Ágata Roca, intérprete: “Hay que evitar que tu autoestima como actriz dependa de una llamada”
La barcelonesa encarna a una profesora de Filosofía en ‘El imperativo categórico’, una obra que aborda la educación, la salud mental, los sueldos bajos y la vivienda


Curiosa, comunicativa y con un humor a prueba de bomba. Ágata Roca (Barcelona, 57 años), actriz con alma de periodista, ha recibido dos de los más grandes premios de la profesión, el Margarita Xirgu y el Max, por su personaje de una profesora de Filosofía que no llega a fin de mes en El imperativo categórico, obra escrita y dirigida por Victoria Szpunberg, con la que ganó el Premio Nacional de Literatura Dramática 2025.
El imperativo categórico, un retrato social descarnado y tierno, una comedia que roza el pesimismo, llega al Teatro de la Abadía, de Madrid, tras su gran éxito en Cataluña. La función, en la que Ágata Roca trabaja junto a Xavi Sáez, estará en la sala hasta el 9 de noviembre. Pareja del director de cine Cesc Gay y una de las fundadoras, hace casi 35 años, de la compañía T de Teatre, Ágata Roca muestra su emoción cuando confiesa que una de las cosas de las que se siente más orgullosa es la de haber hecho reír a su padre hasta que murió con 90 años.
Pregunta. ¿Es la contención una de sus características como intérprete?
Respuesta. Puede ser. Nunca he llevado el humor a un lugar histriónico y el punto de contención me juega mucho a favor a la hora de hacer comedia. La comedia es como una partitura y siempre lo abordo así. Me tomo muy en serio los silencios y el ritmo.
P. ¿Le resulta fácil enamorarse de un texto?
R. Sí, enseguida intuyo si me veo o no en el personaje. Es como cuando uno va a ver pisos. Con un texto o un personaje pasa lo mismo. Eso no quiere decir que sea más cercano o lejano a ti, simplemente que te apetezca, te atraiga. También me gustaría decir lo que dicen muchos actores de que escogen mucho los guiones y cada vez dicen más que no. Ojalá me pasara a mí. No es el caso. No he tenido nunca dos o tres guiones en la mesa para escoger y, a estas alturas, no creo que me pase.
P. ¿Qué fue lo que le tocó de un texto como El imperativo categórico?
R. Me enamoré al instante. Decir que estaba escrito para mí, puede parecer pretencioso y no es verdad, porque nadie es imprescindible, pero me cautivó muchísimo. Es esta mezcla de fortaleza y fragilidad de esta mujer, Clara, con la que me identifiqué. Es una mujer madura que ha vivido muchísimo y se encuentra en la cuerda floja.
P. Es una mujer de su misma edad. ¿Es importante la identificación con un personaje?
R. Más que identificarte es empatizar. Con la edad sé ya decir que no. No gasto energías en cosas inútiles. Estoy cambiando el debo por el quiero. Esto te lo da la madurez. Este personaje me cayó muy bien desde el principio, aunque en muchas cosas está muy alejada de mí.
La vivienda se ha convertido en un problema intergeneracional y es necesario que el teatro denuncie esta situación”
P. La obra se estrena en Madrid tras su gran éxito en Cataluña, con todas las entradas vendidas. ¿Da tranquilidad o mayor temor?
R. El éxito genera mucha presión. Cuando hicimos la segunda temporada en el Lliure, veníamos de recoger muchos premios y las entradas estaban todas vendidas, pero me desató esa inseguridad eterna que tenemos los actores. Afortunadamente, estos fantasmas me duran poco.
P. El texto es una mirada cruda a muchas de las tragedias que estamos viviendo en la realidad. ¿Qué reflexión le sugiere?
R. No solo los jóvenes lo tienen mal. Lo que ha hecho Victoria ha sido mirar a la gente de nuestra generación. Yo conozco a gente separada con hijos con una vida más o menos estable y que ahora está viviendo con sus padres. Clara es una profesora de filosofía que no puede pagarse una vivienda y eso es terrible. La vivienda se ha convertido en un problema intergeneracional y es necesario que el teatro denuncie esta situación.
