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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

EE UU y los derechos humanos

LA POLITICA norteamericana de defensa de los derechos humanos muestra poseer una versatilidad y una rapidez de aplicación verdaderamente notables. Surge vivazmente ante los procesos de disidentes soviéticos y sirve para predicarse tanto en las sesiones de la OEA, contra países en cuyos territorios no se respeta a la persona humana. como en conversaciones bilaterales -las SALT son el último ejemplo-, entre Estados Unidos y la Unión Soviética. La protección de los individuos, reconocido elemento central de los designios exteriores del presidente Carter se convierte de este modo en una especie de tercer personaje cuya ausencia puede perjudicar poderosamente cualquier trato, bloquear éstos y determinar unas nuevas reglas de juego. Así, todo acaba relacionándose con esta política; la retirada o el mantenimiento de los embajadores, los acuerdos sobre comercio de trigo o las conversaciones sobre limitaciones en los armamentos estratégicos. Nada humano parece ser extraño para la política internacional de Estados Unidos. No puede negarse que a largo plazo los propósitos de Carter contribuirán notablemente a la moralización de la vida internacional, tradicionalmente centrada en los Estados y que ahora recoge la gradual e imparable emergencia del individuo como sujeto jurídico, también, de la comunidad mundial. De éste modo, el presidente de Estados Unidos se sitúa en la corriente del Derecho Internacional, en auge tras la segunda guerra mundial. para la cual el respeto a la persona no sólo tiene un mérito metafísico, sino que también se correlaciona con la armonía entre las naciones, sirviendo ambas cosas de componente ineludible para la seguridad internacional.

Pero si no pueden negarse las profundas creencias éticas del presidente Carter, por tratarse de la persona que, precisamente, dirige los destinos de la máxima potencía mundial y, en buena parte, el clima y el sentido de las relaciones internacionales, es imposible no relacionar también su culto por, los derechos humanos con motivaciones oportunistas. Carter ha debido observar con creces que sus exigencias humanísticas no se llevan bien con los esquemas que practica Moscú en su política interior, en cuyo modelo el hombre ocupa una posición muy distinta a la de Occidente y el respeto a los derechos cede el lugar ante otros valores. En cuanto a Latinoamérica, es sabido que esta política ha tenido siempre objetivos y resultados mucho más limitados que respecto a la URSS.

Por lo tanto, el apoyo y el reconocimiento que la política de Carter indudablemente merece en este terreno no deben prescindir de la evidencia de su utilización coyuntural contra la URSS y de los peligros que tiene su empleo maximalista o interesado, mediando cualquier motivo y cualquier nación. Desde este punto de vista creemos que es preocupante la tendencia norteamericana a establecer el linkage (conexión) entre diversos contenciosos de modo que el proceso de los disidentes soviéticos díficultaría el nuevo acuerdo SALT, o las relaciones comerciales entre ambos países, la utilización de los slogans de defensa de los derechos humanos en pro de intereses economicos o políticos de poder va precisamente contra los propios derechos humanos. Un abuso de Washington en este sentido conduciría a una Intervención moral crecientemente estéril, posible sustitutorio del relativo aislamiento internacional de Estados Unidos, por el que se olvidarían otros derechos fundamentales de la comunídad internacional. Esta suspira por el respeto al hombre y nidad internacinal. Esta suspira porel respeto al hombre y precisamente poreso desea que se progrese en el desarme, y no se dé marcha atrás a la distensión. Cualquier otra actitud sería un engaño.

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