Una personal visión de Ramón J. Sender sobre la religión

Ensayos sobre el infringimiento cristiano quizá debe ser leído como el testimonio personal o personalísima visión que su autor, el novelista Ramón J. Sender, nos da de la religión y lo religioso. Por otra parte, quizá únicamente así es aceptable, porque sin ir más allá, gran parte del aparato erudito de Sender en tomo a la historia de las religiones pertenece más al pasado que al presente, es contemporáneo más bien de Salomón Reinacha o de Couchoud -el último historiador de las religiones, que se empeñó en negar la realidad histórica de Jesús, como Sender lo hace- que de este tiempo nuestro de después de Bultman, de la teología del ateísmo cristiano de Altitzer o de la lectura materialista de la Escritura que es la última lectura propuesta para ella por una minoría teológica. Sorprende, por eso, ver, por ejemplo, la insistencia de Sender acerca de los orígenes de la svástica y sus connotaciones religiosas cuando incluso en estudios modernos de arte y a propósito de la simbolología de la cruz y el árbol o de la orientación hacia el este de los templos, la crítica actual incluso católica ha ido mucho más lejos sin pararse para nada en las exorbitantes consecuencias teológicas que Sender trataría de sacar de todo ello.Ramón J. Sender tiene, por supuesto, el entero derecho para entender las cosas como las entiende, y a un lector no familiarizado con los estudios de tipo histórico y religioso o teológico le fascinarán estas páginas llenas de incitaciones, y, a veces, de poesía o en cualquier caso de alta retórica y lirismo, pero, si ese lector cree tener en su mano un estudio serio de la religión, una hermenéutica libre y no ortodoxa pero solvente de la religión y en concreto del cristianismo, va a quedar muy defraudado. Mucho más si ese lector es hijo de este tiempo en que no se considera al cristianismo como una religión y se ve cada día con más claridad que Jesús se alza precisamente contra toda religión y todo mito y sitúa al hombre en una historia de salvación, de relación personal y comunitaria con Dios liberándole de los viejos temores, de los miedos y las constricciones de las religiones de cualquier tipo, unidas siempre al ciclo de la naturaleza y a las impotencias humanas, a oscuros y esotéricos misterios. Pero, de todas formas, Ensayos sobre el infringimiento cristiano, además de un libro muy hermosamente escrito, es un testimonio de cómo un novelista de gran altura como Sender, que, además, ha practicado el ensayo de altos vuelos con una gran solvencia, puede mostrarse tan intensa y extrañamente atado a viejas lecturas y viejas ideas precisamente en un campo como el de la historia comparada de las religiones o el de la historia del cristianismo y la hermenéutica bíblica que tantos pasos de gigante ha dado y da casi cada año. Las ideas y lecturas de Sender ya eran viejas en tiempos de Loisy, y Duchesne ejercitaba su mordacidad sobre ellas tanto como sobre las ideas de los historiadores fundamentalistas del cristianismo primitivo o de los sostenedores de hermosas leyendas.