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EN POCAS PALABRAS

Guille Galván: “Me atrae la precisión de las palabras, no la claridad”

Guitarrista y compositor principal de Vetusta Morla (Madrid, 1980), amplía el universo literario de sus canciones con Retrovisores (Bandaàparte), su primer poemario

—¿Estamos ante un paréntesis en su trayectoria como rockero o el comienzo de una carrera literaria?

—Es una continuidad lógica, un cambio de tercio dentro de un mismo universo: contar historias que generen espacios para emocionarse y reflexionar.

—¿Al pop-rock español le faltaba cierta estatura literaria?

—Ha habido y hay grandísimos letristas, desde los clásicos (Serrat, Sabina, Lapido) a gente que viene de otras batallas: Nacho Vegas, Quique González o Santi Balmes. Quizás haya habido bandas muy trabajadas en sonido, pero con textos escuálidos.

—¿Cuánto de usted hay en ese hombre titubeante que habla en primera persona?

—La poesía no está obligada a ser autobiográfica, pero sí honesta. La entiendo como un acercamiento a la verdad de quien la escribe, por lo menos a cierto énfasis por llegar a ella.

—¿Le inquieta revolver en el pasado o se siente cómodo en el ejercicio de la nostalgia?

—Intento volver al él cuando hay algo que reparar, no como ejercicio onanista. El pasado debe ser un cimiento, no una balsa contemplativa.

—Retrovisores, el poema central, parece referirse a nuestra obsesión por inmortalizar cuanto nos acontece. ¿A usted también le sucede?

—Totalmente. Es la gran batalla perdida del ser humano. Para eso existe el arte, ¿no? Dudo que logre inmortalizar, pero sí hace más llevadera y tangible la pérdida, ya sea física o emocional.

—Compartir nombre y genealogía con Guillermo Galván, el escritor y periodista, ¿impone o motiva?

—Me ha permitido descubrir el hecho narrativo con un prisma cotidiano. Pertenecemos a escenas distintas, pero al final, no dejamos de ser inventores de historietas. Las frustraciones paterno-filiales creo que ya las arreglé –y pagué– con los psicólogos.

—Hay quien vio la huella de Kafka o Brecht en algunas de sus canciones para el disco La Deriva. ¿Qué autores le marcaron más en estos poemas?

—Hay ciertas referencias que incluso aparecen en el libro, y no todas literarias. Seguí rastros de Cohen, Jarmusch, supongo que algo de Ángel González… ¡Nada grave!

—No siempre sus versos tienen para el oyente o lector un significado inmediato. ¿Le atrae la idea de la interpretación abierta?

—Me atrae la precisión que aportan las palabras empleadas, y no tanto la claridad en su significado. Me gusta que el lector/oyente complete la escena que propongo, aunque a veces las recreaciones pueden llegar a asustar. Recuerdo un mail muy desarrollado en el que el autor nos detallaba, uno por uno, todos los guiños a la masonería que había en nuestro primer disco (Un día en el mundo) y que él, como buen masón, había captado...

—¿Qué tipo de lector se considera?

—Bastante peor de lo que me gustaría, aunque ahora ando en una fase de promiscuidad total: estoy mezclando Bolaño, Benjamín Prado y David Byrne.

—¿Qué distingue un poema de la letra de una canción? ¿Cuántos versos de Retrovisores son canciones non natas?

—La letra de un tema no deja de ser un medio que, unido a otros elementos, conforma una obra mayor: la canción. El poema es un fin en sí mismo, nace y muere en el papel. Ambos son presos del ritmo, pero la forma de llegar a él es diferente.

—¿Tiene alguna remota intuición de cómo será el universo literario en el cuarto disco de Vetusta Morla?

—Ni idea, y no crea que no pienso en ello…

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