Ninguna "condena "del libro resultó nunca definitiva
En la ciudad de La Coruña y con motivo del Congreso Nacional que allí celebrarán, el próximo verano, los libreros españoles, va a ser erigido un monumento al libro. Aunque mi información sea de urgencia, no tengo noticia de la existencia de ningún otro monumento de intención específicamente semejante, al menos en nuestra Patria, y acaso en todo el mundo. Merece, pues, La Coruña, un elogio sin calificativos ni restricciones, a fuer de sincero. Porque el libro, digámoslo bien claro, y pese a engañosas apariencias, no tiene aún el reconocimiento social que le corresponde. Sí, es cierto, hay un día del libro, de tradición cincuentenaria y con arraigo tan hondo y hermoso, como la popular fiesta del libro y la rosa en el entrañable día de Sant Jordi, en Barcelona. Más de treinta ciudades españolas celebran ya una feria del libro. Pero la tendencia mercantilista a ver en el libro una simple mercancía y la falta de sensibilidad ante los reiterados ataques a las librerías, son señales inequívocas de una situación de hecho.Por vieja profesión,conozco que, en la tanponderada Atenas helénica, ya los libros de Anaxágoras: fueron destruidos hace veinticinco siglos. Sería lastimosa la relación de tales errores desde entonces hasta hoy. Y si siempre es d ura la simple condena transitoria-del libro, al menos sabemos que nunca resultó definitiva -y no oculto el mea culpa que por mis circunstancias me corresponda-aún lo es más cuando resulta indiscriminada, general y ciega. Si mi memoria, no me engaña y no se han"producido nuevos hechos recientes, setenta y una librerías han sufrido daños mayores o menores, en los últimos años, por manos más equivocadas que cualquier otra cosa. De esas piedras, botellas u otras armas arrojadizas, en razón de la crono logía, la mitad han rebotado metafóricamente sobre mi mesa. Porque las librerías españolas afectadas pueden llevar tal o cual nombre y exhibir este libro u otro en sus escaparates, pero en ellas no hay más mercancía que la letra im presa, ' cumplidos los requisitos legales corres pondientes y con posibilidad -pese a lo ante rior- de poder ser llevados ante la jurisdicción judicial correspondiente. Y no hablo en hipóte sis, pues de hecho así ha sucedido.
Ni el cumplimiento de los trámites legales ni el ser letra impresa, ni el llevar el noble nombre del libro, significa la adhesión, la aprobación o el regusto en todo cuanto se edita. Pelo sí obliga al respeto. Y hasta si hubiese razones que no razón, para la queja, nunca será la mano airada el argumento válido, que jamás se convencioal mal libro con el peor palo, sino con mejor pluma. Así lo hizo Cervantes apedreando al sed¡ciente Avellaneda con un varapalo del que no se rehizo: la segunda parte del Quijote.
Si la incivil, mano que atenta contra las librerías es tan esquiva, voladiza e irracional que nadie aún pudo hallarla, antes que el librero, que también es ciudadano y hombre, pueda perdersu probada paciencia, acaso habría que pedirle, agarrando la ocasión por los pelos, que se detenga tan lamentable serie como gesto de colaboración a la iniciativa de La Coruña. Al respeto q ue merecen el libro y los libreros, les basta con un monumento; no sea que tengamos dos: el de la bella ciudad gallega y un tributo a una profesión que va camino de arriesgada. Que no se pueda decir, que no ya el escribir, como dijo Larra, sino hasta tener libros para la venta, es motivo de llanto en esta amada España nuestra.
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