Sandra Hüller, la nueva estrella del cine europeo, capaz de encarnar personajes detestados por el público
La actriz ha protagonizado las dos películas que obtuvieron los premios principales en la última edición del festival de Cannes: el drama judicial ‘Anatomía de una caída’ y la inmersión en los campos de exterminio nazis de ‘La zona de interés’
La misma canción une, como una cadena a lo largo de décadas y continentes, las carreras de un campeón de los pesos pesados, un enorme cantante de soul, la reina del pop y una actriz alemana. The Greatest Love of All fue compuesta para Yo, el mejor, el biopic de Muhammad Ali, el boxeador más famoso de la historia, que el mismo Ali protagonizó en 1977, y en esa primera versión la cantó y popularizó George Benson. Ocho años después, sin el artículo the del inicio, Whitney Houston la incluyó en su álbum de debut y con ella reventó las listas musicales. Finalmente, Inés, el personaje en Toni Erdmann con el que Sandra Hüller (Suhl, 45 años) alcanzó la fama, una ejecutiva alemana que trabaja en Bucarest y a la que la visita de su padre desestabiliza por completo, la entona arrebatadoramente a mitad de metraje. Hasta ese momento, Inés se comporta como una directiva gris más, volcada en una labor sin sentido. Y en una fiesta en una casa, con su progenitor al piano, colocada por él entre la espada y la pared, Inés se arranca a cantar Greatest Love of All, dinamitando su losa de aburrimiento. Para Hüller, conocida hasta ese momento en su país y algo en el circuito festivalero, tampoco nada siguió igual. Ahora, estrella del cine europeo, ha aparecido en dos de las películas más comentadas en el pasado festival de Cannes, donde además se llevaron los dos premios más importantes: Anatomía de una caída (Palma de Oro) y La zona de interés (Gran Premio del Jurado). Hüller reinó en La Croisette.
“Curiosamente, estar en dos películas en Cannes me libera mucho de la presión de defender una”, contaba en la promoción durante el festival. Aunque su peso dramático es mayor en la francesa Anatomía de una caída —y llegó a responder que si la premiaban, prefería que fuera por esta— que en la británica La zona de interés, Hüller cuidó ambos filmes por igual hasta la misma ceremonia de clausura, en la que participó en la alfombra roja de la primera junto a sus compañeros y la directora Justine Triet, entró en el Palacio de Festivales, llegó a su butaca y volvió a salir por un lateral de la escalera de acceso para repetir paseíllo con el equipo comandado por el cineasta Jonathan Glazer. En los días anteriores, tanto la francesa como el británico se acercaron a ver las proyecciones de las otras películas de Hüller, y la intérprete alemana se escapó a una sesión de Club Zero, de Jessica Hausner, directora con la que trabajó en Amour Fou (2014): la actriz siempre ha definido el cine como un acto solidario.
En ambos filmes, sus personajes se benefician de su talento para encarnar mujeres frías, emocionalmente alejadas de la simpatía del público, ariscas y en ocasiones enigmáticas. Hüller, que ya había trabajado con Triet en El reflejo de Sibyl (2019) dando vida a una cineasta dictatorial, capaz de usar hasta la traición de su amante, el actor protagonista, por el bien del filme que están rodando, aceptó a la primera el personaje que le propuso Triet para Anatomía de una caída, el de una escritora que deglute todo lo que ocurre a su alrededor para escribir autoficción, y que es acusada de la muerte (la caída del título) de su marido. Mucho más tardó en firmar con Glazer, porque en La zona de interés da vida a Hedwig Höss, la esposa del comandante del campo de exterminio nazi Auschwitz, una mujer plenamente consciente de la labor de su marido, feliz por criar a su familia entre privilegios y que vive sin que el ruido que la maquinaria asesina nazi provoca al otro lado del muro de su jardín (los hornos crematorios, los gritos y los tiros) le alteren. “Al final, me di cuenta de que era muy cobarde escudarme en que la odiaba tanto que no podía interpretarla”, explicaba en Cannes, y le venció el interés por trabajar junto a un director estrella del cine de autor, a pesar de que solo hubiera realizado antes tres películas.
Para La zona de interés, Glazer escondió por el plató numerosas microcámaras, lo que permitía a los actores libertad en sus movimientos a la vez que les obligaba a permanecer dentro de sus personajes durante cuatro semanas del verano de 2021. “Era curioso, porque yo sentía esa libertad como actriz, pero creo que mi personaje nunca lo fue: alguien que se deja llevar por el odio nunca será libre”, contaba en Los Angeles Times. “Logré conectar con ella en sus dudas por su apariencia y su inseguridad por su clase social”. Su Sandra (se llama como ella) de Anatomía de una caída es otra cosa, aunque el público latino la sentirá de manera muy distinta al nórdico: es una mujer que no sonríe constantemente, que subraya los hechos mientras considera privadas las emociones, aunque eso la pueda enviar a la cárcel: “No es fría, sencillamente no pierde el tiempo en agradar”.
Para Hüller, Glazer es un “extraordinario ser humano, con enorme vulnerabilidad” que rehúsa, a pesar de su precisión formal, encerrar en ella a su reparto, y Trier, de la que es amiga desde su segundo trabajo en común, rodado el verano pasado, “una mente abierta, una energía fascinante” a la que admira “por su libertad”.
Pero toda esta ola surgió en 2016 con Toni Erdmann. Hüller nació en Suhl, en Turingia, en 1978. A los 18 años se mudó a Berlín, a estudiar teatro en la prestigiosa Escuela de Artes Interpretativas Ernst Busch. Volvió a su región en 1999, y durante dos temporadas actuó en el teatro Jena. Y cuando acabó viajó a Suiza, donde trabajó en el Teatro de Basilea hasta 2006. Ahí comenzó su carrera en el cine, y lo hizo a lo grande, en Requiem (2006), con la que ganó el premio a la mejor actriz de la Berlinale de ese año, gracias a su papel de una chica epiléptica destruida por el fanatismo religioso y la ignorancia de su entorno. En su escalada profesional, en 2012 recibió todo tipo de parabienes con Über uns das All, pero fue Toni Erdmann, de Maren Ade, y su paso exitoso por Cannes con la que Hüller alcanzó el estatus de grande, y el premio a mejor actriz del cine europeo, mientras en lo personal decidía vivir en Leipzig. “Me pierdo en ciudades como Berlín o Múnich. Ese tamaño me asusta, me crea infelicidad. Lo bueno del teatro es que tras trabajar te vuelves a tu casa y duermes en tu cama”.
Desde Toni Erdmann, a pesar de sus ganas de vida tranquila, ha rodado por todo el continente todo tipo de películas: la tercera entrega de la saga cómica alemana ¡Que te den, profe! (2017), la desoladora A la vuelta de la esquina (2018), el drama con astronautas Próxima (2019) u otra visión de la emperatriz Sisí en Sisi & Ich (2023): “Yo no discrimino personajes secundarios o protagonistas. He tenido experiencias desagradables en algún rodaje en mi carrera, y para mí, lo duro es cuando la gente no te respeta, te miente o te hurta información para manipularte porque no confía en ti. Eso sí es duro”.
Babelia
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