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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Viaje a Africa

EL PASADO 15 de julio, en esta misma página, al comentar la declaración gubernamental del primer Gabinete que Adolfo Suárez constituyó a raíz de las elecciones generales, y al tratar concretamente los aspectos de su política exterior, señalábamos literalmente el «vacío flagrante» de una política africana. Siete meses más tarde, este vacío flagrante se convertía en un auténtico descalabro, cuando los ministros de Asuntos Exteriores de la OUA decidieron apoyar al MPAIAC en su política independentista de Canarias. Dijimos entonces que la penetración española en Africa, totalmente necesaria para el equilibrio de nuestra política exterior y la defensa, tanto de los intereses españoles como de la salvaguardia de los equilibrios del continente -y por tanto de la paz mundial-, debía ser completa y no basarse simplemente en algunos viajes diplomáticos.En aquel entonces, estos viajes brillaban precisamente por su ausencia, y la simple posibilidad de que el presidente Suárez viajara a Argel y Rabat estremecía los hábitos de la diplomacia española, que se apresuraba a desmentir las noticias que corrieron al respecto. Lo cierto es que la política africana española, heredera de un cúmulo de fracasos estruendosos desgranados en los últimos cuarenta años -los jalones de la independencia de Guinea y la retirada del Sahara occidental, que todavía colean dolorosamente para el prestigio de España y la justa autodeterminación de los pueblos, lo muestran bien a las claras-, es todavía una posibilidad, con escasas bases reales por el momento. España, puente natural entre Europa y Africa, carece de una política africana, y sería deseable que el viaje a cuatro países de la parte occidental del continente negro que ayer inició el ministro Oreja pudiera al menos entreabrir las necesarias puertas para que este proyecto comience a vislumbrar cuáles puedan ser sus contenidos concretos en el futuro.

Este viaje del señor Oreja puede, por tanto, ser considerado como un intento serio de penetración de la diplomacia española en el continente negro. España es desconocida en Africa, a pesar de los episodios históricos que nuestro país coprotagonizó en el norte del continente. Por el contrario, España ha estado casi totalmente ausente del gran período colonial, exceptuando pequeños enclaves, y desde luego ha sido un simple espectador de la gran década de descolonización y formación de las nacionalidades africanas de los años cincuenta. Toda la tarea está por hacer: las relaciones entre los pueblos se basan en conflictos e intereses comunes, y recorren todos los aspectos, desde los puramente políticos a los económicos, pasando por los culturales. Entre España y Africa no hay puentes, los que existen están violentados por algunos conflictos concretos, como el Sahara o la interferencia en Canarias, por lo que la labor de la diplomacia española debe abrirse para abarcar un temario más amplio que desborde estas situaciones conflictivas, y se abra a un mutuo conocimiento, intercambio y hasta cooperación, allí donde sea posible, con los países del continente.

El área del primer viaje africano de Marcelino Oreja está todavía muy circunscrita, y el tiempo previsto es tan escaso que difícilmente podrán tratarse temas tan amplios. Senegal, Mali, Mauritania y Cabo Verde se hallan en el área del continente afectada por el conflicto sahariano, lindando casi con las islas Canarias. Y de todos modos hay que lamentar que el atentado sufrido por el señor Cubillo en Argel arroje su sombra sobre este viaje.

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De los cuatro países etapas del viaje, dos pertenecen a lo que pudiera denominarse el espacio «conservador» dentro del Africa negra, como son Senegal y Mauritania; con ambos, sin embargo, España mantiene un contencioso: el tema del Sahara con Mauritania, y el hecho de haber sido Senegal uno de los países patrocinadores en el seno de la OUA de las reivindicaciones del MPAIAC. Sin embargo, con los dos países España posee relaciones económicas, existen sendos tratados de pesca, y hay posibilidades de entendimiento mayor. Mali, país que ha solido patrocinar toda suerte de movimientos de liberación en el continente, y Cabo Verde, federado con Guinea Bissau, pueden ser considerados como regímenes más «progresistas». De todas formas, el viaje del señor Oreja es el primer intento por dar a conocer directamente a los países africanos las posiciones españolas. Tarea que es urgente, antes de la reunión plenaria que la OUA tiene previsto celebrar este verano en la capital del Sudán, Jartum.

De poco serviría este viaje, a pesar de su necesidad, si no va sucedido por otros de carácter similar. Y al mismo tiempo, si no se plantea la conveniencia de no limitar las conversaciones diplomáticas a los temas conflictivos, abriéndolas a un temario de contactos de todo tipo, preferentemente económicos y de cooperación técnica y cultural, que arrojen las bases de un nuevo conocimiento mutuo, y de una apertura más amplia de la política española hacia todo el continente.

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