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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Repuntualizaciones

El argentino Ernesto Cabrera Ruiz, residente en España, me puntualiza tres cuestiones de mí último artículo publicado en este periódico cuyo título era «Los viajes del Rey». En ese artículo aludía yo a la República Argentina y al general Perón. Las puntualizaciones que me hace son estas: que cómo se me ocurre decir que Perón era un dictador, cuando los Gobiernos de sus tres períodos se constituyeron sobre la base de una abrumadora mayoría de votos. Que pongo en duda los excesos actuales de los militares argentinos. Y que ilo entiende cómo quien se dice amigo de Perón -que soy yo- no mencioné en su artículo que miles de peronistas están fuera de su patria por persecucción de la Junta Militar.Tengo una gran ventaja sobre Ernesto Cabrera Ruiz. Yo he estado cerca de Perón, en Madrid, durante cerca de veinte años, mientras que Ernesto Cabrera Ruiz estoy seguro que le conoce solamente de oídas. Para asegurar que Perón no era dictador, porque debió su poder a las urnas, le podría, mencionar el dato bien expresivo de que Hitler subió al poder en Alemania absolutamente como Perón: Dor las urnas. Pero no voy a comparar a ambos personajes, porque son distintos; solamente el método de ascensión al poder.

Desde los sucesos del regreso de la isla de Martín García hasta su derrocamiento en 1955, el general Perón y su mujer, Eva Duarte, gobernaron en régimen de dictadura popular, evitando la actividad normal de los partidos, expropiando periódicos, etcétera. Y, todo esto amparado por fuertes contingentes populares y sociales. Por las urnas. A su regreso, muchos años después, volvería por el mandato de las urnas, y su desdén Por las minorías de los partidos era bien notorio. A Perón no le gustaba el régimen liberal de los partidos, sino exclusivamente un Estado de organizaciones sociales, con partido o movimiento único. Pero llegó incapacitado para gobernar; viejo y enfermo, y era prácticamente un gran personaje secuestrado por su segunda mujer, Isabelita, y por su antiguo criado López Rega, que se hicieron con el poder, y con todo lo que estuvo próximo o lejano a sus manos. Isabelita -era -la antítesis de Eva, y la envidiaba locamente. Era, y no sé si seguirá siendo, casi anal fabeta, y fue, sin embargo, elevada a la vicepresidencia por imposición -personal de Perón -y luego sorprendentemente, y atrozmente, presidenta-, mientras que López Rega, de viejo criado en Puerta de Hierro, llegó a ser el Rasputín argentino, también por el poder de Perón, emanado de las urnas. Cuando todavía Perón discurría por su cuenta -y discurría muy bien-, su capacidad de decisión era personal, autoritaria, con sus seguidores, o con su Movimiento. Por eso no pudo ser su segundo esa gran responsabilidad peronista argentina que es Raúl Matera, el eminente neurocirujano a quien Perón calificaba, para quitárselo de encima, como «neuroperonista». Perón era socialista, nacionalista, y antiliberal. Y era, además, un personaje fuera de serie.

En cuanto a los excesos actuales de los militares, el pensamiento general de toda la prensa de la izquierda en el mundo es que los militares argentinos están cometiendo muchos excesos. Y yo me reduzco a condenarlos en mi artículo, aunque en el supuesto de que haya habido esos excesos. Esta es una muestra mía de prudencia. Yo no lo sé. ¿Los ha habido? Pues si esto fuera así, yo también los condeno. A este fin recuerdo a Ernesto Cabrera Ruiz. mi extrañeza por no mencionar él los excesos cometidos durante el tiempo del regreso de Perón, contra gente a la izquierda del peronismo, a cargo de la Triple A, que según todas las informaciones dirigió el propio López Rega. Parece claro que personalidades destacadas del peronismo en el poder eran contrarias a todos aquellos que se pusieron a la izquierda de Perón después de su regreso. Y, finalmente, quiero reiterar mi admiración y mi gratísimo recuerdo, al general Perón; y parece absolutamente claro que España está llena de argentinos, y esto sí que lo sé yo también. No veo la contradicción por ninguna parte Admiro a Perón, y aquí hay argentinos. ¿Dónde está el contrasentido?

Esto es cuanto puedo decir al argentino que me puntualiza. De Perón y de los peronistas estoy seguro que se bastante más que él. Recibí al general, a Isabelita y a Américo Barrios cuando llegaron a España, estuve a su lado en todo momento, como el presidente Perón estuvo al lado mío en este país, y yo era un asistente muy frecuente a muchas reuniones políticas privadísimas que se celebraban en Puerta de Hierro, antes de que fuera cerrada aquella casa a cal y canto por sus secuestradores. Me es familiar por ello todo el episodio de la conspiración peronista desde Madrid, y tengo en mi poder escritos de Perón que aconsejarían a Ernesto Cabrera Ruiz mantener su fidelidad al peronismo, pero no ocuparse de mí. Su tiempo debe invertirlo en buscar razones en beneficio de Perón, a quien tanto daño histórico y político han hecho sus personajes próximos y sus colaboradores

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