América Latina mantiene encendida la llama del fútbol femenino pese a la pandemia
México, Chile y Brasil, con la disparidad salarial y el machismo en los clubes como pendientes, muestran mayor solidez en sus proyectos en la región
Ellos juegan en los grandes estadios, ellas lo hacen en cachas de entrenamiento. Ellos cobran miles de dólares, ellas deben tener un segundo empleo para sobrevivir. El fútbol femenino en América Latina ha despegado a marcha lenta en algunos países. La desigualdad ha lastrado el crecimiento del deporte en la región y la pandemia de la covid-19 ha significado un duro golpe, pero las futbolistas mantienen encendida la llama.
“Los clubes tienen que poner de su parte para el fútbol femenino. La persona que juega fútbol en Perú es porque realmente le gusta un montón, porque no es para ganar dinero”, cuenta a EL PAÍS Miryam Tristán, la gran goleadora de la selección peruana. En la región las futbolistas afrontan el reto de los salarios. “En Argentina una jugadora de Primera División cobra lo mismo que un jugador de la cuarta categoría (350 dólares). Y no todas cobran”, menciona la periodista argentina Ayelén Pujol.
México, Chile y Brasil se han colocado a la vanguardia del fútbol femenino en la región, aunque aún arrastran serios problemas como el machismo dentro de los clubes y la disparidad salarial. La FIFA ofreció apoyos de 500.000 dólares a cada país para que impulsar este deporte ante el cierre de estadios y la crisis económica.
Colombia, la lucha contra la precariedad
A las futbolistas colombianas les sobran resultados para recibir apoyos. En la última década la selección de Colombia logró dos subcampeonatos de la Copa América en 2010 y 2014, las clasificaciones a los Mundiales en 2011 y 2015 y a los Juegos Olímpicos en 2012 y 2016. En los Juegos Panamericanos de 2019 conquistaron la medalla de oro.
En la final de la primera Liga profesional femenina, en 2017, el Independiente Santa Fe se coronó frente al Atlético Huila en el estadio El Campín de Bogotá, ante más de 30.000 espectadores. El Huila ganó el torneo en 2018 y también la Copa Libertadores femenina. Pero debajo del césped las futbolistas enfrentaban condiciones laborales indignas y un ambiente hostil.
Isabella Echeverri y Melissa Ortiz rompieron el silencio con un vídeo en el que denunciaron a principios de 2019 irregularidades en el manejo de la selección femenina: la federación no les pagaba, tenían que cubrir sus propios boletos y gastos médicos, sus uniformes eran viejos o usados y a las jugadoras que se atrevían a hablar las vetaban. Sus denuncias resonaron con fuerza aunque también provocaron un pulso con los directivos que se prolonga hasta estos días.
Varias de las colombianas juegan en el extranjero: Echeverri y Natalia Gaitán son compañeras en el Sevilla, Leicy Santos juega en el Atlético de Madrid. La Liga femenina ha estado marcada por la lucha de las futbolistas contra la precariedad laboral. Desde 2018 se ha reducido tanto la duración del torneo como el número de equipos. América de Cali ganó la tercera edición que disputaron 20 equipos a lo largo de menos de tres meses en 2019, y Santa Fe repitió corona el año pasado, cuando ya había irrumpido la pandemia, en un torneo de 58 días y 13 equipos. La edición de 2021 está programada para apenas 45 días y sin conocerse el número de participantes.
La tierra de Marta aún no derriba sus muros
Brasil ha sido uno de los países más radicales en contra del fútbol femenino. El país prohibió que las mujeres practicaran el deporte entre 1941 y 1979. Uno de los primeros equipos se llamó Radar FC, el cual constituyó las bases para la selección femenina de Brasil en los ochenta y que participó en la primera Copa del Mundo en 1991. Luego vino la fabulosa generación de Marta y Cristiane. La canarinha fue campeona americana en 2003 y 2007, dos veces ganaron la medalla de plata en los Juegos Olímpicos y el subcampeonato del mundo en 2007.
Hasta 2013 la Federación Brasileña de Fútbol creó oficialmente la Liga femenina para sustituir a los torneos semiprofesionales. Las primeras campeonas fueron las jugadoras del Centro Olímpico en un torneo donde jugaron 20 equipos y con un solo club masculino involucrado, el Vasco de Gama.
El campeonato brasileño ha crecido en popularidad. Desde 2019, la federación brasileña exige a los clubes masculinos a tener un equipo femenino y uno de fuerzas básicas. El torneo cuenta con ocho equipos grandes de Brasil liderados por el Corinthians, equipo que presenció el lleno de su estadio con 28.862 aficionados. Aunque los equipos femeninos no juegan como costumbre en los mismos estadios que los hombres.
Argentina: llevar el fútbol fuera de Buenos Aires
En Argentina se juega al fútbol desde el 5 de octubre de 1913, fue hasta 1991 cuando se instauró de forma oficial la Liga femenina y hasta 2019 cuando se profesionalizó un poco más el campeonato. La Asociación de Fútbol Argentino (AFA) obliga a los clubes a tener al menos ocho jugadoras asalariadas, es decir, hay futbolistas que no cobran. “Hay muchas jugadoras que tienen otro trabajo además del fútbol. Las futbolistas deciden irse al exterior a dedicarse al fútbol aunque no les paguen demasiado en Europa, pero ahí pueden desarrollarse mejor”, cuenta Ayelén Pujol, autora del libro ¡Qué jugadora!: un siglo de fútbol femenino en Argentina.
Los principales clubes son Boca Juniors, River Plate y UAI Urquiza y en toda la Liga juegan clubes de Buenos Aires. “Uno de los principales reclamos es que el torneo sea más federal porque el fútbol está creciendo mucho”, agrega Pujol. No todos los clubes ceden los estadios al fútbol femenino y algunos de los principales canales transmiten los partidos.
