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Tribuna
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Fumar con el Rey

Cuando la España predemocrática yo capté cierto día un síntoma, entre la confusión de los arúspices políticos -se equivocan siempre-que me hizo creer en el advenimiento de la libertad, o al menos de esta cosa que tenemos ahora, y es que, en una audiencia, unos señores aparecían fumando con el Rey, delante del Rey.-Con Franco vivíamos mejor -me decía mi amigo el ultra, que se gana la vida posando de armadura con los turistas.

Con Franco vivíamos mejor, pero fumábamos menos. O fumábamos peor. El hombre que no fumaba hizo suyo el monopolio de tabacos, o sea la Tabacalera, y permitió que los españoles fumasen durante cuarenta años estacas y hoja de patata -las llamadas labores nacionales-, porque a él, como no era fumador, le daba igual.

Ramón Sánchez-Ocaña, que es mi señorito en -esta sección del periódico, ha hecho un documentado informe sobre cómo dejar de fumar. Muy bueno lo tuyo, Ramón, pero yo,creo que ahora no hay que dejar de fumar, ahora que se puede fumar con el Rey y fumar en las Cortes, que Felipe tira de veguero en el hemiciclo, y Cela contempla el teatro del Senado a través del humo embriagador de su cigarrillo.

Aquí, la única que ha fumado por libre durante cuarenta años ha sido mi querida Saritísima:

-Fumando espero al hombre que yo quiero... Como Franco no fumaba, tampoco dejaba fumar a nadie delante de él. Eso es la dictadura: los defectos y las virtudes del dictador multiplicados por cuatro. O por cuatrocientos. Hipertrofiados. Espña era Franco elevado al cubo. España había terminado por parecerse a Franco. No creo en las dictaduras de-uno-u-otro-signo porque siempre, suponen la, hipóstasis del dictador. Se empieza siendo dictador para salvar la patria, y la patria acaba siendo uno mismo.

Yo no soy monárquico, ni lo quiero ser, pero ya digo que vi claro el futuro de España cuando comprendí que se podía fumar con el Rey. Ahora veo que fuman en las Cortes. La política se ha humanizado y se ha enviciado de tabaco. Antes estaba enviciada de cosas peores.

Las únicas que han fumado a gusto durante la dictadura han sido las mujeres. Yo siempre he creído que la pasión de la española por el tabaco, en los cuarenta años de la cosa, era una pasión vicaria, una sublimación de otras pasiones y represiones. El caso es que todas te lo decían:

-No te beso porque, como tú no fumas, te va a saber a tabaco.

Bueno, también hay que probar alguna vez el amor del camionero. Pero el caso era no besarle a uno. Siempre se están inventando coartadas. O el tabaco, o la píldora, o el padre confesor. Antes de la pancarta y de las Salesas, antes de ir a la puerta de las Cortes a pedir el aborto y la píldora, las españolas se realizaban. mediante un celtas.

Como consecuencia de la represión y la dictadura, hoy están todas bronquíticas, y yo a más de una le he aconsejado dejar de fumar, pero he metido la pata hasta el codo, como dice Bárbara Rey, porque si no fumaban no, se realizaban, y luego tenían un trauma o una fijación. A Carmen Kaiser, que fuma mucho y siempre anda con los bronquios, le tengo aconsejado que deje el tabaco, pero las que dejan el tabaco se hacen del PTE, o sea que no sé qué es peor.

Porque, durante la cosa del caudillismo, los español es, que somos unos blandos, nos pasábamos sin fumar en las Cortes y en las audiencias de Franco, que el caso era salir retratado con el general dándole o recogiéndole una copa de algo (qué trasiego de copas el de aquella democracia orgánica). Las españolas, más bravas y más enteras, fue entonces cuando decidieron romper a fumar, como forma de protesta contra el sistema, y se pusieron la minifarda y se compraron el seiscientos, y se bajaban del seiscientos con la minifarda, que se les veía hasta el certificado de penales, lo cual, que El Alcázar de entonces, que me parece que era Opus, hasta que lo Tescataron los alféreces provisionales, en buena hora, dio unos gráficos e instrucciones para bajarse del seiscientos sin mostrar el chumy-chúmez, que dicen las respetuosas. Me llaman unos diputados, que están muy de acuerdo con lo que llevo escrito del ministro Camuñas.

Pues, ale, tíos, a seguir fumando.

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