Hugh Grant: “¿Sabes lo que echo de menos? Cuando no existía Internet”
El actor británico se pasa al terror con ‘Heretic’, donde encarna a un depredador que captura a dos misioneras mormonas. “La gente tiene una imagen encantadora de mí basada en los personajes de las películas de Richard Curtis. Y yo no soy así”, confiesa
A Hugh Grant (Londres, 64 años) no se le lleva la contraria. Y menos cuando se habla de él mismo. “Lo que os pasa es que tenéis una imagen de mí basada en los personajes de las películas de Richard Curtis y yo no soy así. En realidad, ese inglés encantador es un autorretrato de Richard”, apunta el actor con una sonrisa de oreja a oreja, que a la vez hiela la sangre. Curtis, uno de sus mejores amigos, y al que Grant entregó el pasado lunes un Oscar de honor, es el guionista y/o director de Cuatro bodas y un funeral, Notting Hill y Love Actually. “Ese Hugh es en realidad Richard”.
Ahora bien, la sonrisa heladora... A esa sonrisa el actor le ha sacado un enorme partido en Heretic, su primer paso en el cine de terror, un filme que se estrena en España el 3 de enero y en el que encarna a un tipo amable que acepta en su casa la visita y el discurso adoctrinador de dos jóvenes misioneras mormonas... que pronto descubrirán que ese experto en teología y filosofía con ganas de confrontar sus creencias —el hereje del título― es en realidad un depredador que está jugando con dos víctimas más que está a punto de deglutir. Aunque antes de llegar a Heretic, Grant responde a la duda anterior: “Me siento mucho más cerca, me parezco más a los personajes de la saga de Bridget Jones o de Un niño grande”. Con él uno nunca sabe si contesta en serio o ironiza, y desde luego, el mito de los mil Hugh Grant, del actor difícil de retratar, no va a colapsar en una entrevista en España.
Cuando era niño, Grant y su hermano, un banquero que vive actualmente en Nueva York, iban “todos los domingos” a misa. “Mi padre nos arrastraba a la iglesia anglicana. Hasta que un día, cuando yo tenía 12, nos rebelamos y le dijimos: ’Hasta aquí'. Y él miró a mi madre y le dijo: ‘Pues los chicos llevan razón’. Nos pidió los libros que teníamos de Richard Dawkins [biólogo, divulgador y gran polemista], y se hizo ateo. Y durante años, estuvo enviando ejemplares como regalo a mis tías, muy piadosas”. Para disfrutar Heretic, ¿suma tener creencias religiosas o da igual? “No, por dios, solo hay que verla por diversión. No es una película de racismo evangélico”. Lo dicho, es complicado saber si responde o lanza chascarrillos a ver cuál cuela.
Con los años, la carrera de Grant se ha abierto: de los hombres tímidos que tartamudean ante encrucijadas sentimentales ha pasado a encarnar todo tipo de políticos, mafiosos, criminales, personajes históricos reales... ¿Es el actor perfecto para encarnar a cualquier inglés? “Arrastro la huella de aquel inglés que impregnó en mi carrera Richard hace 25 años”, insiste como defensa. Más en serio, defiende a su amigo: “Richard es un hombre que cree que el mundo puede ser un lugar mejor, y por eso cuando escribe piensa mucho en si merece la pena redactar otro drama con asesinatos [sonríe]”. ¿Y no echa de menos a veces en su día a día que un talento como Richard le susurre grandes frases para usarlas? “No te preocupes, yo ya me sé susurrar mis líneas yo solito”.
Grant, cuenta, ha desarrollado con el tiempo un proceso mucho más largo de creación de caracteres. “Me he vuelto más minucioso. Dedico más y más horas durante más y más semanas. Y he descubierto que cuanto mejor lo preparo mejor me sale. Analizo qué dice mi personaje, cómo lo dice. En Heretic, de mi señor Reed me planteé: ¿nació así, con el ADN de malvado? ¿O su madre le pegaba? ¿Qué pasó en la universidad? ¿Le echaron de profesor? ¿Ya secuestraba estudiantes? ¿Chicos, chicas? Todo eso aporta una riqueza que el público no tiene por qué conocer, pero seguro que sí la sentirá”, cuenta. Y Grant, subraya, está feliz con su método y su carrera. “Hay un montón de actores que, sobre todo cuando tienen éxito, abren sus propias productoras y compran libros para adaptar o buscan guiones para poder lucirse con ellos... Yo no soy así en absoluto. Yo, en realidad, leo el guion y pienso si me voy a divertir, y ya está”.
Heretic ilustra un mundo aterrador, en el que nadie está libre de ser atacado, donde los miedos pueden entrar por la puerta de tu casa o esperar en su interior a los visitantes. “Sin embargo, el mundo actual”, reflexiona el actor, “¿es más terrible que el de hace 20, 50 o 100 años? ¿O es un miedo azuzado por el algoritmo?”. En ese momento, el intérprete, con traje azul ajustado, camisa blanca y una piel nívea, casi traslúcida, como tan solo la tiene el otro gran inglés del cine, Colin Firth, tamborilea con los dedos sus rodillas, y encoje los hombros.
Hace más de tres décadas, Grant ya encarnó a otro depredador, con tanto encanto aunque mucho más joven: fue lord Byron en Remando al viento, de Gonzalo Suárez. “Tengo unos recuerdos maravillosos”, sonríe. Y por primera vez, se lanza: “El presupuesto era realmente bajísimo. Ayer [por el jueves] estuve buscando el lugar donde nos alojamos. Sé que estaba cerca de aquí [el actor duerme en 2024 en un hotel de lujo en la zona madrileña de Alonso Martínez]. Se llamaba Apartamentos Recoletos, por Colon, ¿puede ser?”. Puede ser. “Me acuerdo perfectamente que en ellos todo era marrón. De verdad, todo. Y fuimos a remar al lago del Retiro... El director no sabía inglés, y en cambio casi todo el reparto veníamos de Reino Unido. Así que contrataron a un traductor estupendo, bilingüe. Venía de una universidad, no sé, y por eso no sabía nada de cine ni de interpretación. Y sin ningún tacto. Total, que se acercaba y te decía cosas del estilo ‘Gonzalo dice que eres un tarugo”. Y Grant, de manera melodramática, deja caer la cabeza sobre la mesa como un peso muerto.
¿Le preocupa el paso del tiempo? ¿Se deja llevar por la melancolía? “Bah, no. Llevo una vida muy agradable. Solo me dan bajonazos cuando el móvil crea uno de esos montajes musicales con fotos de hace años y piensas: ‘Anda, mira, qué feliz era ahí'. ¿Sabes lo que echo de menos? Cuando no existía internet”. Se le escapa la carcajada, y mira a los ojos directo al interlocutor, puede que porque sus momentos más complicados en su vida privada, incluida su detención en Los Ángeles con una prostituta en un coche, ocurrieron antes de la omnipresencia digital. “Cada día estoy más convencido de que internet nos ha destruido, de que aquel mundo era mejor”.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.