“Las jugadoras tienen más seguidoras, así que la opinión pública está reclamando ver más partidos”, dice Pujol. La clasificación de la selección albiceleste al Mundial de 2019 elevó el interés y empezaron a resonar los nombres de Aldana Cometti, Mariana Larroquette y Soledad Jaimes. La pandemia frustró el torneo hace un año y en este 2021, como en el resto del continente ha negado el público en las tribunas.
México se vuelca al fútbol femenino
México tardó demasiado para apoyar la categoría. El país organizó y participó en un Mundial en 1971 aún sin el aval de la FIFA y, pese a la gran euforia que despertó, la categoría fue marginada. Los circuitos no profesionales mantuvieron con vida el anhelo de generaciones de mujeres por querer dedicarse al fútbol. Como en Sudamérica, las mejores futbolistas tuvieron que dejar el país para buscar una oportunidad, como los casos de Charlyn Corral y Stephany Mayor, hoy grandes figuras.
En 2017 se fundó el primer campeonato femenino profesional con 17 clubes. Desde ese año, el país norteamericano le ha tomado una mayor seriedad. La paridad salarial, la desigualdad de trato, un contrato colectivo y un seguro médico digno siguen siendo los principales pendientes. Las autoridades de la Liga han señalado que la competición aún no logra afianzarse como un gran negocio.
Hay 33,5 millones de aficionados a la Liga femenina de México, según datos oficiales. El enganche con la afición ha sido clave. En casi cuatro años la categoría ha dado un estirón importante al llegar a las transmisiones por televisión y a una gran parte de los estadios que usan los hombres. Rayadas y Tigres, que juegan en la ciudad norteña de Monterrey, han sido dos de los equipos con mayor inversión y mejores resultados. Un partido entre ambos clubes alcanzó un hito mundial: más de 51.000 aficionados en las tribunas, solo superado por los más de 60.000 espectadores en un Atlético de Madrid -Barça de 2019.
Si alguien simboliza el progreso del fútbol femenino es Mónica Vergara. Ella formó parte del primer Tri femenino en jugar una Copa del Mundo en 1999 y tuvo que buscar la forma de jugar en un país sin Liga. Se convirtió en entrenadora y consiguió uno de los mayores logros para México: llegar a una final del mundo con el equipo sub-17. En 2021 logró llegar al puesto de la selección absoluta, controlada durante más de 20 años por hombres y con pocos éxitos.
La Liga peruana, entre las sombras y las canchas de riesgo
La Liga femenina en Perú comenzó en 1999. Los clubes masculinos crearon sus categorías femeninas, pero al paso de los años las condiciones han menguado. “Los campeonatos no eran buenos porque los clubes no recibían castigo por no presentar equipos de mujeres”, explica Miryam Tristán, referente de la selección. Tristán recuerda que cuando empezó a jugar en aquel tiempo en Sporting Cristal a los 13 años tenían todo: campo para entrenar, uniformes limpios, vestidores, pero esas condiciones se deterioraron. En 2019 se transmitió, por primera vez, el clásico entre Alianza y Universitario, sin embargo, los partidos no siempre son retransmitidos por televisión. Los juegos suelen realizarse en estadios distintos a los de los hombres, donde incluso no hay camerinos. “A veces hay partes de tierra y césped, o están en la superficie los tubos de riego y es peligroso”, señala. “Tener un campo específico para fútbol femenino sería un privilegio”, agrega. Las futbolistas no reciben una remuneración, sino un pago para reembolsar gastos de transporte.
La Liga peruana es considerada para aficionados, pero compite en la Copa Libertadores, uno de los grandes proyectos para el fútbol femenino en el cono sur de América. La pandemia de la covid-19 ha restringido, en todo el mundo, que las selecciones femeninas puedan sostener concentraciones o partidos amistosos. En todo 2020, la selección peruana algunos días de entrenamiento entre noviembre y diciembre.
Chile, el triunfo del sindicato
Las chilenas no quieren dejar de triunfar. En 2016, la categoría vivía sus horas más bajas al ser relegada de la agenda de su federación. El apoyo que habían tenido desde la fundación de la Liga en 2008 parecía que se había esfumado y los clubes masculinos empezaban a claudicar. Las chilenas se unieron en bloque para fundar la Asociación Nacional de Jugadoras de Fútbol Femenino, una especie de sindicato para luchar por sus derechos como futbolistas y para dar un mensaje: una mujer puede vivir del fútbol con dignidad.
La Roja tomó impulso. Se clasificó para el Mundial de 2019 tras quedar segunda en la Copa América. En cuestión de Liga, el Colo Colo ha sido el club que no ha tenido reparo en apoyar al fútbol femenino y eso ha significado ganar 13 veces la Liga y también ganó la Copa Libertadores en 2012. La pandemia canceló la Liga del año pasado, pero los dirigentes lograron organizar otro torneo con éxito.
“Muchos dirigentes no entienden que el fútbol es un espacio tanto para mujeres como para hombres y que merecemos las mismas condiciones. Tampoco entienden que es un buen negocio. Su machismo está tan arraigado que incluso algo que le gusta tanto, como la plata y el negocio, no lo pueden ver”, dijo Iona Rothfeld, histórica futbolista chilena al portal Contragolpe. Las futbolistas chilenas volvieron a ser pioneras al presentar, hace unos días, un protocolo contra el acoso y abuso sexual dentro del deporte para erradicar cualquier forma de discriminación.
El frenesí por el fútbol femenino en América Latina no quiere detenerse.
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