El Barça se aferra al regreso al Camp Nou antes del fin de año pese a la desconfianza
El club ha conseguido mayor margen horario para acelerar los trabajos en el interior del estadio, pero debe conseguir los controles de movilidad y de seguridad
“Estamos rezando para que vuelvan en diciembre”. Habla el restaurador Joan Bonavida, pero sus palabras encarnan el sentir general de los comercios que rodean el Camp Nou. Hastiados de incesantes meses de polvo y ruido y abrumados por unos ingresos en mínimos durante 18 meses que hacen sonar las alarmas en sus empresas, solo esperan la vuelta del futbol a Les Corts. Con una vista privilegiada de la evolución de las obras exteriores del campo, el cocinero estima difícil el estreno —parcial— del estadio a tiempo, pero el club y su presidente, Joan Laporta, insisten una y otra vez que el Barça regresará de su exilio en el Estadi Olímpic Lluís Companys antes de que finalice el año, hito que marcaría los festejos del 125 aniversario de la institución.
“El club está haciendo todos los esfuerzos y trabajando al máximo”, señala una portavoz encargada del Espai Barça, todo el espacio urbano donde se encuentran las instalaciones del Futbol Club Barcelona, a través de un correo electrónico. En ese mensaje se reconoce la posibilidad de que “una serie de imponderables” sin concretar frene el estreno.
La estructura metálica sobre la que se asentará la tercera gradería es ya bien visible, pero esa parte del Camp Nou no será aún necesaria para la primera fase de la apertura. El Camp Nou echará a andar con una capacidad máxima de 64.000 asientos (el 60% de su capacidad total al final de las obras) repartidos entre la primera y la segunda gradería, a los que se añadirán 2.600 plazas en las localidades VIP, las que tienen que acelerar el retorno de la inversión de 960 millones que cuesta remozar el Camp Nou.
La pasada semana, en un encuentro con asociaciones de vecinos del distrito, el Ayuntamiento dio luz verde a intensificar los trabajos en el interior del estadio para hacer más viable el reestreno. La constructora Limak y su red de subcontratas podrán trabajar las 24 horas del día en el interior de las instalaciones para realizar tareas de cableado, alicatados y pintura. Y en el exterior, en aquellas zonas donde no hay viviendas próximas, se permitirá trabajar hasta la medianoche siempre y cuando se controle la contaminación sonora y lumínica, por lo que durante las últimas cuatro horas quedará limitado el uso de maquinaria.
“Queremos que la obra se acabe ya, pero es complicado teniendo en cuenta que es faraónica”, señala Anna Ramon, presidenta de la Asociación de Vecinos Camp Nou, quien lamenta que en alguna ocasión Laporta haya deslizado responsabilidades hacia las condiciones de las obras fijadas por los vecinos por el retraso de los trabajos. “Nosotros les dejamos trabajar los sábados con unas condiciones y ellos mismos rompieron el pacto. Nosotros solo pedimos descansar”, denuncia Ramon.
El Ayuntamiento de Barcelona se niega a ofrecer información sobre la marcha de las actuaciones que serán necesarias antes del regreso del público al Camp Nou. Preguntado por este diario, rechaza informar sobre si se ha iniciado la elaboración del plan de movilidad o el de seguridad necesario para acceder a un gran evento deportivo, que en este caso se producirá en la mayor obra civil que se construye en Cataluña. Se desconoce incluso cómo se articularán los accesos desde el exterior hasta las gradas, franqueando toda la zona de obras, maquinaria y contenedores que hoy son imprescindibles para que se mantenga el curso de los trabajos. Ni como se asegurará el movimiento de los 2.400 coches y las 1.400 motos que generarán los asistentes al campo. Y desde BSM, empresa municipal encargada de la gestión del estadio Olímpic, se esgrime confidencialidad para no dar información sobre cuánto tiempo tiene de margen el Barcelona para estar en Montjuïc.
Reunión sobre movilidad
Fuentes vecinales indican, sin embargo, que en los próximos días se podría anunciar una nueva reunión para hablar de la movilidad. Ese paso debe tener el preceptivo beneplácito de la Guardia Urbana, que deberá participar también en el plan de seguridad para acceder a un gran evento, en el que también contará la evaluación de los Bomberos. Tanto LaLiga como la UEFA, a quienes se entrega el estadio un día antes de partido de cada una de sus competiciones, también tendrán que asegurar que se ofrecen todas las condiciones para albergar un partido en condiciones de seguridad. Fuentes conocedoras del ámbito de la arquitectura y de la ingeniería dudan de que se pueda llegar a tiempo a contar con esos permisos, teniendo en cuenta actualmente el estado visible de los trabajos en el exterior. Advierten de que la remodelación del Camp Nou poco tiene que ver con la del Santiago Bernabeu, que también abrió antes de acabar los trabajos, ya que el estadio madridista sufrió básicamente un cambio de piel.
El club asegura que se están realizando trabajos de refuerzo estructural en el interior del estadio, reparaciones, particiones de espacios e instalaciones en la primera y la segunda graderías, que se han impermeabilizado. Se están preparando asimismo los anclajes para los asientos, que ya han sido montados en algún bloque de la primera gradería.
Dos barriles de cerveza cuando eran diez
Josep Bonavida regenta junto a su madre el restaurante Mà de Morter. Ofrecen menús cada día, pero justo situado su establecimiento enfrente del Camp Nou, los días de partido era un hervidero de gente —”para lo bueno y lo malo”, dice — y en una jornada se despachaban diez barriles de cerveza, cuando ahora justo consumen dos a la semana. La espera se está haciendo larga, incluso para la cervecera que les sirve, que mantiene precios pese a que las comandas no se ajustan a lo pactado, a la espera de tiempos mejores. “Cuando coges aquí un local siempre piensas en lo que te puede aportar el Camp Nou. Pues nosotros llevamos seis años y tras el golpe de la pandemia de la covid llegó el de las obras del Camp Nou. Genera ansiedad, por qué no reconocerlo”, dice Bonavida, mientras su madre levanta los ojos del fregadero y eleva su tono de voz: “Si tardan mucho, estaremos en peligro”.
El nepalí Krishna también espera que el fútbol vuelva cuanto antes. En su caso, regenta junto a su mujer un colmado. “Llevamos aquí cinco años y solo dos años de partidos”, dice ante la caja registradora de la tienda. Explica que un comercio como el suyo no vive de los vecinos y que espera a los turistas. Pero sin partidos, y con el estadio en obras, su calle es una zona de paso excepcional para los foráneos, que además tienen la entrada al recinto en el lado opuesto. Y así van la cosas, con el contrato de alquiler envejeciendo (cinco años con posibilidad de ampliar tres más) y con unos 200 euros diarios de cierre de caja. “En un partido con el Madrid podíamos hacer 4.500 euros; con el Girona, hasta 2.500 euros”, explica. En la última rueda de prensa a Laporta, le cuestionaron sobre su exceso de optimismo para explicar cosas que después no sucedían. “Me gusta generar ilusiones y motivar —respondió —, a veces se cumple y a veces se tiene que seguir trabajando”. Con el Camp Nou sucede lo mismo.
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