Un importantante empeño en el conocimiento de los clásicos: la Biblioteca Clásica Gredos
Sabido es el tradicional (y es paradoja) alejarrucrito de los clásicos en que ha vivido la cultura española. La ausencia de ediciones y traducciones buenas o renovadas, sistemáticamente llevadas a efecto. Sólo, como bandoleros ilustres, alguna buena traducción o una edición esmerada, muy de cuando en cuando. Mal que puede decirse del dominio de los clásicos europeos, en general, pero que es mayor malAún en el terreno de los clásicos grecolatinos. Pienso, por ejemplo en una conocida colección de bolsillo que, junto a una impecable traducción de Eurípides (Alcestis, Las Bacantes, El Cíclope), debida al maestro Antonio Tovar, ofrece otro volumen euripideo también (Electra, Efigenia en Taúride, las Troyanas), traducido del francés de Leconte de Lisle. Y es sólo un ejemplo (repito) y ni mucho menos el más lamentable.
En medio de ello, y como muestra de la absoluta necesidad que toda cultura viva tiene de estar en íntimo contacto y continua reletura (que puede querer decir retraducción) de sus clásicos aparece el empeño loable de la Biblioteca Clásica Gredos. Cuidadosas traducciones de los clásicos grecolatinos -yo hubiese preferido las necesarias ediciones bilingües- bien presentadas desde el prólogo estudioso al formato del volumen. Ahora se cumple un año del lento inicio de la colección, y dos volúmenes nuevos nos sorprenden (¿nuevos? Ya lo he dicho: lo clásico es siempre novedoso, porque no lo es nunca)
Las Meditaciones de Marco Aurello, traducidas por Ramón Bach Pellicer y con un admirable estudio introductorio del profesor Carlos García Gual. Las Meditaciones son un conjunto de máximas y reflexiones escritas en griego por el emperador estoico dando cuenta de su sentido de la vida y del mundo: austera v serena cosmovision, puesta a prueba en sus continuos viajes de combate contra los inquietos bárbaros de los limes danubianos del Noreste.
Importante texto para conocer el desarrollo romano de cierta filosofía y cultura griegas, es además, el espejo de una personalidad admirable. que clásicamente se empeña en bien vivir. El ideal del hombre bueno, sin el cristianismo.
El otro texto al que he hecho referencia es el tomo primero de los que contendrán -en edición y traducción de Manuel Fernández Galiano- el extraordinario corpus epigramatístico de la Antología Palatina. Y esto sí es una verdadera novedad en nuestra bibliografía, ya que pocos clásicos conocíamos más descuidadamente o peor que la Antología. Compilación extensa de epigramas griegos hecha por un erudito bizantino, y que recoge otras anteriores antologías, desde la Corona, del poeta Meleagro, confeccionada aún en época helenística. El amor, la consagración a los dioses, la epigrafía funeraria -literaria muchas veces-, los consejos, son los temas habituales de los epigramas, que nos enseñan -en la magía del poema breve- los rasgos más intensos de la vida y la cultura del floruit tardío de la civilización griega. Poetas como Meleagro, Filodemo, Aselepiades, Calímaco, Leónidas o Estratón, cuentan entre o mejor de la lírica helena, Y están muy cerca de nosotros porque son, habiItualmente, poetas ciudadanos, merodeadores de barrios y tabernas, enamorados efébidos o meretricios que no desdeñan (sino que paladean) los versos antiguos. Un poeta que cita a Homero en un lupanar... La Antología Palatina es una exquisita muestra de cómo la líteratura puede ser realidad, y de cómo la realidad es literatura. Vaga como muestra un epigrama erótico de Asclepiades(XII, 163):
Eros lo bello mezclar sabe bien con lo bello: / no esmeraldas con oro, que no brillan acordes, / ni el marfil con el ébano, negro con blanco: mas estas / flores de Persuasión, Eubíoto y, Cleandro.
Saludar, pues, el intento (logro ya) de la Biblioteca Clásica Gredos, y glosar a Shakespeare diciendo que termine bien lo que tan bien empieza.
Babelia
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