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Reportaje:El problema gallego / y 2

Emigración para rato

La pesca y la construcción naval gallegas atraviesan la más grave crisis de los últimos años. En poco tiempo, el Instituto Nacional de Industria se ha tenido que hacer cargo de Astano, de El Ferrol, e Hijos de J. Barreras, SA, de Vigo, dos de los más importantes astilleros. Ascón es controlado, desde hace poco más de un mes, por el grupo santanderino Pérez y Cía. No se trata únicamente de la pérdida de los centros de decisión sino de una crisis de alcance insospechado, de la que pueden ser víctimas muchos de los casi 17.000 gallegos que viven de la construcción naval.La crisis universal del sector naval tiene especial incidencia en Galicia, tanto por la cantidad de puestos de trabajo que cubre como por su directa relación con la pesca, de la que viven unas 70.000 personas. En bajura o pesca de litoral han pasado decenios sin tomar medidas que evitaran la catástrofe, y en altura y pesca a larga distancia hay graves amenazas: las doscientas millas, que reducen sensiblemente el número de caladeros; el coste añadido que supone en algunos casos el pago de un canon para faenar; la reducción de las capturas por parte de los países ribereños; el riesgo de las empresas mixtas o conjuntas con países sudamericanos o africanos con gran inestabilidad política... Si los astilleros gallegos han exportado últimamente 30.000 millones de pesetas, hay que valorar en casi otro tanto el valor en primera venta de las capturas de la flota gallega, que a corto plazo pescará mucho menos y a un coste más elevado.

Obviamente, otro subsector de

la pesca, la industria conservera con gran tradición en Galicia, se resiente y suma a sus propios problemas los que son generales del sector.

Cuando la actual crisis ni siquiera se adivinaba se articuló una estrategia para el desarrollo que no ha dado frutos. El hasta hace poco presidente de Sodiga, Camilo Barcia, escribía recientemente que «sería necesaria la creación anual de 25.107 puestos de trabajo en la industria entre 1975 y 1985. El desequilibrio entre el ritmo pasado -7.561 puestos anuales- y el previsto -25.107- es evidente. Y conviene recalcar que el objetivo fijado es modesto. Pero incluso fijémonos otro aún más modesto: que Galicia cuente en 1985 con. una estructura de población activa similar a la española de 1971 -¡catorce años de retraso!-, los puestos anuales a crear en la década serían 14.541 -(anuales). En esta hipótesis la emigración tendría que continuar hasta 1985».

La situación actual hace suponer que esa emigración continuará. La propia Sodiga, en contra de lo que su ex presidente y consejeros han pretendido, no se ha convertido en un instrumento financiero como sus homónimas, las sociedades regionalles de desarrollo de Francia, sino que se ha limitado -por imperativo estatutario- a tomar pequeñas participaciones en un limitado número de empresas. E incluso ha sido utilizada políticamente para cubrir una parte de las ac ciones del Grupo de Empresas Alvarez, un conjunto empresarial pésimamente administrado durante años, al amparo de un proteccionismo absurdo. Hoy, Sodiga podría estar en camino de conseguir una ampliación de capital, de seiscientos a mil millones de pesetas, y quizá se estudie la posibilidad de que se convierta en una sociedad financiera para la pequeña y mediana empresa, pero los medios con que va a contar en lla nueva etapa son una incógnita.

Por otra parte, la Gran Area de Expansión Industrial de Galicia (GAEIG), primera creada en España, ha ido dando tumbos desde su creación. En muy pocos casos ha concedido el Gobierno.el 20% de la inversión empresarial a fondo perdido, y tampoco ha potenciado la preparación de suelo industrial, que es una de las grandes carencias de Galicia, ni ha servido para canalizar concursos sectoriales de industria auxiliar naval o del automóvil, no obstante las peticiones reiteradas en tal sentido.

Autonomía: primer paso

Los gallegos consideran hoy que es indispensable un primer paso para buscar solución a los muchos problemas que tiene su país: la autonomía. Incluso un partido promovido por hombres del franquismo, el Partido Gallego Independiente (PGI) acaba de solicitar, a través de José Luis Meilán, Pérez Puga y Fernández Calviño, una Xunta Xeral de Galicia, formada. por los 39 diputados y senadores gallegos, que confeccione un Estatuto, perfeccionador del votado mayoritariamente en 1936 y que no llegó a estar en vigor.

Políticamente, de cara a las elecciones, Galicia es una gran incógnita. La población rural, tradicionalmente conservadora, recibe más impactos que los de los caciques -aún con fuerza-, tanto a través de los emigrantes. (casi un millón de gallegos en este siglo) y de los labradores proletarizados, que trabajan en el campo, en su propio terruño, y acuden a diario, por miles, a Vigo, El Ferrol y otras localidades, como mano de obra industrial.

A los problemas de todo orden hay que sumar el desprecio absurdo del poder central ala propia lengua de Galicia, lo que ha permitido a ciertos grupos políticos hablar de «colonización cultural», además de económica.

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