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Introducción a las exposiciones

Unos cuantos son los lances que hay que afrontar, vicisitudes que vencer y suertes que decidir en el tránsito (desde el ingreso al ábside, escaleras arriba y escaleras abajo) por las salas de exposiciones del nuevo Centro Cultural Villa de Madrid, sito en la entre planta y sótanos de la recién inaugurada y harto discutida plaza del Descubrimiento (vulgo, de Colón), si absurda por fuera consumada, por dentro, entre la pompa y la indignidad.Se inicia la expedición con la prueba del estruendo. Una incesante y tonante catarata (¿homenaje coyuntural a las del Niágara?) le exigirá a usted, de entrada, el recurso a la mímica, si tiene la más remota intención de dialogar con sus convecinos de visita. Difícil de otro lado, le resultará comprender, por invencible que sea la afición filatélica, la santa paciencia con que los del gremio guar an colas interminables para lograr el sello o sellos conmemorativos, más la valiosa estampilla del caso, y admirar los de otras fechas y conmemoraciones.

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Conversación con José Gómez Sicre

Mejor suerte tienen los visitantes de la muestra de arte actual hispanoamericano, flanqueada y restringida por la inserción de otras dos, respectivamente dedicadas a la escultura barroca de Paraguay y a las manifestaciones de la cultura taina de la isla de Santo Domingo. Aquí, al menos, no hay colas que guardar, aunque sí tropel que compartir. No recuerdo lugar público, de libre acceso, que haya suscitado tamaña concurrencia. ¡Admirable vecindario de Madrid!

El vestíbulo tiene algo de hall-cinco estrellas, algo también de cafetería, tipo cadena Morrison, y no poco de remozada estación de ferrocarril. Al tiempo de su inauguración, y en los días inmediatamente sucesivos, se vieron sus muros decorados con unas ridículas alegorías, alusivas alas bellas artes, que la vergilenza propia, el consejo ajeno y el más elemental sentido común han tenido la virtud, a lo que se ve, de arrancar y confiar al olvido.

Y comienza el descenso ad inferos. No deja de ser edificante y emotivo el espectáculo de una muchedumbre abigarrada, eminentemente popular (familias, gente llana, grandes, medianos y más chicos), descendiendo los peldaños que conducen al ámbito expositivo, aunque venga ello a producirse por vía de sobresalto. Imposible se le hará al vísitante discernir, en un momento dado, si se halla en el marco de una exposición oficial, o bajo las gradas del Estadio Bernabéu.

Ocurre, en efecto, que las gradas del auditorium, instalado en la planta superior, dejan al descubierto, en la inferior (donde se exhiben, justamente, las pinturas, esculturas y testimonios precolombinos), el reverso de su estructura escalonada, así, en hormigón visto, en cueros, sin el más leve recubrimiento, paliativo o adorno. De índole análoga son los muros, las vigas y las pilas hormigonadas. Sórdido lugar, en cuya agobiante y descaínada extensión ni las obras de arte allí congregadas pueden desmentir o atenuar un cierto aire y sucesión de vomitorios y evacautorios, en su más literal acepción.

No le va a la zaga el montaje al marco. De columna a columna se han tendido paneles en inquietante línea quebrada, a merced de un angosto pasillo (y siga usted la flecha) que convierte en laberinto indescifrable lo que debió ser (y mucho más, de cara a la masiva concurrencia popular) un recorrido específicamente didáctico. Apiñadas, hacinadas, comprimidas, las obras expuestas (sean inturas de hoy o testimonios del ayer) se niegan a la visión, mortecinamente iluminadas por obra y desgracia de unos focos instalados (¡más difícil todavía!) en lo más alto de este destartalado almacén.

Un almacén. Eso es, exactamente, lo que se nos quiere hacer pasar por espaciosa sala de exposiciones. Un almacén desmantelado, habituado al escombro y eventualmente dispuesto para presentar unas obras que, por insigne que sea su origen, no logran disimular un cierto ambiente de concurso, de aquellos, por ejemplo, de Educación y Descanso. ¿No inerecían una mejor acogida y un montaje más digno los artistas que con tanta ilusión vinieron de allá de los mares, y las obras de esta exposición colectiva, la más significativa que del arte hispanoamericano se haya celebrado nunca en España?

Tal es la verídica y dramática introducción a la triple muestra del arte de la América española que por estos días, y en sitio tal, se exhibe en Madrid. Se rumorea (desconozco, si lo hay, el comunicado oficial) que, el próximo día 1, quedará reinaugurada en mejores condiciones de visibilidad, con algún criterio de ordenación y el auxilio elemental de un catálogo. De ser ello cierto, la introducción que hoy afecta al continente se extenderá al contenido, dejando, entretanto, a la consideración del lector los juicios y pistas que obran en la entrevista con que se abren estas páginas.

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