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El paseo por la ciudad como acto poético y rebelde: de Baudelaire a la turistificación

Coincidiendo con la crisis urbana y de vivienda varios ensayos destacan el deambular ‘psicogeográfico’, una forma de habitar la urbe prestando atención a la injusticia y al encuentro con lo maravilloso en lo cotidiano

Imagen del metro de Madrid extraída del libro 'Lo quieras o no', del colectivo Democracia y Luis Navarro, donde se ensaya una 'psicogeografía' del subterráneo.
Imagen del metro de Madrid extraída del libro 'Lo quieras o no', del colectivo Democracia y Luis Navarro, donde se ensaya una 'psicogeografía' del subterráneo.Fiacha O'Donnell (Colectivo Democracia)
Sergio C. Fanjul

“Es curioso que haya quien crea que cruzar una calle es lo mismo que cruzar una calle. Porque no lo es”, escribe Julio Monteverde (parafraseando a Cortázar) en Psicogeografía. Trayectoria de un método (Pepitas de Calabaza). La diferencia entre cruzar una calle y cruzar una calle es estar presente. Así podría definirse la práctica psicogeográfica: el tránsito consciente de la urbe, cuando el paseante atraviesa la ciudad, pero la ciudad también atraviesa al paseante. La urbe como exploración y aventura; el caminar como actividad revolucionaria.

Se da en el panorama editorial un llamativo auge de lo psicogeográfico: otros lanzamientos recientes, además del citado, tratan el paseo crítico y poético. De fuego cercada. Geografía secreta de Madrid (Alianza Editorial), de Servando Rocha; Psicogeografía del ahí. Paseos poéticos contra la compulsión turística (Icaria), de Emilio Santiago Muiño; Lo quieras o no, del colectivo Democracia con la colaboración de Luis Navarro, o La ciudad y sus pliegues (La Torre Magnética), de Javier Gálvez. Se podría añadir, publicado en 2023, Propuesta para una mejora ultrarracional de Madrid (Aguas mayores), donde la escritora Ainhoa Rebolledo y el colectivo Homo Velamine hacen una recopilación de sus garbeos por los barrios de la capital. Por cierto: el número de enero de la longeva Revista de Occidente, fundada por Ortega y Gasset, está dedicado a las “poéticas del caminar”.

Históricamente el hilo de lo psicogeográfico se puede rastrear al menos hasta figuras decimonónicas como Charles Baudelaire o Thomas de Quincey, que en los albores de la ciudad moderna, llenas de luces novedosas, multitudes heterogéneas o prodigios traídos de todo el planeta, reivindicaron la figura del flâneur, el paseante anónimo que era testigo de esa multitud sin confundirse con ella. En París, la ciudad-mundo de entonces, esta figura encarnaba la experiencia de la modernidad urbana.

Posteriormente, ya en el siglo XX, vanguardias como el dadaísmo o el surrealismo (en la obra de Breton, Apollinaire o Aragon) recogieron la fascinación por la ciudad desbordante y misteriosa, explorando su potencial poético y onírico: la búsqueda de “lo maravilloso” en lo cotidiano. Es el primer estadio que recoge Julio Monteverde en Psicogeografía, una especie de manual donde traza la historia de la disciplina en tres etapas, ofreciendo introducción a algunos de sus textos clásicos.

Guy Debord toma la palabra en la tercera conferencia de la Internacional Situacionista, en abril de 1959.
Guy Debord toma la palabra en la tercera conferencia de la Internacional Situacionista, en abril de 1959. Mondadori Portfolio (Electa / Giorg / getty)

El segundo estadio, tal vez el más seminal, sucede cuando la vanguardia del letrismo aporta el término psicogeografía, aunque es posteriormente la Internacional Situacionista, comandada con mano ebria y férrea por Guy Debord, la que desarrolla teóricamente la deriva psicogeográfica. La práctica de la deriva, un vagar experimental por el espacio urbano, se convirtió en una forma de resistencia frente a la “sociedad del espectáculo”, ese sistema alienante que sustituye la vida auténtica por su representación y que no ha hecho más que intensificarse hasta nuestros días. El tercer estadio, según la cronología de Monteverde, incluiría las expresiones paseísticas más cercanas al presente, las de colectivos como el Grupo Surrealista de Madrid, Industrias Mikuerpo, La Felguera o Luther Blisset.

Las dos almas de la psicogeografía

La psicogeografía ha tenido dos almas que se han trenzado y destrenzado: una es la vertiente poética y estetizante, muy querida por los surrealistas, en la que predomina el asombro antes las maravillas cotidianas que se esconden en la urbe. “Hay que resaltar que la psicogeografía no es más que una idea de poetas, son los poetas los que se la inventan”, afirma Monteverde. Y la vertiente crítica, más cultivada por los situacionistas, dedicada a transformar la ciudad, a menudo de manera radical, y, por tanto, a transformar radicalmente la vida; una idea que tiene conexiones con el concepto de derecho a la ciudad, acuñado por el filósofo Henri Lefebvre y luego retomado por el geógrafo David Harvey.

