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CINE / FESTIVAL DE SAN SEBASTIAN

Habrá problemas para el jurado

Ángel S. Harguindey

El festival entra ya en su tercio final. A partir de ahora las especulaciones sobre los posibles premios serán el tema central de los corrillos del María Cristina. A tenor de los comentarios, parece que la concesión se encuentra en una etapa difícil y peliaguda, pues lo cierto es que el número de películas acreedoras de algún galardón no parece llenar el número de los mismos. Mas de todo ello se informará a su debido tiempo.Lo que es evidente es que el interés cinematográfico se centra, en su mayor parte fuera de los filmes seleccionados oficialmente a concurso. El ciclo de Thriller, el dedicado a Humphrey Bogart y algunas películas del mercado del filme, poseen un interés mayor para el aficionado que la gran mayoría de las proyectadas en el teatro Victoria Eugenia, si bien ésta es una apreciación subjetiva.

En la mañana de ayer, sábado, se proyectó la película El cielo se cae, de Silvio Narizzano, con Denis Hooper, Carrol Baker y Richard Todd en sus papeles centrales. La acción transcurre en Mojácar, y en ella han colaborado todos los habitantes de la ciudad. Se trata de un filme sorprendente por varias razones. En primer lugar porque es uno de los escasos ejemplos en los que una empresa privada española financia un filme con ese reparto y con las características de las películas que sin llegar a adcribirse a la cinematografía underground, tampoco pueden ser enclavadas en las producciones espectaculares. El nombre de Denis Hooper -realizador de Easy rider y The last movie- es un aval para aquellos que se plantean el cine no como negocio a corto plazo, sino como la manifestación cultural de mayor repercusión popular del presente siglo.

Hooper y sus amigos, entre los que se encuentra el realizador, hacen cine porque lo aman; lo mismo se puede decir de quien produce este tipo de películas. El cielo se cae entronca, a nuestro juicio, con los relatos cortos de Scott Fitgerald -sobre todo con El desguace- con el malditismo norteamericano en el que El fracaso es centro y tema de reflexión y, en definitiva, con todos aquellos que exhiben lúcidamente su desprecio por los sistemas establecidos, por los autocomplacientes y autoconmiserativos, por los maniqueos que juzgan el éxito por el dinero tenido.

Amory Blaine, el personaje central de A este lado del paraíso, comenta en cierta ocasión que «detesto un sistema en el que el más rico se lleva siempre a la muchacha más hermosa». Pues bien, El cielo se cae no es otra cosa que la sublimación de la frase de Blaine llevada a sus últimas consecuencias, la muerte. Esperemos que la película, sobre cuyas cualidades cinematográficas no nos definimos pueda contemplarse pronto en nuestras pantallas.

En el ciclo de los Nuevos creadores se proyecto, también ayer sábado, Colorín colorado, de José Luis García Sánchez y con un equipo muy similar al de El love feroz. Creemos que se trata de un intento de recuperación de la comedia española, pero desde una perspectiva de la izquierda. El vodevil -pues de eso se trata y así lo reconoce su director- es una fórmula perfectamenle aceptada por el público mayoritario. El equipo de Colorín colorado lo asume y lo reinterpreta dándole un contenido muy distante del tradicional -tradicional en los últimos cuarenta años-. El resultado difiere notablemente de las comedias de sostén y braga, e incluso de las de braga solamente.

La Brand bouffe, una de las obras más coherentes del tándem Ferreri-Azcona se proyectará en la Semana Internacional de Cine de Barcelona. Ello quiere decir, entre, otras cosas, que ha pasado la correspondiente censura para festivales. Sus distribuidores pretenden estrenarla este mismo otoño. Está visto que de seguir, así las cosas las carteleras españolas, conseguirán llevar un retraso con respecto a las de Europa de sólo dos o tres años.

Y ya para finalizar, una buena noticia a los aficionados españoles: la censura de carteles -que también la hay- ha permitido la exhibición del cartel de mash, de Robert Altman en su versión original (una mano con dos piernas y un trasero). Hasta la fecha sólo se había permitido el cartel con un guante que enfundaba los dedos y el trasero. El distribuidor español había tres versiones distintas de la tan citada mano.

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