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El delirante camino a la redención de Peter Perrett, líder de los malditos The Only Ones

El músico inglés, renacido hace unos años tras décadas de adicción a las drogas, publica su segundo disco en solitario, ‘The Cleansing’. “Con el crack no tienes tiempo de coger la guitarra”, asegura

Peter Perret, el pasado octubre en un hotel de Madrid.
Peter Perret, el pasado octubre en un hotel de Madrid.Claudio Álvarez

A Peter Perrett la cerveza sin alcohol con que acompañó anoche su cena en Madrid le sentó mal. “Algo de alcohol tiene, aunque sean 0,5º grados. Después fuimos caminando al hotel y debía mantener la cabeza equilibrada. Por alguna razón, el alcohol es un veneno para mí. Llevo sin beber 40 años, y es una pena, porque me gusta un vino en la comida, no su efecto. Pero no conozco vino sin alcohol decente”, dice.

Perrett (Londres, 72 años), líder a finales de los años setenta de la banda inglesa The Only Ones, lleva totalmente limpio desde 2011. Lo cual, en cierto modo, se antoja una paradoja en su biografía, marcada tanto por la música como por las sustancias estupefacientes. “Soy de música o de drogas, de lo uno o lo otro, pero no de ambas cosas a la vez, aunque hay compañeros que lo compaginan”, declara: “Pequeñas partes de mi vida han sido música, y no puedo evitar hablar de drogas, porque han sido la mayor parte. Conozco el lado oscuro de la existencia, y ahora puedo verlo con humor negro o cínico. He estado dormido mucho tiempo, y he despertado viendo este mundo como es ahora”.

Esta mañana aparece fresco y hablador en su visita a Madrid: puede dedicar 10 minutos a desarrollar una respuesta. Una idea le lleva a la siguiente, y en todas, con lenguaje culto, introduce flecos de su pasado y su presente, marcado este por el disco que acaba de publicar, The Cleansing, de formato doble. “Mi motivación para volver a componer fue dejar de tomar drogas y fumar porros o nicotina”, explica. “Estaba viviendo en un universo interior del que salí, y me encontré con mucho tiempo libre porque ya no tenía… las manos ocupadas. Y si me aburro, cojo una guitarra. Se convirtió en una terapia. Me di cuenta de que realmente disfrutaba; había estado en un mundo alternativo unidimensional, y cuanto más tiempo pasas ahí, más te olvidas del real”.

The Only Ones es, sin hipérbole, un grupo maldito. Publicó tres discos entre 1978 y 1980, que pocos conocen. Dejaron para la posteridad un sencillo que a algunos sonará: Another Girl, Another Planet (1978), un estacazo de punk-pop que ha sido utilizado después en varias bandas sonoras y grabado por otras bandas, como Blink-182. Tiene un halo mítico, pues se asegura que habla de drogas. Perrett lo desmiente: “Es sobre un romance, empleando la analogía de enamorarse de las drogas”. Afirma que solo una canción de su primera etapa estaba directamente inspirada en los narcóticos: The Beast. “Y era antidrogas: advertía a la gente de sus peligros”.

Fueron estas sustancias, además del escaso impacto comercial de su música, lo que puso fin a The Only Ones. “En aquellos días yo experimentaba con drogas, pero no eran una obsesión”, aclara. “Soy muy obsesivo, así que una vez que empecé a consumir a diario, dejé de escribir canciones. En ese momento la banda se separó. Crack, heroína, no piensas en nada más. Especialmente con el crack. No tienes tiempo de coger una guitarra”. Aun así, a sus compañeros de banda su creciente adicción causó alarma. “Se volvió caótico”, señala. “Les preocupó que el grupo se desmoronara, lo que no ocurrió. Hacíamos buenos conciertos… aunque llegábamos muy tarde a tocar”. El detonante de la separación fue un episodio digno de serie de Netflix: el resto de la banda le dejó tirado en Ámsterdam y volvieron a Londres en el coche de Perrett.

“Me abandonaron sin dinero”, recuerda. “Pensaron que me darían una lección dejándome como si fuera una maleta. La embajada británica estaba en el otro extremo de Ámsterdam y cada minuto de la caminata hasta allí, para ser repatriado, aumentó el odio hacia ellos. Fui a la policía y denuncié el robo de mi coche, pero pensaron que era un loco de una banda de rock. A raíz de eso empecé a tomar drogas todo el tiempo, para matar el dolor por la ruptura, de cada sueño que tuve. Las drogas fueron el motivo por el que rompimos, sin ellas nunca habría permitido que esto sucediera. En todo caso, podríamos habernos tomado un año de descanso”.

