Las "advertencias" de Bonn y Washington, motor de una posible crisis política inglesa
La crisis política que se ha desatado en la Comunidad Europea a raíz de las «advertencias» norteamericanas, alemanas, francesas e inglesas, respecto del comunismo italiano, está también muy relacionada con el delicado proceso que se está viviendo en Gran Bretaña. Al parecer, el señor Callaghan, que formó parte del grupo de «consejeros» de Roma, resultó, a su vez, «aconsejado». En ese sentido, su papel habría sido muy similar al del señor Fanfani, o al d el señor Moro, quien antes, y en el trascurso de la conferencia de Puerto Rico fue, como se sabe, informado de la posición de Washington, Bonn y París, y hubo por lo tanto de actuar, en su país, como portavoz de sus poderosos partenaires. Ahora, en los círculos que rodean al señor Foot y a los dirigentes de las Trade Unions se señala que Callaghan, que hace un mes y medio parecía dispuesto a cierto grado de transigencia con los sindicatos, «cambió repentinamente de opinión» después de la famosa cumbre portorriqueña. La versión, que viene a confirmar lo adelantado desde esta columna (ver EL PAIS del 4 de julio) sobre la actitud de Kissinger y de Schmidt frente a la situación económica británica, explica en buena medida la marejada que se ha registrado estos días en el seno del laborismo y del Gobierno de Londres.
A mediados de este mes el señor Callaghan les comunicó a tres de los líderes más conspicuos de las Trade Unions. Jack Jones Hugh Scalon y Len Murray -por intermedio, según se asegura, -de su amigo Roy Jenkins, próximo presidente de la Comisión Europea- su «decisión definitiva» de reducir el gasto público para el próximo ejercicio fiscal en unos 1.300 millones de libras -anunciado ahora por Healey-, lo cual equivale al congelamiento de los empleos burocráticos, al corte de créditos para algunas grandes industrias estatales y a la suspensión de los planes de expansión hospitalaria y de la Seguridad Social.
Según los expertos, tal decisión aumentará en, por lo menos, 80.000 el número de parados, más de la mitad en el sector público.
Por otra parte, la medida viene a vulnerar los compromisos adquiridos por el «premier» Callaghan con el ala izquierdista del laborismo, en ocasión de su reciente elección como sucesor de Wilson, lo cual explica, entre otras cosas, la ausencia del ministro de Energía, Benn, en la firma del «contrato social» con el TUC (confederación de sindicatos), el 29 dejulio. El Labour Party, que nunca ha sido un partido homogéneo, o al menos no tanto como el de los tories, se enfrentará así ahora con el peligro de una escisión.
De ahí a la crisis de Gobierno y a la necesidad de ir a unas elecciones generales antes de tiempo puede mediar solo un paso.
El señor Callaghan se encuentra, pues, en una encrucijada complicada, puesto que las advertencias de Kissinger y de Schmidt no Je dejan ningún campo de maniobra. Pero lo grave es que tampoco se lo dejan a Gran Bretaña. En la city se comenta que el planteamiento de Bonn y de Washington ha sido claro y terminante: o Londres pone en marcha antes del otoño una política económica de «absoluta austeridad », de más envergadura que el recorte actual, o Estados Unidos y Alernania le retirarán a Gran Bretaña el «fondo» de 5.000 millones de dólares que Estados Unidos y la CEE pusieron en mayo a su disposición para sostener a la libra.
En cambio, si Londres termina por aceptar la «sugerencia» norteamericana y alemana, «dictada -habría dicho Schmidt- por la necesidad imperativa, no sólo económica, sino también política y estratégica de Occidente», el respaldo para la libra no se tocaría, y Bonn consideraría además la posibilidad, luego de las elecciones alemanas de octubre, de aumentar -de 800 a mil millones de dólares más- sus Inversiones en las explotaciones petrolíferas inglesas del mar del Norte. Sin embargo, esta compensación no puede servirle de mucho a Callaghan. Por eso; los medios financieros y diplomáticos de Europa empiezan ya a preguntarse qué hay detrás del ultimátum germano-norteamericano: y a sospechar que tiene otros alcances. Porque a pesar de que Callaghan es un atlantista «seguro» -más incluso que los conservadores- lo cierto es que su futuro electoral, a largo plazo, resulta bastante incierto. Su caída, en los próximos meses, beneficiaría a los tories; su relevo normal, dentro de unos años, con un laborismo afianzado por el «pacto social», podría capitalizar a Foot, o a una izquierda aún más extensa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- RFA
- James Callaghan
- Opinión
- Comunismo
- Sindicatos
- Alemania
- Italia
- Sindicalismo
- Reino Unido
- Francia
- Estados Unidos
- Europa occidental
- Política exterior
- Dictadura
- Ideologías
- Relaciones laborales
- Gobierno
- Unión Europea
- Organizaciones internacionales
- Europa
- Administración Estado
- Trabajo
- Política
- Relaciones exteriores
- Administración pública