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Publicación de la "Minerva" en castellano

Uno de los dos lingüistas vivos de mayor trascendencia en la teoría actual, A. N. Chomsky (el otro es R. Jakobson), escribía estas palabras en 1968, refiriéndose al Brocense: «En lo que atañe a Sánchez, el olvido es total.» Aunque esto no puede ser tomado al pie de la letra (contábamos ya con la elaborada tesis del profesor C. García), en Iíneas generales algo hay de ello, refiriéndose a otro aspecto de la cuestión, F. Lázaro declaró hace poco: «No puede resultar sino bochornosó el que la Minerva esté todavía pendiente de publicación en castellano.»Hoy podemos decir, en cambio que contamos con la deseada edición; efectivamente, F. Riveras se ha esforzado en traducirla, y Cátedra la ha puesto a disposición del rector. El actual renovado interés por la obra ha surgido del hecho de que constituya antecedente efectivo de la llamada lingüística cartesiana, armazón conceptual que a su vez trata de desarrollar explícita mente la teoría lingüística de nuestros días. Quizá quien primero lo notó fue don Vicente Salvá, como salta a la vista a cualquier estudioso que se haya asomado a su gramática, y ha hecho advertir concretamente J. M. Blecua, luego lo notaría Lázaro y, desde luego, los ge nerativistas.

Del Brocense ha atraído a lo largo de la historia del pensar lingüístíco su afán de reducir la aparente maraña de los datos a unos pocos principios razonados, según apunta C. Otero, quien asimismo añade. «Para dar cuenta de algunas de las que hoy llamaríamos «transformaciones delectivas» Sánchez reelabora y desarrolla la tradicional teoría de la elipsis.» Otro investigador, M. Breva Ciaramonte, interpreta que el Brocense incorporó a la teoría «un nivel sintáctico intermedio entre el universo semántico y las estructuras observables de la oración hablada», lo que aproximaría a F. Sánchez a los heterodoxos chomskyanos más que al Chomsky estándar, según cree por su parte el mismo Carlos Otero. Estos hechos insinúan que en los problemas de interpretación de la Minerva existen importantes discrepancias, y no sólo en ellos: previamente existen los textuales, el primero de los cuales la existencia de una exigua Minerva, como la llama Luis Michelena.

El estudioso introducido en la lingüística actual que se acerque a la Minerva ahora editada, seguramente encuentre olvidos en la introducción y bibliografía compuestas por el traductor.

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