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Cine
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

‘Madrid, Ext.’, un paseo por una capital hecha de personas y no de ‘éxito’

Juan Cavestany muestra en su documental una ciudad que resiste a su tan cacareada imagen relacionada con la inversión, el lujo y el consumo

Sergio C. Fanjul

En Madrid hay un mono disecado en el Museo Nacional de Ciencias Naturales. Un señor que duerme contra un árbol. Una cabeza de cerdo en la carnicería de un mercado. En Madrid hay chavales estudiando en bibliotecas. Gente tomando el sol en el parque de las Tetas. Un futbolín en una cafetería abandonada. En Madrid hay un túnel lleno de grafitis. Una tienda inundada en caramelos. Un plato combinado comido por el sol. Madrid es el Paraíso del Jamón.

En la película Madrid, Ext., el director Juan Cavestany muestra un Madrid que de tan cotidiano parece raro, muy alejado del tan cacareado “Madrid del éxito”, del placer y la injusticia, que agitan los propagandistas del postureo urbano. Un Madrid todavía costumbrista y humano, más de átomos que de bits, sin tanto café de especialidad, con torreznos y salchichas, no hiperdiseñado, que resiste, para quien sepa mirarlo, ante los procesos de homogeneización y destrucción que asolan las grandes urbes del planeta.

Madrid, Ext., es, por supuesto, un paseo.

El paseo urbano, más allá de sus demostrados beneficios musculares y cardiovasculares, es una experiencia trascendental, una forma de meditación andante: el paseante persistente entra en un trance en el que las barreras entre el yo y la ciudad parecen derribarse y uno se funde con el entorno, con los bares, los alcorques, las floristas. Una oda y un análisis del paseo se encuentra, por cierto, en el reciente libro Andar por andar (Debate), de Adriana Herreros. La película de Cavestany también sumerge al espectador en ese estado meditativo, por el ritmo adecuado de los planos, por su variedad, sobre todo por la música profunda e hipnótica de Guille Galván, músico, poeta y componente de Vetusta Morla. El leitmotiv, a veces, es el chiflo de un afilador.

En momentos, la película recuerda a los documentales de John Wilson (How to with John Wilson, en HBO Max) que, cámara en mano, recorre la ciudad de Nueva York para mostrarla como nadie la imagina fuera, contaminados como estamos en las provincias del imperio por la imagen más estilizada y glamurosa de la ciudad por antonomasia. Pero el Nueva York de Wilson es cotidiano, pedestre, algo cutre, pero entrañable. Aunque Wilson y Cavestany comparten un humor raro, el segundo ha apostado en su viaje madrileño, además, por una poética que mezcla el distanciamiento extrañado con la profunda empatía.

Desfila por la peli la galaxia de maravillas cotidianas que guarda una ciudad, que es un sitio, pero que son muchos sitios a la vez. Un sitio en el que vive mucha gente que viene y que va, que no te cruzarás jamás (ni siquiera te tienes que encontrar a tu ex, como dijo la presidenta Ayuso), en barrios que no pisarás jamás, como diferentes planetas que orbitan sin chocarse en torno a un mismo sol. Una ciudad es un gran misterio circundante más allá de las cuatro calles de a diario: como acampar alrededor de una hoguera en mitad de la jungla.

Cavestany va de los grasabares periféricos, con olor a churro y calamar, a los suntuosos portales de los barrios adinerados, custodiados por porteros orgullosos que ya son parte del paisaje. Del brutalismo al ladrillo visto. Ve a un vendedor de zapatillas de andar por casa, a un peluquero de barrio que recuerda sus años dorados, a un pescadero que se hace jugador de bolos tardío, a saltadores de trampolín haciendo cabriolas en el aire (qué insólita belleza), a un vendedor de muelles que está cerca de Atocha.

O a los miembros del colectivo Paco Graco, que se esfuerzan en rescatar todos esos rótulos urbanos (de mercerías, de cafeterías, de sex shops), tan encantadores en su anacronismo, que la fuerza del progreso va dejando fuera. El cierre del videoclub Star, en la calle Guadarrama, Puerta del Ángel, 35 años después, sirve de correlato a los imparables cambios urbanos. No hay nostalgia en Madrid, Ext., pero sí amor por lo que resta, genuino interés por lo que va quedando en los márgenes.

Lo hermoso de la película de Cavestany es la demostración fílmica de que Madrid no es solo un gran lugar para la inversión, ni una chispeante vida nocturna, ni el futuro escenario de la Fórmula 1, ni el mejor destino para el turismo de compras de lujo. Sin necesidad de hacer pedagogía ni propaganda, solo paseando, Cavestany demuestra que las ciudades son gente, que Madrid es su gente (Gente en sitios se llama otra de sus pelis) y que por esa gente vale la pena defenderla de los que quieren vampirizarla con el beneplácito entusiasta de sus gobernantes. Que, como decían los heroicos movimientos vecinales, “la ciudad es nuestra”.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.
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