Preocupación en Alemania por el proteccionismo comunitario
Con abierta preocupación y más o menos velada crítica se está acogiendo en la República Federal de Alemania el renacer del nuevo proteccionismo en el seno de la Comunidad Económica Europea (CEE). La decisión de la Comisión Europea de acogerse al artículo 19 del GATT para absorber las medidas proteccionistas francesas en el sector del textil, que son unánimemente condenadas como ilícitas en su carácter nacional, es interpretado como un signo de mal agüero para el futuro de un libre cambio al que se debe en parte el crecimiento de la zona posterior a la guerra.
Las razones que pueden haber motivado a los políticos franceses son casi unánimemente reconocidas; como propias de una política interior miope: ¿No se esconde detrás de las peticiones proteccionistas francesas «el intento de encontrar una salida rápida y cómoda a las dificultades nacionales»?, pregunta en su editorial el Frankfurter Allgemeine Zeitung, diario próximo a los medios financieros de la capital junto al Main. El acero, el papel, podrían seguir enseguida en el catálogo de restricciones, engrosada últimamente por el textil y desencadenar una reacción en cadena, con la que empezó «el retroceso de los años 30», como titula el diario liberal Frankfurter Rundschau, cercano a la coalición gubernamental, un largo informe publicado hoy sobre el tema.Desde la perspectiva alemana, el nuevo proteccionismo puede provocar dos efectos suplementarios. Por un lado, la reacción de los arriericanos, cuyo Gobierno difícilmente contiene ya los deseos empresariales en algunos sectores, para que se limite la competencia de los productos importados de la Comunidad Europea, porque los exportadores comunitarios gozan de exoneraciones fiscales (el impuesto del tráfico de empresas les es devuelto). Por el otro, se teme el fin de una política de cara al Tercer Mundo, inaugurada en 1971 con las, «preferencias comerciales generales con los países en vías de desarrollo», seguida de los acuerdos de cooperación con los países árabes y, en fin, coronada en Lomé por un acuerdo con 44 países africanos, del Pacífico y del Caribe.
La base de esta política de apertura parcial de los mercados comunitarios a cambio de la demandade bienes de inversión europeos por los países del Tercer Mundo está puesta en entredicho. Así que se limita su premisa, pensada para los franceses, y la posible petición de restricciones a las importaciones de productos siderúrgicos es la perspectiva que se plantea a causa de un proteccionismo destinado a beneficiar a sectores productivos envejecidos e incapaces de sostener medianamente la competencia (Frankfurter AIlgemeine Zeitung).
No se esconde que 100.000 asalariados en este sector, así como 1,6 millones más en el textil, sobrarán si no se negocian condiciones en el marco europeo que moderen sus respectivas crisis estructurales, pero no es, desde luego, un camino adecuado el de poner a la Comisión de Bruselas ante hechos consumados.
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