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El Museo de Bellas Artes de Bilbao reabre su edificio de 1970 con el pintor Baselitz y la primera vista conocida de Bilbao

El centro vasco, que gana 5.000 metros cuadrados de espacio expositivo, acoge también una muestra de arte contemporáneo

Jorge Morla

El skyline de Bilbao ha mutado. Un nuevo hito arquitectónico redefine desde ya el centro de la ciudad, y será accesible desde este miércoles. Se trata del nuevo edificio del Museo de Bellas Artes, que se alza como un símbolo de renovación y orgullo cultural en la capital vasca. “Queríamos dotar al museo de una posición urbana más relevante de la que tenía”, ha contado esta mañana el director del centro, Miguel Zugaza. “Y ahora tenemos un nuevo edificio que sobrevuela las arquitecturas preexistentes”.

Y la impresión que deja es duradera. El edificio del Museo de Bellas Artes de Bilbao data de 1945 y tuvo una primera ampliación, la que se reforma ahora, en 1970. Fue el primer edificio consagrado al arte contemporáneo de España y ahora se fusiona a través de esta reforma con el edificio antiguo, ganando 5.000 metros cuadrados de espacio expositivo y creando una plaza que se acristalará para “convertirse en el nuevo atrio del museo”, en palabras de Zugaza, que destaca que es “un solo museo con varias arquitecturas”. El museo se ha gastado en esta obra (el centro pertenece a una fundación que tiene tres propietarios: el Ayuntamiento de Bilbao, la Diputación Foral de Bizkaia y el Gobierno Vasco) 45 millones de euros, y su ejecución total (con el edificio antiguo también restaurado) se espera que esté terminada para el próximo verano.

Gran formato alemán

La inauguración llega con dos grandes exposiciones, que estarán abiertas desde el miércoles. La primera es Georg Baselitz. Pinturas 2014-2025. Algo en todo, una muestra única, comisariada por el historiador del arte Norman Rosenthal, dedicada al pintor alemán, que reúne 50 obras realizadas por el pintor en la última década. La segunda, Ataria (Bat), con una treintena de obras contemporáneas, ocupará el espacio del antiguo porche o atrio (ataria) abierto en la planta baja del edificio.

La de Baselitz ocupa la planta más alta y luminosa del nuevo edificio. “Su obra vive en un equilibrio muy fino entre la abstracción y el figurativismo. Pocos artistas de hoy pueden sostenerse sobre los hombros de los gigantes del arte, y uno de ellos es Baselitz”, señala el comisario británico Rosenthal, mientras habla de cómo Baselitz es su propio modelo y centro de su pintura reciente. Efectivamente, la exposición se compone de variaciones de la figura en rangos cromáticos muy poderosos. Figuras enjutas, tumbadas, “que siempre son él y su mujer, Elke”, señala Rosenthal mientras se pasea entre las obras, todas de gran formato (hasta de seis metros de alto).

El comisario explica el momento de epifanía desde el cual Baselitz comenzó a pintar todas sus obras boca abajo. En otros cuadros la figura se vuelve más abstracta o aparece cosida por pinceladas furiosas, como cuchillazos. Algunos abrazan la pura abstracción, con colores puros: verdes, azules y naranjas. Otros son collages en los que intervienen medias de mujer, telas y velos. “En realidad es un profeta”, bromea Rosenthal, “porque hoy, miremos donde miremos, el mundo está boca abajo: Ucrania, Gaza, Estados unidos, Gran Bretaña…”.

El ‘skyline’ más antiguo de Bilbao

Baselitz aparte, la otra planta del edificio que se abre el miércoles está reservada para el arte contemporáneo. En ella conviven las placas metálicas de Richard Serra, las maderas de Iñaki de la Fuente, instalaciones de Ainara LeGardon, vídeos de Itziar Okariz y Sergio Prego, fotografías de Francisco Gras y de Darío Urzay. Y, cómo no, los 27 cuadros que componen el monumental Euskadi de Agustín Ibarrola.

Todas las piezas son contemporáneas menos una. Que, precisamente desde su edad, dialoga con las demás. Porque en esa planta baja se ha incorporado a su colección una obra inédita que cambia la manera de entender la historia visual de la ciudad: Vista de Bilbao, un lienzo anónimo descubierto por la galería madrileña DELAMANO Old Masters, que muestra la arquitectura y el urbanismo de la villa en 1700 y que es, desde hoy, la representación pintada más antigua conocida de la ciudad.

“Esta pintura, básicamente, retrasa la iconografía de Bilbao de un siglo”, cuenta desde Bruselas a EL PAÍS el galerista José de la Mano, que recuerda que, hasta ahora, “si bien había grabados, en pintura las representaciones más antiguas eran las de Luis Paret de 1784”. En el imponente cuadro (208 x 272 centímetros), que perteneció al comerciante inglés de bacalao John Seale, ocurre algo curioso: cuando uno lo mira, la parte de abajo parece un error de la perspectiva, pero en realidad es lo que el pintor ve desde la otra orilla de la ría de Bilbao. Es decir, es como un díptico, una imagen especular (un lado de la ría por arriba, otro por abajo), en la que se reconocen el Casco Viejo, el barrio de Bilbao La Vieja, la basílica de Begoña, la iglesia de San Antón o el antiguo ayuntamiento.

“La obra permaneció durante siglos en manos de los descendientes de Seale en el Reino Unido, hasta que la vimos en una subasta y supimos que tenía un gran valor”, explica De la Mano. Fue el propio Zugaza el que confirmó su relevancia al reconocer en ella una “vista especular” de ambas orillas de la ría.

“El mejor destino era el Bellas Artes, porque es un documento histórico que durante décadas va a servir a las generaciones futuras. Dentro de 50 años habrá arquitectos e historiadores que seguirán sacando nuevos detalles del cuadro”, apostilla De la Mano. El skyline más antiguo de la ciudad se funde con el nuevo. Y el patrimonio artístico de la ciudad se amplía desde el pasado para mirar al futuro.

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Sobre la firma

Jorge Morla
Redactor de EL PAÍS que desde 2014 ha pasado por Babelia, Cultura o Internacional. Es experto en cultura digital y divulgador en radios, charlas y exposiciones. Licenciado en Periodismo por la Complutense y Máster de EL PAÍS. En 2023 publica ‘El siglo de los videojuegos’, y en 2024 recibe el premio Conetic por su labor como divulgador tecnológico.
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