Juan Rejano descubre en México a "Don Lindo de Almería"
A principios de febrero del año 40 inicia su vida en México Romance, «revista popular hispanoamericana». Buscando por sus páginas y escondido o casi tras la simbología de dos iniciales, nos asalta la presencia de Juan Rejano, que escribe sobre jdon Lindo de Almería, de Bergamín y Rodolfo Halffter. Rejano, muerto recientemente, ha sido recordado, aun cuando, acaso, no todo lo que merece el poeta de Puente Genil. Emigrado a México. desde allí cantó sus nostalgias españolas: Fidelidad al sueño, Oda española, El Genil y los olivos, El río y la paloma. Como casi todos los poetas de su generación, Rejano amó la música porque la sintió. Así, versos y pentagramas aparecieron del brazo, cada día, llevados por Alberti y Gerardo Diego, por Lorca y Cernuda, o por los transicionales, alguno de tan enraizada afición musical como José Moreno Villa. Desde la música, Falla podía presidirlos y hasta incitarles (recuérdese el Romancero, de Lorca), como ellos incitaron a don Manuel (piénsese en el Soneto a Córdoba). Mezclados con los poetas, en la inquietud y la amistad, estaban los compositores: Esplá, también transicional en cierto modo, los Halffter, Bacarisse, Bautista, Pittaluga, Gustavo Durán, los musicólogos, Bal y Gay, Martínez Torner o Adolfo Salazar, sobre el que tan bellamente escribiera Luis Cernuda.Don Lindo, en su tierra
José Bergamín, constante sembrador de inquietudes, en cuya Cruz y Raya publica Falla sus Notas sobre Wagner, creó el argumento de Don Lindo de Almería, ballet al que puso música Rodolfo Halffter. Bajo el cielo de España, en forma de suite de concierto, había sonado Don Lindo en Barcelona, con ocasión del Festival Mundial de la S.I.M.C., durante la primavera del 36. En París, lo programó la Orquesta de la Sociedad de Conciertos del Conservatorio. Pero Don Lindo no vivió su auténtica naturaleza, plástica, sonora y danzada, hasta enero de 1940, cuando Ana Sokolow lo monta en la capital mexicana.
A tal suceso se refiere Juan Rejano en su artículo de Romance titulado Don Lindo de Almería en el cielo de México. En prosa poética, Rejano nos sitúa sn el ámbito de la obra, por lo que dice y por cómo lo dice: «Escondido en la luna de enero. por los aires teológicos, cuyas alas se mueven desde una España antigua cada vez más nueva, Don Lindo de Almería, caballerito andaluz del olvido y el recuerdo, ha bajado a los verdes maizales de México. Antes había bajado de su cielo eterno -donde aseguran que es castizamente sobrio, como un hético originario, entre la abundancia aurirrosada de los ángeles-, al propio suelo de España. ¿Qué busca Don Lindo en su tierra? El cerdito que cabalga le recuerda sus navidades infantiles o, más bien, su San Andrés hogareño -«Por San Andrés, quién no mata a un cochino, mata a su mujer»-, con zambombas y panderos rodeando negras sartenes de lomo y humo. ¡Ay de los días niñoscomo arroyos lejanos!»
La evocación continúa: el burro abridor de nostalgias de prados claros, la cacatúa portadora de excitantes airescoloniales; los picadores, los curas, «llamas apagadas dogmatizando en el aire»; la pareja de guardias civiles, las suspirantes mulatas, «abanicos bajo las palmeras de sus batas de volantes»; la mocita «de talle de nardo». «Lo que Bergamín se ha propuesto -sigue Rejano- en esto que él flama escenas de costumbres andaluzas... es sumamente original. No se procede aquí por acumulación, sino por desintegración. No por revelaciones, sino por abstracciones. Parece como si en lugar de imaginar -de crear- unos tipos y una anécdota, se hubiese ido a tomarlos al retablo donde ya existían, viejos como el polvo del tópico, para irlos, poco a poco, reduciendo -y elevando- a una cifra elemental, que nos devuelve indirectamente la realidad, a fuerza de evocación».
Don Lindo, en los pentagramas
A las ideaciones bergaminianas responde el entonces joven Rodolfo Halffter con su visión suelta, irónica y sazonada de la España pintoresca. Se trataba de buscar salidas al nacionalismo, y una de ellas podía ser la ironía y la estilización, más al gusto strawinskyano que al de Falla en sus viajes a la profundidad de los orígenes. En Don Lindo se escuchan guajiras (¿cómo no ha de haber guajiras, cuando la cacatúa impone su mensaje habanero? Recordemos El loro, de Pittaluga o Cuba dentro de un piano, de Alberti, que, más tarde, musicara Montsalvatge). Suenan melodías de aliento popular, seguidillas, aires de pasacalle o zapateado y hasta lejanos ecos renacentistas, que también se llevaban por aquellos días. Pero todo está visto con ojos desenfadados, desde un punto de mira tragicómico y lírico que engendra una batalla entre la melodía popularista, alegre o melancólica, y las agresivas disonancias capaces de acibarar el bullicio del tópico. En términos de hoy: escritor y músico desmitifican desde una espontánea y tierna condescendencia. En definitiva, ¡está todo tan cerca!
El espectáculo, la feria de sonidos imaginada por Halffter, la fábula de Bergamín, los vivos escenarios, la coreografía, entusiasman a Juan Rejano. Desde la lejanía, probablemente las cañas de la ironía se le tornaban lanzas de nostalgia. Como a los autores de la idea y los pentagramas. Han pasado treinta y seis años. Rodolfo Halffter está en Compostela dictando cursos de composición; a Bergamín. podemos encontrarlo en el libro, la revista o en el comedor de El alabardero, frente al Teatro Real. Juan Rejano se nos marchó, como él decía de Don Lindo, «en alma viva, sin cuerpo, en alma aborrecedora del cuerpo. dejándonos en el espacio de su fulgor estos humanos trofeos». Por ejemplo, su crónica del primer número de Romance. Por ejemplo, sus versos.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.