“Este punto de vista crítico le viene a la psicogeografía de la tradición de las vanguardias artísticas de izquierdas, que entendían que cualquier actividad poética individual estaba condicionada por la alienación moderna. Así que lo maravilloso solo se podía experimentar en una ciudad distinta”, dice Emilio Santiago Muiño. En su Psicogeografía del ahí, este autor recopila sus exploraciones por París, algo así como el gran parque de atracciones histórico de esta disciplina, pero también quiere demostrar que es posible en otros lugares inopinados como Ferrol, donde nació, o Móstoles, donde ha crecido y vivido: si se está dispuesto a mirar, lo maravilloso se puede encontrar en cualquier lugar. Como militante ecologista, Santiago Muiño hace hincapié en el carácter extractivista de la industria turística y en sus conexiones con el desastre ambiental en curso.

Dentro de lo textual, la psicogeografía es muy amplia; cabe de todo, tanto temática como estilísticamente. Desde el poema arrebatado hasta el frío informe situacionista, desde la anécdota tierna hasta la teoría más abigarrada, desde la parrafada artística hasta el costumbrismo callejero, de la autobiografía a la crónica. La política, el urbanismo, la sentimentalidad, la historia. Distopía o realismo mágico. La versión más oculta y contracultural del paseo es puesta en práctica por Servando Rocha (muy influenciado por el psicogeógrafo británico Iain Sinclair) en De fuego cercada: se trata de un “diario de viaje”, lleno de meandros y sorpresas, desde el centro hasta los confines de la ciudad de Madrid, en línea recta desde la Puerta del Sol y en dirección norte. “Uno de mis fines era comprobar si se podía salir a pie de la ciudad”, dice el autor, que presta especial atención a todo aquello que ha ido desapareciendo pero que, de algún modo, permanece.

El escritor Servando Rocha en un momento de un paseo por la Puerta del Sol de Madrid, a modo de presentación de 'De fuego cercada' (Alianza Editorial).
El escritor Servando Rocha en un momento de un paseo por la Puerta del Sol de Madrid, a modo de presentación de 'De fuego cercada' (Alianza Editorial). Álvaro García

“El pasado no ha desaparecido, el pasado sigue aquí, presente, con nosotros, y se refleja en la ciudad”, dice Rocha, con la mirada, pues, muy centrada en lo histórico: en su texto se trata la memoria del fuego de Madrid, las huellas de la Guerra Civil, los cementerios abandonados, las historias que resurgen y se conectan entre sí y con el presente. “Cuando uno enfoca la mirada, empiezan a pasar cosas”, añade. Además, en su faceta al frente de la editorial La Felguera, Rocha le ha dedicado notables esfuerzos al divulgar el paseo, publicando textos de ilustres paseadores como Pío Baroja, Emilio Carrère, Pierre Mac Orlan o Ivan Chtcheglov.

Psicogeografía subterránea

El enfoque del colectivo Democracia y Luis Navarro en Lo quieras o no tiene que ver con la reivindicación de los músicos que trabajan en el metro y con la exploración psicogeográfica del suburbano. “El metro, por un lado, es un lugar muy proclive al encuentro de todo tipo de personas que de otro modo no se relacionarían, pero también es un espacio extremadamente reglado, una red de vectores sin paisaje, en la que vas contando una estación cada dos minutos: no hay lugar para el extravío ni para el descubrimiento”, dice Navarro, quien también lamenta que muchas veces las técnicas psicogeográficas hayan sido utilizadas para el control y la dominación. “Los estudios que se han hecho en este sentido son para dirigir la vida de la gente, que, de alguna manera, es lo que querían hacer los situacionistas, pero en sentido utópico”, añade.

El metro también es fundamental para Ainhoa Rebolledo y los miembros del colectivo Homo Velamine, que, explorando en sus “garbeos” una por una las paradas del tren subterráneo, van copando el plano de la capital. Y no solo eso, sino proponiendo “mejoras” a la ciudad, muchas veces delirantes, muchas veces mezcladas con la broma y la guerrilla comunicativa, siguiendo la lógica de su método “ultrarracional”. En el caso de Javier Gálvez en La ciudad y sus repliegues, no se trata de la mejora de la ciudad, sino de la mirada que encuentra la poesía y el asombro en los pequeños detalles, los letreros, la corteza de los árboles, los guantes perdidos, las pintadas en los cierres de los comercios. Y desde una mirada crítica: “Ciudades sin ciudadanos: esa parece ser la nefasta tendencia desde finales del siglo XX”, escribe.

El interés por el paseo psicogeográfico se mantiene a través del tiempo, pero vive momentos de auge como el presente, que puede conectarse con la actual crisis urbana. Las ciudades están sufriendo cambios radicales: gentrificación, turistificación, segregación, el problema de la vivienda... Pero el interés también puede conectarse con razones más personales: “Creo que hay un psicogeógrafo escondido en mucha gente que ni siquiera lo sabe. Hay algo muy humano en la experiencia de libertad del paseo, en el enriquecimiento sensual, en el deseo de vivir de una forma menos acelerada y encapsulada”, concluye Santiago Muiño.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.
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