‘Anatomía de una caída’: el milagro del cine francés que Francia rechazó para los Oscar
La directora Justine Triet creyó que su película, nominada a cinco Oscar, no tendría ningún éxito ni repercusión. Tras protagonizar una campaña impecable en Estados Unidos, con perros y “abogados calientes” incluidos, llega a la ceremonia de este domingo con posibilidades
“Será una película muy larga que no tendrá ningún éxito en taquilla”. Ese fue el pronóstico que Justine Triet repitió una y otra vez a sus productores mientras rodaba su última película hace un par de inviernos. En el proyecto en cuestión, los personajes no dejarían de enzarzarse en violentas peleas dialécticas, el tema de fondo sería la utopía de la igualdad plena en la pareja heterosexual y la música iba a brillar por su ausencia, salvo por un machacón remix instrumental de un viejo tema de 50 Cent. Anatomía de una caída, que podía entenderse como el simple relato de una mujer acusada de matar a su marido, lo tenía todo para obedecer al vaticinio de Triet. Hasta que, contra todo pronóstico, se convirtió en el milagro del año.
La película aspira a cinco estatuillas en la ceremonia de los Oscar de este domingo, incluidas las de mejor película y dirección, al lado de Martin Scorsese y Christopher Nolan, y llega como favorita en la categoría de mejor guion, firmado por Triet y su pareja, Arthur Harari, y en el que cuesta no ver reflejos de autoficción. Adquirida por 155 países, incluidos Irak, Vietnam y China, donde se estrenará a finales de marzo, la película ha conquistado a 1,6 millones de espectadores en Francia y a otros tantos en el mercado internacional. En EE UU ha recaudado cuatro millones de dólares, mientras que en España ha superado los 350.000 espectadores, plusmarca europea que solo sobrepasa Alemania —de donde viene la protagonista, la actriz Sandra Hüller—, con casi 400.000 acumulados.
Además del impulso inicial de la Palma de Oro en Cannes y de sus innegables cualidades, uno de los artífices de su éxito ha sido la campaña de distribuidora estadounidense, Neon, digna de las mejores épocas de Miramax en los noventa. Su cartel subrayaba su vinculación de la película al thriller judicial, género algo más taquillero que el drama matrimonial, con esta frase: “¿Mató esta mujer a su marido?”. Se organizaron lecturas del guion con actores famosos, como Riley Keough o Bob Odenkirk, tras las que el público debía votar si la protagonista era inocente o culpable. Neon, que antes distribuyó la oscarizada Parásitos, convirtió a Messi, el border collie que intepreta a Snoop —”el único que conoce la verdad”, según Triet— en un elemento central de esta campaña: no ha habido estrella en las últimas semanas, de Bradley Cooper a Emma Stone, que no se haya fotografiado con el perro. Mientras, la estrategia digital pasó por viralizar los vídeos del actor Swann Arlaud, el “abogado caliente” de la película, como Triet lo llamó, tal vez no por casualidad, al recoger uno de sus dos Globos de Oro.
Si les sumamos sus seis César y otros seis premios del Cine Europeo, un Bafta al mejor guion, un Independent Spirit a la mejor película extranjera y decenas de distinciones de la crítica estadounidense, Anatomía de una caída suma 79 premios sobre un total de 191 nominaciones, todavía lejos del récord francés de The Artist, con 162 victorias sobre 204 candidaturas, pero convertida ya en uno de los fenómenos de la temporada. La guinda sobre el pastel: Barack Obama, prescriptor cultural en sus ratos libres, la escogió como una de sus películas favoritas de 2023.
No es un caso único: La zona de interés, hablada en alemán y también protagonizada por Hüller, cuenta con cinco nominaciones en esta edición de los Oscar, mientras que Sin novedad en el frente logró nueve en 2023. Pero hay diferencias: la primera era una producción del miniestudio A24, está dirigida por un director de prestigio como Jonathan Glazer y tiene el Holocausto como telón de fondo, mientras que la segunda se estrenó en Netflix, donde se mantuvo más de cuatro meses en el carrusel de las 10 películas más vistas. Anatomía de una caída, en cambio, surge de una economía distinta, la del cine de autor francés, y no cuenta con una cineasta, un argumento ni una estrella que, a priori, garantizasen este éxito sin apenas precedentes.
Con todo, no ha sido un camino fácil. Nadie esperaba nada especial de la película cuando se estrenó en Cannes en mayo pasado. Sobre todo, después de la acogida desigual del anterior proyecto de Triet, El reflejo de Sybil, uno de esos retratos de mujeres enfrentadas a las dinámicas nocivas de la vida moderna que abundan en su filmografía. Pero Anatomía de una caída recibió un aplauso unánime. Días más tarde, esta antigua estudiante de Bellas Artes, que vivió con la renta mínima de inserción hasta los 30 años, se erigía en la tercera mujer que ganaba la Palma de Oro en la historia del certamen. En su discurso, Triet aprovechó para atacar “la mercantilización de la cultura por parte del Gobierno neoliberal” de Emmanuel Macron, al que acusó de poner en peligro “la excepción cultural francesa”. La exprimera ministra Élisabeth Borne se negó a ir a ver la película en señal de protesta (solo al ser destituida se la vio saliendo de una sesión en París), mientras las redes sociales la trataban de desagradecida y la instaban a devolver las subvenciones recibidas.
En septiembre, el Centro Nacional del Cine francés la descartaba como representante del país para los Oscar, ante la incomprensión general (se habló incluso de vendetta política), lo que explica que Anatomía de una caída aspire al Oscar en varias categorías, pero no en la del mejor filme internacional. Francia prefirió mandar A fuego lento, drama culinario con Juliette Binoche de contornos más conservadores, que no pasó la segunda criba de los Oscar. Triet perdió la votación por un solo voto, pese al apoyo de tres de los siete miembros del comité de selección, en el que había figuras como el director Olivier Assayas o el productor Charles Gillibert. Los dos votaron por Anatomía de una caída.
La película supone una alegría bienvenida para el cine francés, inmerso en estos días en su propio MeToo, tras las acusaciones de violencia sexual contra las grandes figuras de la generación posterior a la Nouvelle Vague, como Benoît Jacquot, Jacques Doillon, André Téchiné, Philippe Garrel o Gérard Depardieu. La llegada de nombres como Triet confirma un relevo generacional algo tardío, del que dan fe los premios recibidos por este nuevo cine francés en los festivales internacionales desde la pandemia, como demuestra la emergencia de directoras en torno a los 40 años, como Julia Ducourneau, Mati Diop o Audrey Diwan, ganadoras en Cannes, Berlín y Venecia, a las que cabe sumar otros nombres con recorrido internacional, como Céline Sciamma y Mia Hansen-Løve.
¿Qué será lo próximo para Triet, recién fichada por la agencia CAA, que tiene a Leonardo DiCaprio, Brad Pitt o Beyoncé entre sus clientes? “He visto a directores que tienen mucho éxito y que luego se dedican a hacer verdadera mierda. Hay que ir con cuidado”, nos contó en noviembre, cuando dijo tener en cartera “un proyecto muy caro y otro muy barato”. Tras insinuar que le gustaría trabajar con Jennifer Lawrence, Triet habría recibido la propuesta de adaptar Monica, la novela gráfica de Daniel Clowes, con Cate Blanchett. La interesada no lo ha confirmado. “Quiero sentarme en una habitación vacía, sin ruido, sin niños y sin mi familia y tener tiempo para iniciar un nuevo proyecto”, se limitó a decir en febrero a Deadline. “Cuando pase marzo, me pondré con ello”.
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