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Reportaje:

El cadáver de Maciá no está en su tumba

El cadáver del primer presidente de la Generalidad restaurada por la Segunda República, coronel Francesc Maciá, no se encuentra en el panteón donde figura su nombre, y que es objeto de tributo popular, en el cementerio de Montjuic de Barcelona, según supo EL PAIS de fuentes de la familia del fallecido. El cadáver fue retirado del panteón, debido a que se temía su profanación, en las vísperas de la caída de Barcelona en manos del entonces Gobierno de Burgos, el 26 de enero de 1939. Las fuentes agregaron que fue el actual presidente de la Generalidad, Josep Tarradellas, quien entonces organizó la exhumación. La información de pone fin a un secreto celosamente guardado por menos de diez personas.

EL PAIS se puso ayer tarde en contacto con la única hija superviviente del presidente Maciá, María Maciá, quien confirmó plenamente la información. La señora Maciá manifestó que ella conoce desde hace algún tiempo la localización exacta del cadáver de su padre, pero que no desea hacer pública dicha información. «El traslado del cadáver de mi padre al panteón donde todo el mundo cree que está -afirmó la hija del presidenteahora no sólo es posible sino que tal traslado es una obligación a cumplir por parte de la Generalidad. »Preguntada sobre si había tratado este punto en concreto con el actual presidente de la Generalidad, afirmó: «No precisarnente», rechazando entrar en mayores detalles. No obstante, era evidente un tono de decepción en sus palabras. «Estoy entristecida», añadió textualmente, pero también sin mayor concreción.

El hecho de esconder el cadáver del presidente Maciá tenía, en 1939, una cierta lógica. A principios de 1934, pocos meses después de su muerte, se registró un intento de profanación de la tumba por parte de elementos de ultraderecha. No obstante, en 1939 no se dio ningún tipo de intento similar respecto a la tumba de Maciá, ni tampoco de la de otros dirigentes que reposan en el cementerio de Montjuic y que, en vida, fueron odiados por los vencedores de la guerra civil. Tales son los casos de Buenaventura Durruti y Francisco Ascaso, entre muchos otros.

Las fuentes citadas en primer lugar añaden que, en su opinión, la exhumación fue llevada a cabo en enero de 1939 por un grupo muy reducido de personas, quienes obrarían con conocimiento del entonces presidente Lluis Companys y a las órdenes directas de Tarradellas. Agregan que, en su opinión, el cadáver fue simplemente colocado en un nicho del mismo cementerio bajo un nombre falso o bien en un nicho en el que prácticamente no quedasen restos del cuerpo del anterior ocupante. La señora Maciá manifestó que desconocía quién había sido el ejecutor material del traslado, así como el grado de participación directa de Tarradellas en el mismo. «Fue una decisión del Gobierno catalán, del que formaba parte Tarradellas», manifetó la hija del coronel-presidente. La señora Maciá precisó que, en cambio, la tumba de su madre, Eugenia Lamarca de Maciá, sita al lado de la falsa tumba de su esposo, está efectivamente ocupada por el cuerpo de su madre.

Concentraciones masivas a tumba vacía

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Hasta este momento los poseedores de este secreto, ahora revelado, eran menos de diez personas, según las fuentes informantes. Por ello, periódicamente se organizaban concentraciones masivas y ofrendas de coronas en el panteón donde erróneamente se creía que reposaban los restos del recordado presidente.

El propio Tarradellas visitó la falsa tumba de Maciá el 24 de octubre del pasado año, es decir, al día siguiente de su regreso a Barcelona, depositando al pie de la misma una corona. El mismo gesto fue reproducido por Tarradellas en la pasada Navidad, cuando se cumplía el 43 aniversario de la muerte del presidente, quien falleció el 25 de diciembre de 1933, a los 74 años, mientras ejercía su mandato al frente de la Generalidad.

El corazón, una reliquia en poder de Tarradellas

Como ya se informó en su día en estas páginas, pocas horas después del fallecimiento del presidente Maciá le fue extirpado su corazón, con el fin de ser conservado como reliquia. Hay pocos detalles sobre tal decisión y la forma en que fue llevada a cabo. El equipo que había atendido al coronel Maciá estaba dirigido por el prestigioso médico August Pi-Suner, padre de Pere Pi-Suner, actual consejero de la Generalidad.

El corazón extirpado está en posesión, desde hace varios decenios, del actual presidente de la Generalidad, Josep Tarradellas. La víscera se encuentra dentro de un frasco que contiene una sustancia conservante. Tarradellas acarreó este frasco durante todas las peripecias de su exilio. En los años sesenta y setenta, el frasco estuvo depositado en una caja de seguridad de un banco de la localidad francesa de Tours, donde ocurrió un curioso percance: el frasco perdió líquido, y éste dañó a documentos situados en el interior de la caja de seguridad situada debajo. Tarradellas tuvo que pagar una indemnización.

La extirpación del corazón del cadáver de Maciá aparece ahora como muy difícil de explicar o justificar. No obstante, es de recordar que ello cuenta con precedentes históricos de importancia. Así, los cuerpos de los principales monarcas austríacos, de la casa de Ausburgo, están enterrados sin sus corazones, los cuales descansan en lugares diferentes.

Concluye un secreto

La principal proyección política del tema es precisamente su carácter secreto, que hoy concluye, A ello se une la increíble liturgia que representa el que Tarradellas depositara en dos ocasiones recientes ramos de flores en una tumba en la que, como él sabía a la perfección, no se encontraban los restos mortales del admirado primer presidente de la Cataluña contemporánea. De ahí se desprende, de forma automática, que la credibilidad personal del actual presidente de la Generali dad puede quedar seriamente afectada.

Las relaciones personales de Ta rradellas con Maciá estuvieron so metidas a fuertes altibajos. Fue Maciá quien introdujo al entonces joven viajante de comercio que era Tarradellas en la política. Maciá lo tomó como secretario y, posteriormente, lo designó consejero de Gobernación de su gabinete. En 1932 se produjo un enfrentamiento entre ambos, que culminó en una abierta ruptura al año siguiente, pocos meses antes de la muerte de Maciá. Pese a ello, es evidente que Tarradellas intenta reconocerse en la figura histórica de aquél, mientras no evita, en privado, formular numerosos juicios críticos respecto a Lluis Companys, con quien también sostuvo unas relaciones llenas de altibajos.

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