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Tensiones en las relaciones entre Washington y Buenos Aires

El embajador norteamericano ante el Gobierno del general Videla, Raúl Castro, partió el domingo hacia los Estados Unidos en viaje que fue descrito como «de rutina».En los ambientes diplomáticos se estima, sin embargo, que las relaciones argentino-norteamericanas, apenas superan el estilo protocolar. No se debe ello a ninguna acción particularmente irritante del embajador Castro, sino más bien a la actitud general del presidente Carter hacia los gobiernos militares de América del Sur y particularmente, hacia el proceso argentino.

Hace dos semanas, en Washington, con ocasión de la apertura de la Asamblea anual de la Organización de los Estados Americanos, el presidente Carter pronunció un discurso en el que fustigó los gobiernos militares y reiteró su preocupación por los derechos humanos.

El canciller argentino, vicealmirante Oscar Montes, que se hallaba presente, dijo a su regreso a la Argentina que los Estados Unidos no comprendían correctamente la situación de Argentina, a la vez que no tomaba en cuenta que los principales violadores de los derechos humanos eran los terroristas.

El embajador Castro, por su parte, dijo al partir de Buenos Aires, «que las relaciones entre nuestros países son normales, pero podrían ser mejores».

Al parecer, durante la visita del canciller a los Estados Unidos, tanto él como el subsecretario de relaciones exteriores de la Argentina, contralmirante Walter Allara, recibieron por parte del departamento de Estado muestras inequívocas de cierta disconformidad de Washington sobre el tema de los derechos humanos.

La Administración norteamericana no observa con preocupación la prisión ni la condena de los presuntos terroristas que han sido detenidos, sino la prisión de varios miles de ciudadanos que se encuentran presos sin juicio ni acusación, así como el trato que reciben.

El presidente Videla, por su lado, ha sido explícito y parco a partes iguales, al reconocer, por una parte, que Argentina mantiene y ha mantenido una «guerra sucia contra la subversión», y, por otra, estimar que los excesos eventuales que pudieran haberse producido son ínfimos.

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