Fred Moten, poeta: “España ha intentado evitar la africanidad”
El académico y artista estadounidense, uno de los pensadores más influyentes en estudios negros y cultura afroamericana, aboga por la abolición de las instituciones universitarias y culturales
La presencia de Fred Moten (Las Vegas, Estados Unidos, 62 años) en Europa constituye una rareza, una feliz excepcionalidad para los que conocen su obra, de la que en español queda constancia por la traducción de su libro escrito junto a Stephano Harney, The Undercommons (Los abajocomunes), el conjunto de ensayos donde Moten mejor ha plasmado su teoría de la tradición negra en el pensamiento social y político contemporáneo, el arte y la crítica estética. Apenas concede entrevistas y sus seguidores esperan pacientes para asistir a sus charlas, en las que sorprende con un discurso de tono pausado, muy amable, pero de contenido muy crítico y de una ruptura radical contra todo lo establecido: el sistema político, las instituciones universitarias de su país y la herencia de nuestra historia colonial compartida. En uno de estos escasos saltos a este lado del Atlántico, fue en Sevilla el pasado martes donde Moten charló con EL PAÍS durante más de una hora, antes de participar en las jornadas Pensamiento sur(b)terráneo. Lo popular desde el sur, del revés y boca abajo, promovidas por el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo.
Efectivamente, Moten, teórico del arte, poeta y académico, profesor en la Universidad de Nueva York y emérito distinguido en la Universidad de California, propone una visión del mundo desde la periferia y coloca boca abajo, cuando no dinamita, cualquier idea preestablecida. “He venido a morder la mano que me ha traído hasta aquí”, reconocía en la capital andaluza quien arremete contra las instituciones culturales occidentales (como la que le ha invitado esta semana a Sevilla) hasta abogar por su abolición. Es una de las cuestiones que más sorprenden de Moten, que reconoce vivir en permanente contradicción: en su ensayo más conocido en España, The Undercommons, realiza una crítica feroz a las instituciones culturales y museísticas, pero sobre todo al sistema universitario y académico de Estados Unidos. Sin embargo, pertenece a él como profesor en las universidades de Nueva York y California. ¿Se batalla mejor desde dentro?
“Bueno, cuando comencé a escribir este libro junto a Stephano Harney, ambos tratábamos de entender cómo comenzó nuestra relación con los ambientes universitarios, cierto es que todos entramos voluntariamente en él, pero hay algo preestablecido que te conduce hasta allí y una vez dentro uno se da cuenta de que la universidad no es más que un lugar de trabajo y no precisamente amable. Es un espacio de explotación y es posible preguntarse por qué la gente entra voluntariamente en un ambiente así. La respuesta es clara: es necesario comer, vivir, tener un trabajo, una familia, y es casi obligatorio pertenecer a estos espacios. Los lugares de trabajo han hecho creer a las personas que tienen una misión que cumplir, darles un sentido a sus vidas o una redención personal, lo que vulgarmente se dice ‘hacer del mundo un lugar mejor’. Pero esto ha terminado por desplomarse, era una suerte de sueño”, reflexiona Moten, en claras referencias neomarxistas.
Aun así, reconoce que la Universidad es un sistema que le permite, formando parte de él, “pensar desde dentro en su abolición”. “No quiero redimir a la Universidad, pero sí espero contribuir a su desaparición desde dentro”.
Pero más allá de su capacidad para transitar con firmeza por los márgenes del sistema, Fred Moten es uno de los grandes referentes de Estados Unidos en black studies (estudios de la cultura negra y afroamericana). Una suerte de culturas “subalternas” que conecta también con la tradición española y andaluza con la que esta semana se ha encontrado en Sevilla. Hace el crítico un paralelismo entre “la cultura norteamericana construida sobre el expolio y el trabajo esclavista, que es algo que marca fuertemente también el pasado colonial español y europeo”. “En el flamenco, por ejemplo, pasa algo similar con las músicas del trabajo de los esclavos en la tradición afroamericana, hay un origen directamente relacionado con la persecución de los gitanos, el esclavismo y la explotación, pero también con su aspiración de emancipación”, explica.
Y lanza dardos también contra el pasado colonial de Europa y la tendencia de España a crear fronteras con el sur. Cree Moten que en España “hay una creencia natural de que el Mediterráneo actúa como una frontera natural entre África y Europa”. Él se pregunta por qué no los Alpes o cualquier otro lugar del mundo para levantar esa frontera. La respuesta que Moten sostiene es que “España a lo largo de la historia ha intentado evitar la africanidad, esa relación con lo negro, y se ha situado como frontera”. Y vuelve a colocar el flamenco, al que los últimos estudios contrastados le reconocen ciertas raíces negras, como metáfora: “En el flamenco se está reconociendo, sin embargo, que sus orígenes son múltiples, y esto puede ayudar a construir un nuevo imaginario, una idea de que no existen fronteras cerradas, que la realidad es mucho más compleja, más desordenada. Un buen paso para acabar con ello en Europa sería cambiar la relación con la emigración en el Mediterráneo y con ese tipo de ideas de las fronteras que hoy se está estableciendo”, reflexiona.
Aun así, es escéptico cuando se le pregunta por el arte como una herramienta para reconstruir la memoria histórica. “Es imposible pagar esa deuda, porque se trata de una deuda impagable”.
Nacido en Las Vegas —símbolo donde los haya del capitalismo más voraz— de una familia descendiente de esclavos y emigrante del sur de EE UU, su pensamiento crítico y posiciones manifiestas —y radicalmente— contrarias al capitalismo, al pensamiento liberal, así como su defensa de las minorías, confrontan con lo expresado por su país en las urnas el pasado 5 de noviembre: la incontestable victoria de Donald Trump. Pero Moten no ha venido a Sevilla a hablar de Trump. No es hasta el final de la charla con EL PAÍS cuando sale a escena el nombre del nuevo presidente de su país. El pensador se encoge de hombros: “Es una continuidad de los últimos cuatro años”.
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