intriga, interna y en la desconexión entre sí, porque todos acusan a todos, incluso a sus propios dirigentes, de la catástrofe actual. De estos dos partidos, de lo que queda de ambos organizativamente hablando, existen muy diversas opiniones. Lo cierto es que sus dirigentes del interior están convencidos de que renacerán de las cenizas. También piensan esto los que fueron del Frente Amplio, aunque reconocen que en su ilegalidad y persecución actual su resurgir será más lento en el tiempo y en la opinión pública.

En Montevideo, en Uruguay, en general, la afición futbolística está equilibradamente dividida: o se es del Nacional o del Peñarol. Igual ocurre con los partidos tradicionales, o Blanco o Colorado. Son sentimientos casi hereditarios. Ambos partidos se acusan, uno al otro, de ser más de derechas y de estar más implicados en el golpe y con la situación (el general Alvarez presume de blanco). Ambos partidos tienen, en definitiva, sus alas progresistas, centrales y conservadoras. El Blanco es confesional católico, y el Colorado, laico. El Blanco, más favorable a una economía liberal, y el Colorado, más a favor del intervencionismo del Estado, aunque estas teorías varían con el relevo de los economistas políticos.

Lo cierto es que, hoy por hoy, el Blanco, más en la oposición al régimen, está más unificado en torno a su líder y ex candidato presidencial, Wilson Ferreira Aldunate, hoy en el exilio londinense, y enemigo público número uno de los militares. Los blancos han conseguido también unificar en una troika sus distintas tendencias: Mario Heber (cuya esposa fue recientemente envenenada por la extrema derecha o grupos paramilitares), Dardo Ortiz y Carlos Pereira dirigen hoy el partido en el interior. Los tres, que recibieron el mandato de su ejecutivo para tener mayor movilidad de reunión, están resignados y no parecen dispuestos a autoexcluirse de cualquier oportunidad de apertura, democrática. Piden (por pedir no queda), eso sí, todas las libertades democráticas y personales, amnistía política, y hacen excepción aquí con los tupamaros, «los terroristas que nos trajeron a los militares y la dictadura».

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Ferreira Aldunate, candidato blanco

Para ellos, Ferreira Aldunate es el único candidato posible, pero si hubiera que sacrificarlo... Son unánimes al solicitar la presión internacional contra eI régimen uruguayo. Califican al presidente Aparicio Méndez de hombre de paja y a Pacheco Areco y Bordaberry de promotores de la dictadura vigente. A pesar de ello, consideran necesario el entenderse con los colorados sobre un programa y calendario común que.hoy no existe.

El partido colorado es más complejo. Indiscutiblemente es el más comprometido con el régimen. Su padre espiritual, Pacheco Areco, es embajador en Madrid del régimen, y ello lo interpretan sus seguidores en Montevideo como un exilio dorado (que, al parecer, lo llevará pronto a Ginebra). Los colorados tienen tres ramas divergentes y hoy poco coordinadas: la carismática, que preside Jorge Pacheco Areco, apoyado por Raunar Jude en el interior; una moderada, que encabeza Jorge Batile y Sanguinetti, y otra progresista, que dirigen Vas concellos y Flórez. Las tres se coordinan y se disputan. Pacheco Areco tiene los votos y el carisma; Bafile tiene los cuadros (unos cuadros gracias a los cuales ha sobre vivido el régimen militar por su denodado colaboracionismo económico y administrativo, y ahí está el ejemplo de Veig Villegas), y Vasconcellos y Flórez, refugiados en torno al grupo del diario El Día, defienden la opción democrática sin matices y ocupan el lugar más neto en la oposición. Todos ellos excluyen, también, como los blancos, a los tupamaros de una posible amnistía; reconocen su propia desorganización; creen en el renacer de su partido; se agarrarian, como mal menor, a cualquier gesto liberalizador militar y son partidarios de negociar con los blancos, pero señalan que, hoy por hoy, no hay ni programa común ni nada que se le parezca.