No está seguro de si The Only Ones —que se ha reunido en dos ocasiones: en 2007 y 2023— fue una formación infravalorada. “Another Girl, Another Planet ha desarrollado un legado más grande que el grupo”, expone. “Mucha gente conoce la canción pero no a la banda original, porque se han grabado otras versiones. No creo que nos subestimaran en su tiempo. Éramos una gran banda en vivo… En mi opinión, era estupenda, pero creo que todos los que escriben canciones tienden a considerar que poseen cierto matiz de genios. Creen que tienen algo especial y diferente que contar. Puedo escribir letras que invitan a la reflexión. Si no fuera así, ¿por qué exponerse al ridículo?”.

Alan Mair y Peter Perrett tocando con The Only Ones en 1978.
Alan Mair y Peter Perrett tocando con The Only Ones en 1978. Gus Stewart (Getty Images)

Certificada la defunción (temporal, aunque larga) de The Only Ones, emergió la otra cara de Perrett. Las drogas pasaron a ser el centro de su actividad. “Paulatinamente olvidé lo que había vivido con el grupo”, reconoce. Entró en un programa de rehabilitación en 1985, tras el cual escribió dos canciones. “No era algo real, porque todavía había algo dentro de mí que quería tener esa sensación. Porque si alguien me hubiera preguntado, habría respondido que estaba en la gloria. Sin molestias por nada. No te toca nada que pueda ser molesto. Cuando sales de ahí te das cuenta de que no es real. Reflexionas sobre ello y comprendes que ha sido un tiempo perdido. Me arrepiento, porque no es positivo. Ahora intento hacer que el tiempo que me queda sea positivo”.

Los químicos fueron su medio de vida. “Se convirtieron en mi economía. Ayudaba a gente que traía las drogas a deshacerse de ellas y nosotros [él y su esposa, Zena Kakoulli, con quien Perrett se fugó a los 16 años y se casó en 1970] nos quedábamos con algunas. Básicamente vivíamos en la economía sumergida. Nos presentaron a gente afgana, iraní, de Sudamérica, y nosotros las presentábamos a otras personas y recibíamos un pago por ello. Zena, además, era muy buena transformando la cocaína en crack. Hacía el crack más puro, y la gente venía con dinero. Vendimos la casa y en poco tiempo nos gastamos el medio millón de libras en drogas”. En 2004, el abuso de sustancias les pasó factura, en especial a Zena, a quien un médico dio cuatro años de vida si seguía tomándolas. “Entonces empezamos a consumir el doble, solo para aliviar el dolor de ese pensamiento”. Zena no murió.

Entre ambos criaron a dos hijos, Jamie y Peter Jr. “No era un buen ambiente para ellos. Quedaron traumatizados. Por eso dudo mucho que sigan ese camino. La gente venía a casa para preocuparse por ellos. Mi hijo Jamie me ha dicho que pensaba que yo estaba deprimido”. Jamie Perrett ha producido los dos últimos discos de su padre, Humansworld (2019) y el nuevo, The Cleansing. “Es increíble poder hacer música con él. Uno merece ese tipo de amor”, dice Peter.

En 2011, cortó con las drogas. “Disminuí gradualmente la ingesta”, explica. “Odiaba ser arrastrado fuera de la existencia normal de la gente. He madurado. Probablemente podría haber madurado antes si fuera una persona más equilibrada y menos compulsiva. Entonces no pensaba en las consecuencias. El estilo de vida del rock and roll te anima a exhibir tu arrogancia, tomar drogas es un cliché, pero me avergüenzo de ello. Me considero inteligente; ¿cómo puede una persona inteligente caer en eso?”, se pregunta sin respuesta.

Volver a empezar

Y como dejó las drogas, recuperó el hábito de componer. En 2017 lanzó su primer disco en solitario, How the West Was Won. Pero en 2020 llegó la pandemia de covid, y los servicios sanitarios recomendaron a la pareja que, dado su endeble estado de salud, no saliera de casa. Era marzo de ese año; no pisaron la calle otra vez —excepto para ir al médico— hasta septiembre de 2021. “Era como estar en una película de ciencia ficción. Fue muy claustrofóbico, pero, por otro lado, se podía disfrutar. Escribí algunas canciones, así que ese septiembre cuando pudimos salir, con mascarillas, estaba emocionado”. Reservó fechas en un estudio para grabarlas, pero antes de que pudiera hacerlo, nuevo contratiempo.

Su hijo Jamie es amigo de Carlos O’Connell, guitarrista de Fontaines D.C.; el 27 de octubre de 2021 asistieron a un concierto de esta banda, Peter se tomó una cerveza, socializó… y se infectó de covid. El 1 de noviembre, cuando debía haber entrado a grabar, se veía postrado en una cama de hospital, donde permaneció 13 días. El primero se cayó de una silla y se rompió la cadera. “Descubrí que tenía osteoporosis severa, por mi estilo de vida. Es autoinfligido”, dice. Recuperado del covid, hubo de aprender a caminar. “Cuando has estado andando 69 años sin pensarlo, ahora debía pensar para llegar al destino, por cercano que fuera. Hacía 600 ejercicios al día para recuperar mis músculos. Pudo ser un momento deprimente, pero por alguna razón desarrollé fuerza de voluntad para intentarlo y después de seis meses podía ponerme en pie sin muletas”.