Creo que el humor sarcástico nos ayuda a contar mejor el drama que con las lágrimas"
P. Además de la vivienda, El imperativo categórico aborda el tema de la educación, la salud mental, los sueldos bajos. Visto así resulta deprimente. ¿Cómo entra aquí el humor?
R. Es en el humor donde quizás he puesto más de mi parte personal. Creo que el humor sarcástico nos ayuda a contar mejor el drama que con las lágrimas. El público nos cuenta que no saben si reír o llorar en algunas escenas. Empatizas mucho con esta mujer fuera de control.
P. “Los tiempos han cambiado”, se repite en el texto. ¿A peor o mejor?
R. La realidad es la que es. Quizás me meto en un jardín, pero echo de menos el diálogo político que había antes, no somos una sociedad dialogante. Ahora hay mucho odio, quizás fomentado por las redes sociales. Me gusta mucho la política, pero, a veces, tengo que dejar de oír los debates.
P. ¿Ha desaparecido la ética en nuestras vidas?
R. Sí. El insulto y la crítica está mucho más en boca de la gente y hay ciertos valores éticos que han desaparecido. No sé si soy creyente o no, pero mi padre, sin adoctrinarnos, insistía mucho en la escalera de valores. Nunca nos dijo cuál eran los valores, pero él lo repetía constantemente.
P. Y, para usted, ¿cuáles son?
R. El diálogo, la empatía, la solidaridad, la humildad. Saber escuchar, ayudar, entender, no confrontar con el enemigo ni poner etiquetas.

P. Proviene de dos familias muy políticas en Cataluña, los Roca y los Maragall. ¿De dónde le viene su pasión por la interpretación?
R. Soy la pequeña de cinco hermanas y, a lo mejor, hay una necesidad de llamar la atención. Yo era el bufón de la corte en mi casa. Soy una persona que siempre ha tendido a apagar fuegos en momentos de tensión y sacar el humor. Hice reír a mi padre hasta que se murió, con 90 años, y es una de las cosas de las que me siento más orgullosa.
P. Quiso ser periodista, ¿no?
R. Sí, era mi gran sueño, pero no conseguí entrar en la universidad pública. No me dio la nota en selectividad y entonces pensé: ‘¿Qué puedo hacer para comunicar?’. Fue entonces cuando entré en el Instituto del Teatro, pero siempre con el gusanillo del periodismo. Luego he tenido la oportunidad de hacer colaboraciones en radio y televisión y me ha hecho muy feliz.
P. ¿Qué valoración hace del recorrido con esta compañía que cumple 35 años?
R. Todos los premios que he recibido con esta obra se los he dedicado a ellas, porque si estoy aquí es gracias a la compañía. Me parece increíble que estemos juntas después de casi 35 años. Es el sueño cumplido de unas estudiantes.
P. ¿Cada vez suena menos el teléfono?
R. Yo no me puedo quejar porque tengo trabajo para años, pero es inevitable que los actores y actrices estemos siempre pendientes de que llamen o no. Lo que hay que evitar es que tu autoestima depende de una llamada.
P.Con El imperativo categórico ha recibido dos de los premios más importantes de la profesión, el Margarita Xirgu y el Max. ¿Ya le tocaban?
R. Es una expresión un poco pretenciosa, pero es verdad que me lo ha dicho mucha gente. Llegan en un momento de mi carrera que quizás sí me lo merezco, pero como tantas y tantas personas y amigas mías. Estoy en un momento de permitirme disfrutar un premio. A veces el suflé sube y otros baja, así que busco disfrutar del momento en el que el suflé está arriba, porque en dos días el mismo suflé habrá bajado.
P. Pareja de Cesc Gay. ¿Se habla mucho de trabajo en casa?
R. Hablamos mucho de trabajo, pero quizás cuento yo más. Él siempre está con muchas cosas y tiene su proceso. Hemos trabajado juntos, aunque no mucho. Defendemos que tenemos un trabajo común que es mucho más interesante, que es la pareja o la familia. Hemos encontrado un equilibrio. Imagínate tener una discusión por quién vacía el lavaplatos y, a cabo de una hora, tener que rodar juntos.
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