A dirigentes blancos y colorados hemos preguntado sobre los posibles efectos de un pacto político conjunto en la opinión pública occidental, Uruguay y en los propios militares. Todos coinciden en que sería importante y que es necesario. Se quedan boquiabiertos cuando, después de admitir que Ferreira Aldunate y Pacheco Areco son los hombres con poder popular en el país, se les interroga sobre la posibilidad de una declaración conjunta de ambos en favor de la vuelta a la democracia. «Esto es impensable, Ferreira nunca hablaría con Pacheco, ni viceversa, es una locura; Pacheco tendría que pasarse al exilio ... ». Estas son las primeras reacciones para concluir al final, intrigas y querellas internas a parte, que una declaración de este tipo por ambos,protagonistas «sería muy importante».

La izquierda y la represión

«En Urugay no queda nada de nada», nos dicen desde la izquierda. «No quedan ni partidos políticos, ni organizaciones, ni esperanzas a corto y medio plazo, la izquierda existe asustada, enquistada en las mentes de sus viejos votantes o militantes, la mayoría de ellos víctimas de la represión.» Los interlocutores uruguayos, Colorados, Blancos o del Frente Amplio no quieren que se les cite como informadores y menos los de la izquierda, que afirman sin rodeos: «Los colaboracionistas, blancos o colorados, hombres como Veig Villegas son lo s culpables de que el régimen militar dure, la Iglesia también colabora salvo monseñor Partelli; ellos entrarán en sus falsos juegos electorales, entre otras cosas, porque quiere excluir a la izquierda y a la democracia en general. Los tupamaros son indiscutiblemente presos políticos, surgieron contra la corrupción de blancos y colorados. »

Así se expresan hombres, semiescondídos, que estuvieron en puestos claves del que fue Frente Amplio en las elecciones de 1971, que obtuvo el 18% de los votos y que ya empieza a encontrar fisuras. Los democrata-cristianos empiezan a mantener distancias de los socialistas y comunistas proscritos políticamente e incluso sin voto. «No queremos perder toda oportunidad, dicen los uruguayos de la DC, aunque en una democracia interina jugaríamos a la oposición.»

Presión exterior y presos españoles

La izquierda es la más sufrida. Víctima primera de una represión, que afecta a todos: 3.000 presos políticos, decenas de desaparecidos, proscritos y exiliados conforman un fantasmagórico batallón que ha impuesto en Uruguay la ley del silencio. De cada tres familias una tiene algún miembro aféctado por la represión. Permanecen las torturas, las detenciones, las con denas «por sedición» y la represión económica, que está muy de moda: piden certificados democráticos para depurar demócratas de la enorme Administración estatal que hoy controla casi el 50% del país. Cuerpos especializados como el diplomático han sido diezmados. El Ejército interviene en todo, «hasta en la Federación de Fútbol», nos dicen. Y lo que es peor, no hay signo alguno de apertura. Las presiones de Carter y de quienes defienden los derechos humanos «son tímidas y no hacen mella, porque, sobre todo, EEUU no quiere». Nos dicen y nos recuerdan que por esas tierras pasó también Terence Todman, a la vez que insisten que la embajada esta dounidense tiene docenas de car petas sobre la represión, pero. no aprieta el acelerador en el tema económico, el punto flaco de los militares: con un déficit comercial de más de cien millones de dólares, inflación del 43%, reducción del poder adquisitivo del 36% y con tradicciones enormes entre una política intervencionista y mal administrada por los militares y una salvaje liberalización económica.

España tampoco ha podido hacer mucho en favor de los derechos humanos. Existen trece presos políticos hispanos por los que ha intercedido numerosas veces el embajador Román Ollarzún sin suerte. Muchos de ellos están encarcelados por haber hecho pintadas, otros acusados de sedición y asesinato. El más notable es el mallorquín Antonio Mas, acusado de dar muerte al funcionario americano de la CIA, Dam Mitrione, protagonista indirecto del filme Estado de sitio. Los otros detenidos son: José Luis Abalde, Eulogio Agulla, José Albesa, José Luis Alvarez, Jesús Aguiñerena, Victoria Barceló, Eugenio Bernal, Seberino Carvallal, Julio Fernández, Carlos Méndez, Francisco Peralta, Manuel Piñeiro, Juan Rodríguez y José Serrano Piedecasas.

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