Volvió a reservar estudio para grabar The Cleansing. Las sesiones comenzaron con las tomas de voz, proceso inverso al habitual. “Fue una manera liberadora de afrontar la música. Hace más fácil juzgar si lo que viene después encaja o no”, dice. El disco, además de con la producción de Jamie Perrett, cuenta con las colaboraciones de Johnny Marr (exThe Smiths), Carlos O’Connell (Fontaines D.C.), Bobby Gillespie (Primal Scream), Alice Go (Dream Wife) y Peter Perrett Jr. al bajo. Un brillante elenco que, unido a la ufana penumbra de las canciones, hacen de The Cleansing una obra especial.

El tema I Wanna Go with Dignity está inspirado en el suicidio del periodista musical británico David Cavanagh, en 2019 (a los 54 años), a quien Perrett conocía porque había escrito el texto promocional del primer disco en solitario. “Saltó al paso de un tren para quitarse la vida”, explica. “Es bastante malo que un conocido se suicide. Piensas en su última interacción con los demás y no te das cuenta de lo desesperado que está. En su nota de despedida decía que iba a suicidarse después de navidades para no arruinar las fiestas a los pasajeros del tren. Pensé mucho en la psicología de eso. En el intervalo ¿contempló quizá el no hacerlo? Pero la hondura de su depresión debía de estar en otra escala. Es difícil mantener la cordura en este mundo actual, por eso muchas personas con depresión no pueden salir. Es una canción sobre la depresión, el suicidio y también la eutanasia; sobre marcharse con dignidad”.

Otra imagen de Perrett en octubre en Madrid. En su nuevo disco colaboran Johnny Marr (exThe Smiths), Carlos O’Connell (Fontaines D.C.) o Bobby Gillespie (Primal Scream).
Otra imagen de Perrett en octubre en Madrid. En su nuevo disco colaboran Johnny Marr (exThe Smiths), Carlos O’Connell (Fontaines D.C.) o Bobby Gillespie (Primal Scream).Claudio Álvarez

Causa curiosidad que otro de los temas nuevos se titule Kill a Franco Spy. “Es una secuencia de eventos”, apunta. “Bobby Gillespie, que es mi vecino, llamó a mi puerta. Venía con Warren Ellis, de The Bad Seeds, a quien hacía tiempo que yo no veía. Este me preguntó como estaba, y respondí: ‘En mis últimas piernas’. Con esa frase empieza la letra. Es una idea bastante romántica. Ese mismo día vi La dama de Shanghái, de Orson Welles (1947), y en una de las primeras secuencias alguien dice con admiración que podría matar a un espía de Franco con sus propias manos. Eso resonó en mi cabeza. Y en la última imagen, Rita Hayworth, a quien han disparado, se arrastra por el suelo diciendo: ‘Dale mi amor al amanecer’. Me parecen las palabras más románticas de alguien que está a punto de morir. Y estaba tratando de arrastrarse con sus últimas piernas”. En el disco hay también canciones de amor (Fountain of You), feminismo (Women Gone Bad) e incluso sobre su vida desperdiciada (All That Time).

Resulta difícil determinar si la vida de Peter Perrett ha sido desperdiciada o no. Lo cierto es que ahí está, hablando como un loro, los ojos cubiertos todo el tiempo con gafas de sol, y feliz con su resurrección musical. “Soy muy afortunado. Poca gente de mi edad tiene un pasatiempo como el mío, tan saludable. Conozco a fans que me siguen desde hace décadas, y otros más jóvenes, adoctrinados por sus padres, y es suficiente para que valga la pena”. Y añade: “Es una lástima que gran parte de mi pasado esté vinculado a las drogas. No mucha gente abandona lo que podría haber sido una carrera larga a los 28 años. Y ahora estoy empezando de cero”.

No piensa mucho en la muerte. “Lo que me asusta es que mi esposa muera antes que yo, porque no sé cómo lidiaría con eso. Su cuerpo está más dañado por nuestro estilo de vida. Pero no temo a la muerte. Nunca he estado cerca de morir”, asegura. Anuncia que tiene la mitad del siguiente disco grabada. “Lo último que quieres cuando terminas de grabar es empezar de nuevo el proceso. Básicamente soy un vago. Pero luego vuelves a coger la guitarra. Y hay descartes de otros discos que harán un gran álbum póstumo. Me estoy adelantando, pero probablemente viviré para sacar ese otro disco. Mi padre murió con 73 y no tomaba drogas”.

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