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Defensora del lector
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Alegato sobre los derechos de una niña

Examen a cómo EL PAÍS ha tratado el caso de una menor violada en Marruecos, que ha abierto el debate de endurecer las penas a los agresores sexuales en ese país

marruecos
FERNANDO HERNÁNDEZ / Getty
Soledad Alcaide

Primero, los hechos. Tres informaciones de la sección de Internacional recogieron entre el 14 y el 16 de abril el caso de una menor de 11 años, violada durante meses por tres hombres en una aldea de Marruecos y ahora madre de un bebé de un año. El proceso judicial provocó tal escándalo en este país como para forzar la revisión de la condena: de 2 años de prisión a entre 10 y 20 años.

La cobertura de EL PAÍS revelaba el nombre de pila de la menor, el de la aldea donde se produjeron los hechos y, además, las fotografías que encabezaban el texto, de agencias, mostraron siempre a la niña sin que se le viera la cara: en su casa, junto a su hijo y su abuela; llegando a la corte penal y sentada en el exterior del tribunal en un descanso del juicio. No recibió protección judicial y tuvo que entrar por la puerta principal, aunque declaró a puerta cerrada. Las agencias no difundieron imágenes de los violadores, encarcelados.

Las normas. El Libro de Estilo de EL PAÍS (edición de 2021) establece unas normas para los periodistas basadas en principios éticos como el respeto al honor, la intimidad y la imagen. En el apartado dedicado a la violencia machista ―que sigue el convenio ante la violencia contra la mujer del Consejo de Europa y engloba la violación―, impone: la exigencia de “un gran cuidado” para “no añadir dolor innecesario a las víctimas”; evitar la sobreexposición de estas; no emplear imágenes “morbosas” para ilustrar los casos; prohíbe usar el nombre de las víctimas de violación y exige dar solo datos genéricos para evitar que sean identificadas. Para la infancia, señala: “No se grabará o fotografiará a menores de edad de manera que se facilite su identificación si la escena recogida puede perjudicar a su intimidad o a su propia imagen, ya sea en la actualidad o en un futuro”.

La denuncia. Sabela Oubiña Barbolla, profesora de Derecho Procesal de la Universidad Autónoma de Madrid, escribió una larga carta a la defensora para argumentar “el discutible tratamiento de la imagen” de la niña marroquí que, en su opinión, “roza los límites éticos e, incluso, los legales”. Defiende que el periódico jamás publicaría una foto de un menor víctima de agresión sexual en España por la “eventual responsabilidad legal” y la consiguiente sanción, e incluso por evitar “otros costes sociales” como la pérdida de credibilidad. Además, recalca que “en un delito sexual, el cruce de varios vectores de desigualdad [género, raza, nacionalidad, estatus económico, etcétera], sitúan a la víctima en una posición de extrema vulnerabilidad”. Por eso, recuerda, el ordenamiento jurídico español contempla todo un marco de protección, que faculta al juez a prohibir a los medios tomar y difundir imágenes, para proteger a la víctima ante los posibles perjuicios de un juicio público.

La defensa. “No se reconoce a la menor en ninguna de las fotos publicadas, ya que aparece de espaldas o con el rostro totalmente tapado”, afirma Moeh Atitar, redactor jefe de Fotografía, que defiende esta actuación en comparación con los medios marroquíes, que incluso han dado el nombre de la niña al caso. “El eco mediático que ha tenido en Marruecos, con el padre, la abuela y los abogados denunciando en los medios la violación de la menor y la exigua condena en primera instancia a los violadores, ha hecho que la sociedad se movilizara y, sin esta presión mediática y social, no se habría revisado la sentencia, ni tampoco se habría iniciado el camino a modificar el Código Penal marroquí para endurecer las penas contra violadores de menores”.

“Es cierto que el Libro de Estilo obliga a omitir el nombre de la víctima”, explica Lucía Abellán, redactora jefa de Internacional. “Pero creo que, de alguna manera, el caso encaja en esa excepción que se contempla (cuando la víctima expresa su opinión favorable a que se publique su nombre), porque la familia había accedido a que se dieran detalles del caso y también a tomar fotos (discretas) de la menor. Más allá de la inclusión del nombre de pila, considero que el tratamiento informativo de este caso espeluznante ha sido exquisito y que darle difusión ha contribuido a que la justicia marroquí eleve las penas de los culpables”.

La opinión experta. “Lo ideal habría sido sacar la foto de los violadores”, afirma Assumpta Sabuco, profesora de Antropología Social de la Universidad de Sevilla, que critica el uso de la imagen de la niña, incluso sin que se le vea el rostro. “Lo que se ha hecho es señalarla como víctima, con un tufo de ‘mira qué salvajes y primitivos’. ¿Se hubiera sacado una imagen de la menor, un bebé y la abuela de haber estado en España? La respuesta es no”. Además, la profesora subraya que Marruecos no puede ser el referente, ya que allí “la cosmovisión de la igualdad es diferente” y no hay protección: “Nosotros sí la tenemos y hay que aplicarla a todos”.

La última palabra del autor. “El nombre de pila de la niña nunca tenía que haber figurado en las informaciones publicadas por EL PAÍS”, afirma Juan Carlos Sanz, corresponsal en Marruecos. “Asumo la responsabilidad por no haber seguido unas normas que obligan a todos sus periodistas y que he tratado de observar fielmente desde que empecé a escribir en este diario, hace 35 años. El hecho de que casi toda la prensa marroquí se haya referido a la víctima por su nombre de pila, en un caso que ha conmocionado a la opinión pública, no justifica el uso de su nombre”.

El alegato final. El proceso de control de EL PAÍS ha fallado justo cuando se pretendía resaltar la evolución social de otro Estado, en una cuestión de tanta actualidad en España como son las agresiones sexuales y violaciones a mujeres y niñas, algunas cometidas por y sobre menores.

La cadena de mando decidió que bastaba con que no se viera el rostro para dar luz verde a la foto. Nadie se percató del error de dar datos e imágenes que, juntos, señalan a una niña. Nadie fue sensible al necesario respeto a la intimidad y el honor de una menor. No se aplicó el mismo rasero que si hubiera ocurrido en España: el concursante de Gran Hermano José María López o los miembros de la Manada ilustraron sus casos en el periódico y no las víctimas; incluso hemos usado fotos de edificios, coches de la Guardia Civil o de protestas en noticias similares si no había de los agresores. Nadie consultó a la corresponsal de género, Isabel Valdés.

¿Pesa más la reforma social que ha despertado este caso en Marruecos? ¿Justifica el fin los medios? Yo pienso que no. La historia debía ser contada, pero con respeto a la víctima y como si hubiera ocurrido en España. Lo contrario es discriminación.

Para contactar con la defensora puede escribir un correo electrónico a defensora@elpais.es o enviar por WhatsApp un audio de hasta un minuto de duración al número +34 649 362 138 (este teléfono no atiende llamadas).

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Sobre la firma

Soledad Alcaide
Defensora del Lector. Antes fue jefa de sección de Reportajes y Madrid (2021-2022), de Redes Sociales y Newsletters (2018-2021) y subdirectora de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS (2014-2018). Es licenciada en Derecho por la UAM y tiene un máster de Periodismo UAM-EL PAÍS y otro de Transformación Digital de ISDI Digital Talent. 

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