Conversación con José Gómez Sicre
-¿Cree usted que es ésta la exposición más completa que hasta hoy se haya llevado a cabo en torno a la moderna pintura latinoamericana?.-En España, desde luego, y, posiblemente, en la propia Iberoamérica.
-Parece ser que el montaje definitivo va a tener lugar el próximo día 1 de junio. ¿No se entorpecen, entretanto, recíprocamente estas cuatro exposiciones simultáneas, ahora, en especial, cuando la afluencia de público es masiva e incesante?
-Sin duda alguna. Ha sido un error, digamos, burocrático, que podía haberse subsanado destinando a cada una de ellas, dada su importancia respectiva, un ámbito propio y diferente. Se han querido hacer demasiadas cosas al mismo tiempo. Han sido mayoría los artistas que vinieron de allá, y algunos de los más importantes, como Cuevas y Szyzlo, han tenido que volverse sin ver colgadas sus obras.
-¿Había suscitado interés esta exposición en Latinoamérica?
-Enorme interés, pasión, incluso. Era una España nueva la que invitaba a los artistas hispanoamericanos. Muchos de ellos, que habían rechazado anteriores convocatorias, acudían ahora llenos de ilusión.... y se encontraron, ¡con una exposición filatélica! Todos, sin embargo, están satisfechos de haber sido invitados y de que la muestra haya tenido lugar.
-¿Es representativa la exposición de cultura barroca del Paraguay?
-Una gran exposición, exponente del influjo jesuístico, tanto en el arte como en la sociedad, de aquellas tierras, con un carácter eminentemente progresista. Antes de su expulsión, en el siglo XVIII, y antes también de Marx, los jesuitas españoles habían iniciado entre la población indígena algunas experiencias revolucionarias, comunistas, por así decirlo.
-¿Una síntesis del barroco jesuítico y de la artesanía autóctona?
-Bajo el influjo fundamental del barroco español, puede advertirse en algunas de las tallas expuestas la mano indígena, en forma de ingenuidad, de torpeza incluso, y de profundo sentimiento popular.
-¿Y la muestra de la cultura taina?
-Toda una novedad. Se trata de una manifestación artístico-cultural prácticamente desconocida, fuera de Santo Domingo, Puerto Rico y Cuba. Ha sido un lindo esfuerzo por parte de la República Dominicana, no exento de riesgo, dada la fragilidad de las piezas que hoy podemos admirar en Madrid.
-¿Cultura taina, o dominicana?
-Ambas cosas. Nos hallamos ante el último testimonio cultural precolombino, surgido, con verdadero espíritu creador, a las puertas mismas del Descubrimiento: una cultura que asciende desde el Orinoco para encontrar en Santo Domingo su corazón o núcleo vital más relevante.
-Volviendo a la exposición de arte contemporáneo, ¿qué juicio le merece a usted la selección?
-Hay excesos y defectos. A la ausencia de ciertos nombres consagrados, hay que agregar la de algunos jóvenes prometedores y denunciar la presencia de otros harto inmaduros.
-Abularach, de Guatemala; Antúnez, de Chile; Borges, de Venezuela; Cuevas, de México; Guayasamín, de Ecuador; Mabe de Brasil; Obregón, de Colombia, y Szyzlo de Perú. A estos ocho pintores les están reservadas, según creo (no he recibido aún el catálogo oficial), otras tantas salas especiales, cuando la exposición se vea adornada con su montaje definitivo. ¿Son, efectivamente, los más representativos?
-Hecha excepción de Guayasamín. Alguien ha dicho por aquí que está considerado como uno de los diez mejores pintores del mundo. Y, ante tamaño dislate, yo me digo: ¡Quiénes serán los otros nueve!
-¿Una valoración esquemática de los otros?
-Cuevas encarna la exaltación, la universalización, del dibujo. Aunque practica la pintura, nunca la expone, por juzgarla empresa fácil, o no concederle otro valor que el puramente sensorial frente al carácter mental del dibujo. Ha llegado incluso a decir, invirtiendo los términos de la relación tradicional, que sus pinturas vienen a ser como bocetos de sus dibujos. Artista escatológico, ferozmente expresionista, muy en la línea de Goya.
