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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un clásico de la novela antifascista

Nació Anna Seghers en 1900 en Maguncia. Perteneció a la generación de escritores demócratas y antifascistas del período de la República de Weimar junto a Becher, Brecht, Feutchwanger, Arnold Zweig, Heinrich Mann, Döblin, Isewoord, etcétera y de ellos, a los que se orieritaron hacia el socialismo. Ingresó en el Partido Comunista Alemán en 1933, año de toma del poder por los nazis, lo que supuso su exilio sucesivamente en Francia, España y México. Regresó en 1947 a Alemania instalándose en le sector soviético de ocupación que se convertiría después en Repláblica Democrática Alemana. Elección que, como en otros casos, representaba unas condiciones más duras de existencia, pero también la lucha contundente por la paz y contra el revanchismo.En 1928, Anna Seghers publicó La rebelión de los pescadores de Santa Bárbara (Der Aufstand der Ficher von St. Bárbara), y en 1942 La séptima cruz (Das siebte kreus), novela que acaba ahora de editarse en España. En la RDA es presidente de la Unión de Escritores Alemanes, y recibió en dos ocasiones el Premio Nacional de Literatura. En 1952 Brecht adaptó una de sus obras radiofónicas, El proceso de Juana de Arco en Rouen, en 1431, que estrenó el Berliner Ensemble el 26 de noviembre.

La séptima cruz

de Anna Seghers. Editorial Akal. Madrid 1976

La unión de los nombres de Brecht y Anna Seghers (seudónimo de Netty Reiling) no puede parecernos casual. Ambos escritores tuvieron una trayectoria política similar y adoptaron una posición de lucha permariente contra la barbarie nazi. Brecht dejó en su crónica escenifícada Terror y miseria del Tercer Reich, un testimonio sintetizado de las miserias, horrores, miedo y represión, arbitrariedad y absurdo de la Alemania nazi en los últimos años treinta, cuando el régimen había impuesto su insensata guerra de agresión. En ese mismo período, con el trasfondo internacional de la guerra civil española, la consolidación del estado policíaco, el establecimiento de la primera red concentracionaria, la omnipotencia de las SA, y las SS, la intoxicación ultra nacionalista, racista y antipopular, etcétera.

La evasión

En La séptima cruz, Anna Seghers nos cuenta la evasión de siete prisioneros del campo de concentración de Westhofen. Cuatro son apresados de nuevo, dos mueren en la huida,sólo uno, Georg Heisler, logra finalmente escapar a Holanda.Aunque la narración cuenta minuciosamente los avatares del penóso calvario de este personaje, hasta montar en el barco que le llevará lejos del horror, es todo un gran fresco social el que se despliega ante nosotros. Para ello, la escritora emplea una técnica narrativa en la que mediante la utilización del montaje en paralelo, nos presenta acciones simultáneas en el tiempo y distantes en el espacio, a través de secuncias aprestadas en el que alternan monólogo interior, narración y diálogo en eficaz equilibrio.

La intención fundamental de Anna Seghers en su novela, consiste justamente en mostrar las miserias de la vida cotidiana en la Alemani nazi, pero también, esos impulsos vitales que aseguran la continuidad de la existencia. La peripecia de Georg Heisler nos descubre una sociedad aterrada, en la que el sistema policíaco ha hecho creer la desconfianza absoluta entre las gentes, los amigos, las familias. En donde el miedo domina todos los comportamientos, genera la insolidaridad, silencia las bocas: una palabra puede acarrear los mayores peligros, y obliga a aceptar a los trabajadores un régimen de explotación creciente.

Muestrario de la resistencia

Sin embargo, en ese mundo en el que han desaparecido las organizaciones democráticas, los partidos obreros, los sindicatos de clase, donde se ha asesinado y encarcelado a los dirigentes, los comunistas mantienen el rescoldo de las viejas luchas, enarbolan la bandera de la resistencia a la barbarie. Incustrados en lo más hondo de la sociedad, eludiendo vigilancias y pesquisas de todos los tipos de confidentes, se esfuerzan por mantener la idea de que el nazismo sucumbirá, practican la solidaridad, sostienen la organización. Esta resistencia con todas sus limitaciones, salva a Georg Heisler. Pero el propio Heisler aviva el espíritu de resistencia. La novela es, en definitiva, un muestrario de esta resistencia surgiendo en el interior de la vida cotidiana en la zona mitad campesina, mitad industrial que rodea Frankfurt.Cuando Anna Seghers escribió La séptima cruz, en 1941, quería descubrir a los luchadores antifascistas del mundo y a sus compatriotas en particular, la existencia de una lucha difícil y angustiosa en el interior de la Alemania hitleriana. El mundo ya sabía entonces por qué lo sufría en su propia carne, cual era la auténtica realidad del nazismo. Para nosotros tiene sin embargo, el valor de testimonio de aquellos años y de cómo los hombres, en las condiciones más dificiles, con sus contradicciones a cuestas, son capaces de luchar para que la historia no detenga su curso.

La séptima cruz, es un clásico de la literatura antifascista que por ello tiene esa capacidad de objetivar hechos históricos y de aproximarnos a nuevas situaciones. Su lectura para nosotros, al margen de nombres y anécdotas, nos trae comportamientos, relaciones, sensaciones que conocemos y hemos vivido en nuestro país. hasta hace bien poco. Nos permite comprender el envilecimiento a que arrastra a toda una sociedad un Gobierno terrorista y también cómo se sigue luchando por salvar la dignidad humana. Su lectura nos servirá para conocer mejor situaciones como la de Chile, por ejemplo.

Nadie piense que su lectura conlleve esa euforia típica del heroismo revolucionario. Por el contrario, un sentimiento amarlo, una desazón angustiosa nos invade. Pero esas sensaciones no se cierran sobre sí mismas, sino que abren el camino a una esperanza renovada en la fuerza de los hombres unidos para vencer en las circunstancias más difíciles. Nosotros sabemos hoy que las peores plagas políticas acaban por sucumbir, pero se necesitaba unas convicciones muy firmes para creer eso en 1941. Quizá porque para Anna Seghers no se trataba de postular un humanismo ilusorio, sino de buscar la plena realización del, hombre en el socialismo, y en ese combate, sus métodos de análisis y sus instrumentos políticos proporcionaban un soporte a su esperanza más poderoso que la fe.

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