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Tribuna
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La astronomía del Presupuesto

Manuel Vicent

«Bueno, primero hablemos de Pitágoras», se han dicho los diputados, «y luego arreglaremos las otras cuentas de los sucesos de Málaga y Tenerife». Y de un modo cortesano el erotismo contra el orden público ha cedido el paso a la contabilidad. La leve tensión preliminar, la expectativa de la navaja, se ha visto en seguida ahogada por una catarata de cifras. Las pasiones político-literarias vendrán inmediatamente después de los números. Para empezar, Fernández Ordóñez ha vaciado sobre el hemiciclo el cuerno de la abundancia, lo que se dice el Presupuesto General del Estado; aquí está todo, señores, hasta la última perra, y con una dicción caliente, con un cierto patetismo gutural, ha explicado la filosofía de ese fascinante montón de dinero.La sesión parlamentaria se ha convertido entonces en pura astronomía, en un debate en las galaxias. Cantidades místicas, partidas esotéricas, guarismos de cábala, unidades metafisicas, miles, millones, billónes, es decir, una aritmética pitagórica convertida en simple materia de fe, el número puro sintonizado con la música de las esferas ha comenzado a llover sobre el Congreso. De pronto el Presupuesto General del Estado para 1978, que es la fuente de toda la política, ha hecho su aparición en el hemiciclo como un monstruo ciclópeo salido de las aguas de la mitología franquista. Este King-Kong monetario ha sido previamente despiojado por la ponencia, ha sido someramente peinado por la comisión y ahora está aquí frente a los diputados de la izquierda que van armados sólo con tirachinas.

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Por parte de la Oposición el resumen de la aventura ha consistido en luchar contra lo inexorable. Puesto que nada había que hacer, la izquierda se ha dedicado a realizarse a sí misma moralmente meditando bondades ante la gruta del tesoro del Estado. El Presupuesto General forma una maraña petrificada de números, y en su interior han cristalizado muchos residuos del pasado autocrático. Sus señorías han tenido sólo tres meses de tiempo para descifrar la alucinante charada.

Al exponer sus criterios genéricos y al defender sus enmiendas, la Oposición ponía el discurso en un tono bemol como el que tenían los antiguos mortales frente al hado. Contra el presupuesto exhibido en el hemiciclo en forma de destino han hablado Tamames, Múgica, Camacho, Enrique Barón y otros. Algunos diputados encrespaban un poco más el diapasón, pero el ronroneo intrínseco ha sido el de asumir con buen talante lo inevitable. Si estamos en tiempos predemocráticos, preconstitucionales, preautonómicos, pues se acepta el presupuesto y ya está. Y que sea ésta la última vez. Los diputados de UCD, los defensores del dragón, no han tenido mayores problemas. Todo venía confeccionado y no había más que cortar por el pespunte.

Y así han ido cayendo las enmiendas una a una. A la hora de votar en contra, Pérez Llorca izaba tres dedos a modo de trébol, avisando a los suyos, y la electrónica reflejaba matemáticamente el voto de obediencia; si había que votar a favor, entonces levantaba el pulgar, como en los días en que Nerón estaba de buenas, y el panel respondía con un milagro de la técnica. Una sesión relajada, cada señoría pulsando el botón correspondiente y el ministro Clavero corriendo hacia su butaca para cumplir con la obligación. Fernández Ordóñez cae bien a la parroquia y ha sido aplaudido al tratar de explicar racionalmente, con lenguaje moderno, el azar de esta lotería. Mientras en el hemiciclo llovían. las quejas y las cifras, en el pasillo Múgica y Martín Villa andaban del brazo preparando tal vez el itinerario de la procesión de mañana, la procesión de Málaga, que va por dentro.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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