La escuela de Santander
Si plantearse las relaciones entre vanguardia y producción pictórica de una región determinada no deja de ser problemático, debido al difícil acuerdo frente a lo que pueda arrogarse o no el codiciado epíteto artístico-militar, sí cabe decir, al menos, que esta exposición, organizada bajo los auspicios de la Diputación y el Ayuntamiento santanderinos, paralelamente al Curso de Arte de la Universidad Internacional Meriéndez Pelayo, reúne en lo fundamental el censo de los pintores de la región que mayor peso o resonancia han obtenido dentro de nuestro contemporáneo panorama artístico. Resulta, sin embargo, harto complejo pretender hallar, como a menudo y tan alegremente se ha intentado, un denominador común a los que aquí se muestran, por justificar unas determinadas peculiaridades montañesas. La formación, frecuentemente vinculada a Madrid o París, la adscripción a muy distintas corrientes del panorama internacional hacen que seanmayores los términos que separan que las identidades geográficas. Santander ha sido, sin'duda, cuna de excelentes pintores, pero de ahí a hablar de una vanguardia específicamente santanderina no nos haría sino caer en una mixtificación dudosamente reductora. Se trata, mejor, de lo que declarara Ricardo Gullón, en carta a Angel Crespo, como fórmula definitoria de los propósitos de la Escuela de Altamira: tantos caminos como individualidades.
Pero si puede decirse que desde Solana y Riancho hasta Sanz o Raba están prácticamente todos los que debían. algunos no quedan, pese a las 44 obras expuestas, suficíentemente representados. La muestra, por la visión testimonial que pretende dar, debiera ser más amplia. Piénsese en que de Eduardo Sanz sólo encontramos ejemplos de su más reciente producción, la de los códigos de banderas, y. quiérase o no, han sido sus obras con espejos las que tradicionalmente lo definían. Caso aparte, y desde luego mucho más triste, ha sido el de María Blanchard, que parece como si arrastrase una sempiterna maldición por parte de su ciudad natal, teniendo en cuenta que hasta febrero de este año -«Sur»- no hubo en Santander exposición individual alguna de la pintora. La no contribución de quienes en la localidad poseen ejemplos de su obra arrojó el triste saldo. Sólo cabe decir, en rigor, que hay un cuadro para representarla, un lienzo de su etapa ortodoxo-cubista cedido por la familia, pues las dos obras restantes resultan de atribución dudosa. Mejor suerte ha gozado, sin embargo, Pancho Cossío, de quien se exponen, entre otras, una magnífica «Flecha en un domingo de Ramos» y un curioso. y no menos relevante, lienzo de muy primera época en el que se mezclan elementos constructivistas y naturalistas.
Mas olvidando el desaguisado del asunto María Blanchard, no debe verse en los peros anterior mente expuestos un voto de censura al conjunto de la exposición. El proyecto era ambicioso, pues debíaincluir también una muestra documental de lo que fueran Proel y Altarílira, que no pudo ser, pero que el libro-catálogo palia en parte y en la medida de lo posible cumple con buena parte de los propósitos. Santander se ha puesto, en este verano, a rememorar lo que fueron sus vinculaciones con las vanguardias históricas y en esa tarea halla copiosa materia con que ocupar sus recuerdos.
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