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Los cubanos piden permiso para pescar en aguas británicas

Juan Cruz

La petición hecha por Cuba para pescar en aguas británicas y la intención soviética de ampliar sus dependencias diplomáticas en Londres han vuelto a traer a la actualidad inglesa los tópicos de la guerra fría.En el caso soviético, lo que quiere la embajada es comprar un nuevo edificio en el centro mismo de la capital inglesa. Algunos parlamentarios conservadores han visto en esta expansión inmobiliaria el reflejo de un deseo de expansión de influencia política.

En ese sentido, se resucita la teoría de Douglas Home, ex ministro de Exteriores del Gabinete conservador, que al principio de esta década subrayó la guerra fría expulsando de este país a un grupo de diplomaticos soviéticos, acusándolos de haber estado espiando en Gran Bretaña. Esta actitud conservadora ante la presencia de los soviéticos aparece ahora frecuentemente en los discursos de Margaret Thatcher, la líder de la oposición. En Alemania, ante un congreso internacional de democristianos, la señora Thatcher pronunció unas palabras que se hicieron famosas: «Todos los niños de Europa, todos los niños del mundo, conocen la historia de Caperucita Roja y lo que le pasó a su abuela en su casa del bosque. A pesar de las voces ahora más suaves de los partidos comunistas de Europa, tenemos que estar atentos al apetito del lobo». El lobo para Margaret Thatcher, procede de Moscú. En estos momentos, la líder conservadora estudia la política exterior soviética. Se espera que el próximo fin de semana lea sus conclusiones en una conferencia del Partido Conservador. Será un nuevo ataque a la Unión Soviética y a su presencia en el mundo occidental.

Este tipo de ataques le ha valido a Marcaret Thatcher una definicion irónica, que la prensa de Moscú repite: la llaman «la señora de acero».

Aparte de las ironías, tanto estos discursos como la atención que se le prestó a Solshenytsin en Gran Bretaña han contribuido a enfriar las relaciones entre este país y la Unión Soviética. La obsesión ha llegado a ser mutua a nivel oficial. Mientras los ingleses piensan, como dijo hace unos días un diputado conservador, «que no cabe duda de que todo ciudadano ruso es un espía en potencia», los soviéticos han llegado a decir que los británicos son los guardianes de una «democracia putrefacta».

Este enfrentamiento ha tenido su reflejo en la respuesta que se le ha dado en Gran Bretaña a la petición cubana de pescar, en el Mar del Norte, y en el Canal de La Mancha. La federación de pescadores ingleses afirman que la flota pesquera cubana que se quiere introducir en aquellas aguas es una sucursal de la poderosa flota soviética, que quiere mantenerse a toda costa en esta zona del Atlántico. En Gran Bretaña se considera que los buques de pesca rusos cubren algo más que intenciones meramente comerciales.

Otro dato político que hace difícil una respuesta positiva a la petición cubana es la implicación que el país canibeño ha tenido en la guerra de Angola y en el desarrollo posterior de los acontecimientos en aquella ex colonia portuguesa. Los brilánicos, y especialmente los conservadores de la oposición, han acentuado su postura contraria a la actitud cubana en el conflicto después de la ejecución de los mercenarios ingleses que lucharon en Angola contra tropas de Agostinho Neto y de Fidel Castro.

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Una de las razones estrictamente pesqueras para rechazar a los cubanos es la de que, a causa de los métodos que éstos usan, resulta imposible comprobar si las pescas que realizan responden a las cuotas.

La única manera que tendrían los británicos de deshacerse de la amenaza cubana, sería consiguiendo cuanto antes la aprobación por parte de la CEE de los límites marinos exclusivos que Inglaterra pretende. Si se fijan las 200 millas antes de noviembre, que es cuando la comisión de pesca del noroeste del Atlántico decide sobre la petición cubana, los temores ingleses podrían desaparecer.

Si la CEE tarda en aprobar estos límites marinos, Gran Bretaña podría hacer una declaracion unilateral, «y entonces los cubanos y los rusos nos harían a nosotros lo que nosotros hicimos a los islandeses», ha dicho un portavoz del Gobierno de Londres. Como se recuerda, la guerra del bacalao, que enfrentó a Gran Bretaña con Islandia, se produjo cuando este último país cerró sus aguas costeras e Inglaterra se negó a aceptar esa postura unilateral.

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