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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Catalunya como ejemplo

Dentro del ámbito del Estado español, Catalunya no es, evidentemente, el «país-líder», pero sí puede ser el «país-ejemplo», ya que por su grado de desarrollo económico, cultural y social presenta cumplidamente lo que será la España del futuro próximo.Por ello los proximos años podrían ser la «chance» catalana en el conjunto hispánico. Ya hubo una durante la segunda República que fue desaprovechada por políticos catalanes llevados al, Poder por una corriente accidental que no habían sabido crear y que no supieron dominar: "Critigar de ser Ios representantes de la Catalunya -europea de, aquel los momentos, más bien fueron una última versión de un modelo político verbalista e ineficaz, muy siglo XIX español.

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Josep María Figueras y Miguel Herrero de Miñón

Hay que evitar que se repita tal situación en la nueva oportunidad que se puede presentar. El político catalán podrá tener un papel en esta España que parece esperanzádamente, querer en formas de vida social, económica, cultural y política, si partiendo de una raigambre espontánea y viva en su propia realidad inmediata, procura no, caer en un locallismo estrecho y apocado, resultado -a menudo inconsciente de un sentiminiento de inferioridad- que el catalán debe sacar de encima-.

Pues sigue siendo de máxima actualidad el hecho evidente de la ausencia casi total de catalanes en gobiernos, de los últimos cuarenta años ausencia que todavía se dejan notar en el equipo actualmente en el poder. Ante este hecho, no me parece un buen punto de partida para el futuro Ias simple queja ni la aparente satisfacción. Vale la pena me parece ahondar en la cuestión y tomar posiciones claras ante ella.

Hasta ahora el fenómeno era lógico. La guerra civili signifi có la derrota de lo que Cataluña mayoritrariamente, sentía y representaba. Si después de ella los catalanes en el Gobierno, fue en virtud de una mera «concesión geográfica». Dichos ministros no pretender una representativa autentica con frecuencia,eran catalanes sólo por el accidente del lugar de nacimiento.Y su número porque no tenían otra base sociológica que la de una pequeña minoría, ni representaban (si es que llegaran a hacerlo) más que a minorías cuyas raíces estaban más fuera que dentro de Catalunva.

No deja de ser significativo que en la hora emprender una nueva ruta, el país que mejor preparado está para el cambio, no se halle mínimamente- presente, aunque fuese a titulo personal- en los órganos de dirección.

""Poque es un Gobierno que viene todavía del pasado», se dirá. Con razón seguramente. Pero procuremos que las razones de ayer no, se conviertan en excusas para el mañana: ¿Estamos seguros que la presencia efectiva de los catalanes en los gobiernos venideros -que ya no saldrán del pasado- será mucho mayor si, el horizonte de los políticos locales no empieza a ensancharse?

Es evidente que Ias fuerzas políticas catalanas -sin excepciones ni, a derecha ni a izquierda deben tener hondo arraigo en el país, han de ser emanacion del pueblo de todo el pueblo han de expresar su voluntad y defender sus irrenunciables derechos. Mas, si quieren estar a la altura de los tiempos, si desean cumplir su misión, es preciso que, bien erguidos sobre, la realidad catalana, hagan sentir su voz por todo el ámbito del Estado españól, participen en la política genera española, y aspiren a orientarla de acuerdo con sus Propias concepciones.

Sería paradójico y políticamente culpable, -aunque no sería la primera vez- que cuando España se encamina colectivamente hacia formas de organizaciónj política, hondamente enraizadas en la manera de ser del pueblo catalán, sus hombres más representativos se limitasen a «cultivar l'horter», dejando ocasión de tomar sobre sí las reponsabilidades que Cataluña y España entera tienen derecho a esperar que asuman.

Uno de los graves problemas de la España de los dos últimos siglos radica en la falta de correspondencia entre los centros de gravedad democrático y económico- progresivamente desplazados hacia la periferia- y de centro de gravedad -político que permanece en la meseta. Si realmente se desea que la España oficial venga a coincidir con la España real, resulta indispensable que la periferia adquiera el peso político que corresponde a su peso demográfico, económico y cultual. Esto habría de conseguir sin tener que buscar valedores en Madrid -como ocurrió, en una situación pareja, durante la segunda República-, sino gracias a que los catalanes, además de tener admirablemente «cuItivado nuestro huerto» pudieramos presentar una nueva, y generosa visión de España -pactista, abierta, democrática, equilibrada- ,que constituyera un modelo atrayente para todos y que fuera capaz de «informar» nuestra vida colectiva en el futuro próximo.

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