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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Africa, invadida

LAS CONSECUENCIAS del conflicto de Zaire parecen ser más importantes y más a largo plazo de lo que los primeros elementos -la intervención «humanitaria» de Francla y Bélgica para salvar vidas blancas- hacían prever. La presencia de los soldados occidentales con apoyo logístico de Estados Unidos y la irritación del presidente Carter por la intervención soviética y cubana en la guerra africana no se justificaban por el simple apoyo a compatriotas amenazados, o por el respeto a un presunto código de la distensión vulnerado. Al filo de la crisis de Zaire cambia la actitud occidental respecto a Africa y se endurecen las posiciones soviético-norteamericanas. Brejnev ha calificado esta situación, en Praga, como de «guerra fresca».Mañana se reúnen en París los diplomáticos occidentales para preparar una conferencia en Bruselas, que se celebrará a mediados de mes, destinada a estudiar las medidas de recuperación económica de Zaire. Al mismo tiempo se anuncia que Estados Unidos ha decidido congelar las conversaciones SALT, con la Unión Soviética, para la reducción de armamentos estratégicos. Con esta decisión prácticamente se impide un nuevo acuerdo que podría haber sido alcanzado este verano.

Las conversaciones SALT no son las únicas perjudicadas por la complicación de los problemas africanos. En el Chad, el Frente de Liberación (Frolinat) afirma sus reticencias ante una proyectada conferencia sobre la paz en aquel país que tendría lugar el día 6 en Trípoli y hasta que no cese la presencia de soldados franceses en el país. Varios centenares de estos soldados acaban de obtener un resonante triunfo militar y su escalada no parece registrar signos de detención.

No hubo unanimidad en la reciente cumbre de la OTAN sobre la participación de la organización, como tal, en el territorio del Africa. Sin embargo, Occidente en general, y Estados Unidos especialmente, parecen haber encontrado a un país, Francia, dispuesto a actuar de gendarme armado en los difíciles conflictos africanos. Ya Francia ha intervenido recientemente en acciones contra el Polisario y se perfila que París, pasada la prueba de las elecciones generales, proyecta una política sobre Africa claramente hegemónica respecto. al resto de Europa occidental. No puede decirse que las armas soviéticas y cubanas sean por sí mismas de mejor condición moral que las' manejadas por manos occidentales. Pero esos países no tienen tradición colonizadora en Africa y representan por eso posiciones con amplio eco en el Tercer Mundo. Así, en principio, son acreedores de más simpatías por parte de los movimientos de liberación que luchan contra Gobiernos corrompidos y dictaduras de opereta, o por parte de países verdaderamente moderados que no rechazan la influencia occidental pero quieren encajarla en modelos socialistas de desarrollo. De ahí la incertidumbre ante los resultados de las reuniones diplomáticas occidentales sobre Zaire y Africa en general y la duda ante soluciones, como las que tuvo Francia para el régimen de Mobutu, con el recurso inmediato de la intervención militar en apoyo de Gobiernos, basados en el terror y la corrupción.

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Parece cerrado el camino de las soluciones diplomáticas en la escalada africana, cuyos últimos datos son la afluencia masiva de soldados marroquíes a Zaire, el mantenimiento de los paracaidistas franceses y el posible apoyo militar de Estados Unidos a Somalia. Inactivo a veces y equivocado otras en el tratamiento de los problemas africanos, Occidente parece querer recobrar el tiempo perdido con urgencia y por las armas. Aun reconociendo la evidencia de la penetración militar soviética, dudamos que ésta sea la respuesta adecuada.

Occidente tiene una mision que cumplir en Africa, en apoyo de su desarrollo y de la modernización de sus estructuras, pero ésta no puede identificarse con arrogantes soluciones que no encubren sino un colonialismo nuevo, tan ávido y ciego como el anterior.

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