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Las luces y sombras de Caravaggio vuelven a Roma con la mayor exposición en décadas

Una gran muestra del artista, con 24 lienzos, concentra obras llegadas de ocho colecciones extranjeras y del resto de Italia. Incluye los dos últimos cuadros salidos a la luz, el ‘Ecce Homo’ de Madrid y el retrato de Maffeo Barberini

Un visitante observa tres cuadros en la exposición del palacio Barberini de Roma: 'Jugadores de cartas' (1594), 'Los músicos' (1595) y la primera versión de 'La buenaventura' (1594).
Un visitante observa tres cuadros en la exposición del palacio Barberini de Roma: 'Jugadores de cartas' (1594), 'Los músicos' (1595) y la primera versión de 'La buenaventura' (1594).Yara Nardi (REUTERS)
Íñigo Domínguez

La vida novelesca de Michelangelo Merisi, llamado Caravaggio por el pueblo de su familia, en Lombardía, forma también parte de la fascinación de su pintura, y uno de los episodios clave de su vida es su huida de Roma, la ciudad donde triunfó, tras matar a un hombre en una pelea en 1606. Nunca más regresó, y cuando estaba a punto de hacerlo, tras obtener el perdón del Papa, falleció con 39 años en el viaje de retorno tras desembarcar en Porto Ercole. Un camino parecido ha seguido gran parte de su obra, dispersa por el mundo y por Italia, en parte desaparecida, y su propia figura se perdió en el olvido hasta que fue rescatada en 1951 en la famosa exposición en Milán de Roberto Longhi. Comenzó entonces el furor por Caravaggio, y ha habido muestras ambiciosas que han tratado de reunir lo mejor de su legado, como la de Roma de 2010 y Milán en 2017, pero sin duda la que se ha inaugurado este jueves en el palacio Barberini de Roma, titulada Caravaggio 2025, ya en el nombre pretende constituir un hito. Se han reservado ya 60.000 entradas, y se prevén unas 300.000 visitas hasta que termine, el próximo 6 de julio.

Es una ocasión única, también para volver a discutir sobre un autor tan misterioso que siempre da mucho que discutir, y es uno de los objetivos de la muestra, reavivar debates. Se exponen 23 obras ―y el total de las catalogadas son unas 60, según los comisarios de la muestra―, más una atribuida en discusión, el Narciso, que la crítica se inclina en los últimos años por adjudicar a Spadarino. Además, debe considerarse que hay otras 15 pinturas de Caravaggio en iglesias y museos de la ciudad, lo que quiere decir que en Roma, durante cuatro meses, tendrá la mayor concentración del mundo de obras del artista.

Dos de las obras expuestas en Roma: 'Juan Bautista' (1610) y 'El martirio de Santa Úrsula', ambas de 1610.
Dos de las obras expuestas en Roma: 'Juan Bautista' (1610) y 'El martirio de Santa Úrsula', ambas de 1610.Daniel Cáceres (EFE)

Ocho pinturas llegan desde el extranjero, junto a otras de colecciones privadas que raramente las prestan. Pero la potencia de la exposición no es solo por el número, que es el mismo de obras de la muestra de 2010, sino por cuáles son. Las estrellas son los dos últimos cuadros salidos a la luz. Uno es el Ecce Homo de Madrid (junto con la Santa Caterina del Thyssen son los dos cuadros que viajan desde la capital española), expuesto por primera vez en El Prado el año pasado, y que regresa a Italia, pues el virrey español de Nápoles se lo llevó al salir de la ciudad con la peste de 1657, y nunca volvió. El otro es el Retrato de Maffeo Barberini, futuro Urbano VIII, oculto en una colección privada hasta el pasado mes de noviembre, cuando se mostró por primera vez al público en el mismo palacio Barberini, donde estuvo colgado. Según la prensa italiana, el Estado italiano está negociando para comprarlo, y sería la primera adquisición oficial desde 1971 de una obra del autor. Se puede contemplar junto a uno similar de la colección privada de los Corsini en Florencia, uno de los muchos emparejamientos inéditos que regala la muestra de obras hermanas, que ahora a veces están separadas por miles de kilómetros. Por ejemplo, hay cuatro cuadros de San Juan Bautista confrontados por primera vez, uno de temas favoritos del pintor, obsesionado con las decapitaciones por la pena capital que pesaba sobre él.

La exposición, comisariada por Francesca Cappelletti, directora de la Galería Borghese; la historiadora Maria Cristina Terzaghi, y Thomas Clement Salomon, director de las Galerías Nacionales de Arte Antigua de Roma, abarca toda la fugaz trayectoria de Caravaggio, apenas 15 años. Están el primer lienzo conocido, el Baco enfermo (1596), de la Galería Borghese, y el considerado como último (aunque esto también se discute), El martirio de Santa Úrsula (1610), de las Gallerie d’Italia de Nápoles, que además llega recién restaurado. De este modo emergen de la oscuridad del fondo nuevos detalles de tres rostros hasta ahora en penumbra. Uno de ellos, otro autorretrato del artista, testigo atónito de la escena de muerte cuando ya se acercaba la suya. Merisi lo pintó con rapidez, porque tenía prisa, debía embarcarse en ese último viaje hacia Roma, por eso el lienzo fue expuesto al sol con la pintura aún fresca, lo que le causó daños que la han hecho muy frágil.