-¿No se halla en una situación semejante Jacobo Borges, en quien yo he advertido un influjo de la pintura española en general y ciertas particulares concomitancias (así se lo he dicho a él) con nuestro Antonio López García?
-Es posible. Lo que admite pocas dudas es su probado expresionismo y su no menos probada aptitud para el dibujo. Otro espléndido dibujante es Abularach. Obsesionado con la problemática visual, llegó a temer quedarse ciego y ha terminado por centrar sus pesadillas en la exclusiva temática del ojo humano. Por lo que hace a Obregón, verdadero renovador del arte colombiano, hay que señalar en su actividad todo un llamamiento a la vida propiamente americana. Antúnez, por su parte, es sobradamente conocido de ustedes.
-¿Qué opinión le suscitan, entre los ocho elegidos, Szyzlo y Mabe, representantes únicos de la abstracción?
-La abstracción de Szyzlo tiene mucho que ver, en sus orígenes, con la tradición del dibujo que viene de Rufino Tamayo. De Mabe, japonés, afincado en Brasil desde los diez años, el arte latinoamericano recibe un saludable influjo oriental. La pureza de sus rasgos, desprovista de insinuaciones caligráficas, nos orienta hacia la contemplación del espacio, y sus dibujos parecen como venidos del cielo.
-Dado que ha entrado en la conversación el nombre de Tamayo, cabe preguntar: ¿Ha sido decisiva su enseñanza en la joven pintura de Hispanoamérica?
-Del todo decisiva. Rufino Tamayo es el aglutinante, el feliz conciliador entre la pintura de Hispanoamérica y la de Europa. Tamayo acierta a compaginar la doble motivación autóctona (remembranzas precolombinas y presencias populares) de sus obras con un concepto universal del arte, legítimamente heredado de la Escuela de París.
Los muralistas mexicanos
-¿Puede igualmente ser considerado como el vínculo genuino entre los grandes muralistas mejicanos y las nuevas generaciones?
-Ese ha sido fundamentalmente su papel. Si hay un país plástico por excelencia, es México, en cuyos muralistas anidaba ya el germen de la doble motivación de Tamayo y la enseñanza europea, encabezada por el cubismo picassiano, así como la preeminencia del dibujo tan característica, según dije, de nuestros jóvenes pintores.
- ¿Qué juicio les cumple, vistos desde hoy, a los Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros?
-Diego Rivera es un pintor muy desigual. Su período cubista, hondamente influido por Picasso, me parece excelente. Un gran narrador. como creo lo atestiguan sus murales del Ministerio de Educación. Orozco es un soberbio dibujante y un expresionista nato a escala universal. Sus obras culminantes pueden admirarse en la Escuela Preparatoria y en los tres edificios de Guadalajara. Siqueiros pudo haber sido el más descollante de los tres, el que más cerca anduvo del secreto de nuestra pintura y el más deteriorado, también, por la política.
¿A qué cree usted que obedece la incomparecencia oficial de Cuba en una exposición tan representativa de toda Hispanoamérica?
-Es asunto que excede mi competencia, aunque sea yo el primero en sentirlo, al tiempo que me complace la presencia, por ejemplo, de Cundo Bermúdez o Roberto Estopiñán, cubanos ambos, como yo, fuera de Cuba. Puedo añadir que, desde mi perspectiva actual, se contempla con amplitud y amor a toda la América española. He terminado por identificarme con todos los países hermanos, o sentirme igualmente bien en cualquiera de ellos.
-¿Y España? cubano no es español! Sin haberme formado en España, me enorgullezco de tener una formación profundamente española. Debo lo mejor de mi orientación intelectual a la enseñanza magistral de Ortega y Gasset, y, si he de decirle a usted la verdad, me hubiera gustado escribir como Pío Baroja. España, siempre, en el corazón.
Babelia
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