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Santiago Muñoz Machado, un jurista con contactos de alto nivel para salvar a la RAE de la ruina

El director sucede a cuatro filólogos consecutivos con una nutrida agenda en los círculos del dinero: la academia ha conseguido así financiación cuando estaba con el agua al cuello

Jesús Ruiz Mantilla

Cuando el 20 de diciembre de 2018, Santiago Muñoz Machado (Pozoblanco, Córdoba, 76 años) resultó elegido director de la Real Academia Española (RAE), se apostó bajo el retrato de uno de sus antecesores para hacerse una foto. Era Antonio Maura, el precedente jurista como él al frente de la institución, un siglo antes. Sus compañeros habían decidido adoptar una decisión quirúrgica. Apartarse de un liderazgo filológico como el de sus cuatro inmediatos antecesores y dar las riendas a un ensayista, catedrático de Derecho y también abogado con una agenda impresionante en los círculos de quienes mueven el dinero.

Pero Muñoz Machado tuvo claro a quién debía llamar antes. La institución andaba con el agua al cuello. Escaseaban los recursos para pagar sueldos y facturas o meterse en proyectos ambiciosos como la puesta al día de sus manuales y diccionarios por no hablar de pensar en proyectos que jugaran en el terreno de la lengua en el siglo XXI. La primera puerta a tocar tenía que ser el Gobierno. “La RAE es un asunto de Estado”, declaró a EL PAÍS nada más ser elegido.

La tijera de los recortes la habían dejado en los huesos. El Gobierno de Mariano Rajoy se desentendió y su ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, fue rematadamente cruel con todo lo que tenía que ver con la cultura. Muñoz Machado, un liberal conservador, clamaba que el PP, en lo referente a la Academia, no había estado a la altura. Pedro Sánchez acababa de llegar un año antes al Palacio de la Moncloa y tuvo encima de la mesa una oportunidad para demostrar diferencias sensibles. Lo entendió y soltó cinco millones de euros que acabaron con las deudas de la institución. Todo un respiro para limpiar, fijar y dar esplendor a las cuentas. Más allá de ahí, no se han advertido maniobras de intromisión, como apuntan algunos académicos y niegan otros.

Luego, Muñoz Machado se centró en el IBEX 35 (bancos, eléctricas o Inditex, que ya había entrado en la época previa de Darío Villanueva a financiar iniciativas costosas, como la del Diccionario Histórico) o en las tecnológicas, para buscar acuerdos de colaboración y alianzas, como el que firmó con Google para el proyecto Lengua Española e Inteligencia Artificial (LEIA).

La negra etapa Montoro respecto a la financiación pública dio paso a una más dulce con la vicepresidenta Nadia Calviño, que ayudó también en la búsqueda de fondos europeos Next Generation. En el Congreso del Español que se celebró en Cádiz hace dos años, la entonces encargada del área económica del Gobierno anunció un total de 340 millones de euros en diferentes proyectos que para el español que liderarían en gran parte la RAE y el Instituto Cervantes.

Primeras diferencias

En ese congreso también se reconocieron diferencias. Quizás esa lucha por el pastel de los fondos las haya exacerbado. Aunque también existen respecto a otros temas, como el lenguaje inclusivo. En eso, Muñoz Machado se atiene a lo que la RAE ha fijado como regla: el informe aprobado por el pleno que hizo el académico Ignacio Bosque.

Para seguir, de todas formas, con la tradición de tensiones entre ambas instituciones, cada Congreso Internacional de la Lengua tiene cuatro organizadores: la RAE, el Cervantes, la Asociación de Academias del Español (ASALE) y el Gobierno de cada país en que se celebre. Los piques entre los dos primeros son sistemáticos, cara a apuntarse logros. Muñoz Machado no ha sido ajeno a esa dinámica.

En este, el título mismo del Congreso es un resumen de sus prioridades y sus ejes estratégicos de gestión: Grandes desafíos de la lengua española: mestizaje e interculturalidad, lenguaje claro y accesible, culturas digitales e inteligencia artificial. Sobre todo, los dos últimos. Una de sus labores principales ha sido la lucha contra el exceso de eufemismos y los trabalenguas administrativos que sufre el ciudadano. De ahí su defensa de la claridad a la hora de no embadurnar la comunicación, algo que explicó en su libro Fundamentos del lenguaje claro (Espasa, 2024), un título en su obra que se une a Cervantes, La democracia en Hispanoamérica, Vestigios o Informe sobre España. Repensar el estado o destruirlo (Premio Nacional de Ensayo en 2013) y Hablamos la misma lengua, que consiguió el mismo galardón en la modalidad de Historia en 2018.

La continuidad de las obras colectivas de la RAE ha sido otra de sus prioridades, desde el Diccionario a la Ortografía, el Histórico o el Panhispánico de Dudas han tenido nuevas ediciones. Su continuidad es un misterio. Los directores optan a dos mandatos, pero pueden ampliarse en caso de conseguir dos tercios de los apoyos. Queda año y medio para el relevo. Pero esta reciente polémica con Luis García Montero le ha granjeado un cierre de filas casi total.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.
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