Oliver y Benji siguen en la cancha con una estética inacabada pero más libre
El dibujante Yoichi Takahashi mantiene la saga experimentando en internet con bocetos que le permiten acelerar la trama y triplican su ritmo de producción
El dibujante Yoichi Takahashi citó la fatiga de la edad para poner fin a su manga de fútbol Oliver y Benji. Pero lejos de abandonar la saga, Takahashi está experimentando en internet con bocetos que le permiten acelerar la trama y triplican su ritmo de producción. “Tengo más libertad pero también más retos”, afirma el creador de la historieta lanzada en Japón en 1981 como Captain Tsubasa y cuya versión anime, iniciada en 1983, cuenta entre sus millones de aficionados con jugadores como Messi, Iniesta, Fernando Torres y Mbappé. “Aunque ahora no estoy limitado por el número de páginas fijado por la editorial, me preocupa la reacción de los lectores”, continúa el autor, que recibe a este diario en su estudio de Katsushika, el barrio popular del nordeste de Tokio donde nació hace 64 años.
El nuevo formato narra las semifinales de unos hipotéticos Juegos Olímpicos de Madrid donde la selección japonesa Sub-23, capitaneada por Oliver Atom, el número 10, se enfrenta a España, la favorita liderada por Angelic Michael. Accesible de forma gratuita en la web de la editorial Sueisha, la historia tiene la apariencia del esbozo que los artistas de cómic y manga entregan a sus asistentes para que definan los contornos con el entintado, la línea que aporta contraste y dramatismo a las escenas. Los escorzos de sus futbolistas suspendidos en alguna de sus improbables piruetas son ahora imperfectos, espontáneos y dejan ver el proceso creativo. Takahashi aprovecha los encuadres variables del manga y en ocasiones llena una página entera con una cancha vacía expresada en pocas líneas apresuradas. “Este estilo me permite avanzar más rápido y llegar a un punto de la historia que no podría alcanzar con el método tradicional”, añade.
Dibuja solo a lápiz y cuenta que, en un buen día, puede trabajar durante 10 horas escuchando melodías de J-pop (pop japonés). Sigue los partidos de la Liga japonesa y no se pierde los de la española para emocionarse con el FC Barcelona, el club del que se enamoró por accidente cuando tuvo que alojarse en la capital catalana por no haber encontrado hotel en Toulouse durante el debut de la selección nipona en el Mundial de Francia 1998. “No tenía intención de incluir al Barça en mi manga. Pero cambié de opinión cuando visité el Camp Nou. Fue como un flechazo. Decidí que Oliver tendría que jugar allí”, recuerda. Visitó también los museos de Picasso y de Miró, se quedó fascinado por Tàpies. También le gusta Jean-Michel Basquiat y confiesa que absorbe influencias del arte moderno. “Casi sin darme cuenta”, matiza.
“Como el fútbol es un deporte que utiliza todo el cuerpo, al dibujar líneas curvas intento que sean suaves y dinámicas, ignorando las proporciones reales”, dice para explicar la deformación casi manierista de sus figuras, que se antepone a la corrección anatómica de otros conocidos mangas deportivos como Slam Dunk, la obra de Takehiko Inoue que en los años noventa introdujo a los japoneses en el baloncesto y contribuyó a la profesionalización de ese deporte.
En el barrio de Katsushika, en Tokio, rinden homenaje a su obra con nueve estatuas de bronce de sus personajes erigidas en calles y parques. La estación de Yotsugi se asemeja a una catedral pop con gigantescos murales de los personajes ejecutando algunas de las famosas jugadas improbables, como el tiro combinado en el que dos futbolistas chutan al tiempo el balón para, supuestamente, darle efecto a su trayectoria. La peregrinación constante de aficionados al barrio es un testimonio de la fama de un título que ha vendido 90 millones de libros solo en Japón, además de las versiones de anime y videojuegos.
La vida de Oliver y sus compañeros del equipo Nankatsu SC, y la explicación casi pedagógica del fútbol y las competiciones, popularizaron el deporte del balón en un país devoto del béisbol. Aunque muchos analistas citan su importancia decisiva en la consolidación del fútbol en Japón, Takahashi resta importancia a sus logros. “Fue la aparición de la liga profesional japonesa (en 1993) lo que aumentó el número de niños que querían dedicarse a este deporte. Además, con la televisión e internet, los entrenadores y el público empezaron a entender mejor cómo se juega en los niveles más altos del resto del mundo”, anota. Recuerda la sorpresa que se llevó en la Copa Mundial Femenina de Alemania 2011 cuando una jugadora materializó el sueño de Oliver al darle una victoria mundial a Japón. “La capitana de nuestra selección femenina, Homare Sawa, llevaba el mismo dorsal 10 y además recibió el Balón de Oro”, recuerda. Takahashi, por su parte, ha convertido en realidad el equipo imaginario de su saga y en 2019 fundó y se hizo presidente del Nankatsu Sports Club, una formación cuya misión, según su web, es marchar “desde Katsushika a la J. League”.
La división infantil U-14 del Nankatsu SC se prepara para una serie de encuentros internacionales que tendrán lugar en Barcelona, en la primavera de 2025. Takahashi, que ha perdido la cuenta de las veces que ha visitado España, y de las ciudades que conoce, los acompañará para animarlos y conocer el nuevo Camp Nou. Espera también comer un plato difícil de encontrar en los restaurantes españoles de Tokio y que, junto al pulpo gallego que probó en La Coruña, encabeza su lista de favoritos: los calçots a la parrilla.
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