El 'Ecce Homo' madrileño del pintor, en la exhibición romana.
El 'Ecce Homo' madrileño del pintor, en la exhibición romana.Yara Nardi (REUTERS)

Es un auténtico regreso a casa para cuatro obras, que estaban en este mismo palacio Barberini hasta que salieron en la diáspora del patrimonio de esta noble familia romana, como la citada Santa Caterina del Thyssen, vendida durante el fascismo, en 1934, por solo 30.000 liras, y que vuelve después de 90 años. Es otro de los cuadros que participa en un sugestivo juego de espejos, pues se exhibe junto a otros dos donde la modelo parece la misma mujer: Marta y Magdalena, del Detroit Institute of Art, y Judit decapita a Holofernes de palacio Barberini. La identidad de esta modelo es otro debate abierto. Quizá es Fillide Melandroni, célebre cortesana de la época que, se dice, fue amante del pintor. Desde luego Caravaggio mató en 1606 al proxeneta con el que ella tenía relación, el crimen por el que huyó de Roma y emprendió su vida errática por Nápoles, Malta y Sicilia. Lo cierto es que el artista pintó un retrato de Fillide Melandroni, del que solo se conserva una fotografía, pues se perdió en 1945 en Berlín en un incendio durante la guerra, y es con esta referencia con la que se establece la discusión sobre la mujer de los otros tres lienzos.

Organizar esta muestra en Roma, como es evidente, garantiza ya un núcleo fundamental de obras del pintor. El palacio Barberini aporta de entrada sus tres cuadros, más otro de la Galería Corsini, que forma parte del mismo complejo de museos, las Galerías Nacionales de Arte Antigua de Roma. Se suman tres de los seis que posee la Galleria Borghese, la pinacoteca con más caravaggios del mundo. Más otros de Roma, Milán, Nápoles y Florencia, entre ellos varios raros de ver, por ser de colecciones privadas, como la Conversión de Saulo, de la colección Odescalchi, una primera versión del que ahora se ve en la iglesia de Piazza del Popolo de Roma.

Pero sin duda, el lujo de la exposición es poder ver en cuatro salas obras que, de otro modo, requerirían convertirse en pasajero del año de una compañía aérea y hacer estallar la tarjeta de millas. Hay cinco lienzos de Estados Unidos, y de lugares por donde no se pasa así como así, como el museo Kimbell de Fort Worth, Texas ―allí está el maravilloso Jugadores de cartas, que también salió del palacio Barberini―; el Éxtasis de San Francisco del Wadsworth Atheneum de Hartford, Connecticut; o el San Juan Bautista en el desierto del Nelson-Atkins de Kansas City, Missouri. También llega de la National Gallery de Dublín una obra maestra de su madurez, La Captura de Cristo, y, de la colección real británica, el Mondafrutto, uno de sus primeros cuadros.

Uno de los primeros visitantes de la muestra, hoy en Roma, frente a La 'captura de Cristo' (1602), en la que el propio Caravaggio se retrató a la derecha de la obra.
Uno de los primeros visitantes de la muestra, hoy en Roma, frente a La 'captura de Cristo' (1602), en la que el propio Caravaggio se retrató a la derecha de la obra. Daniel Cáceres (EFE)

Además, con motivo de la muestra se permite la visita al Casino de la Aurora de Villa Ludovisi, que está a 10 minutos a pie y casi nunca se abre al público, para contemplar el único mural del pintor, Júpiter, Neptuno y Plutón (1597). Fue un encargo del cardenal Francesco Maria Del Monte, primer gran cliente del pintor, y se halla en el techo del gabinete donde se dedicaba a sus experimentos de alquimia. Obviamente, el paseo se puede acompañar con las otras obras del maestro que hay en iglesias romanas, de visita gratuita, en San Luigi dei Francesi (tres), Santa Maria del Popolo (dos) y Sant’Agostino (uno), además de las presentes en la Galería Borghese (otras tres, además de las prestadas a la exposición), Galleria Doria Pamphilj (tres), los Museos Vaticanos (uno) y los Capitolinos (uno más, aparte del enviado a la muestra). Porque Roma es la ciudad de Caravaggio, aunque nunca pudiera regresar a ella, y solo algunas de sus obras lo hagan en las grandes ocasiones.

En todo caso, los expertos no descartan que puedan aparecer otras obras en el futuro. “Hay algunos cuadros que todavía no puedo entender por qué desaparecieron. Algunos se mencionan hasta el siglo XVIII. Es plausible que tarde o temprano salgan a la luz. Yo no pierdo la esperanza”, ha dicho Francesca Cappelletti, una de las comisarias de la muestra.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Corresponsal en Roma desde 2024. Antes lo fue de 2001 a 2015, año en que se trasladó a Madrid y comenzó a trabajar en EL PAÍS. Es autor de cuatro libros sobre la mafia, viajes y reportajes.
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