Purificación Pujol, jurista: “Hay que derogar el 90% de las leyes”
La barcelonesa firma una novela sobre una funcionaria que boicotea desde dentro la Ley de Vagos y Maleantes. Y cree que no todo lo legal es decente
He aquí una autora, Purificación Pujol, que es la esencia misma de la experiencia judicial. Y un libro, El honor de los decentes (Plaza y Janés), sobre una funcionaria que se rebela desde dentro del sistema contra la Ley de Vagos y Maleantes durante el franquismo. Toda una justiciera del pasado contada en unos tiempos en los que, según Pujol, seguimos necesitando justicieros. La autora, nacida en Barcelona en 1960, es doctora en Derecho, ha ejercido como juez durante 18 años y ha publicado varios ensayos. Esta es su primera obra de ficción.
Pregunta. Centra la trama en la Ley de Vagos y Maleantes. ¿Por qué?
Respuesta. Tras 18 años de juez he visto todo, cosas horrorosas, he levantado cadáveres de niños asesinados por sus padres, he llorado al ver el desprecio de un hombre a su mujer, a la que había dejado tetrapléjica. Siempre me he involucrado y tengo un concepto muy valioso del servicio público. Sentencias he puesto miles, pero nunca había escrito una novela, empecé a indagar en esa ley que metía en la cárcel a homosexuales, a quienes pensaban de una manera distinta o los que puntualmente no tenían trabajo. A los gais les preguntaban si eran activos o pasivos y les mandaban a cárceles distintas para no mezclarlos. Y pensé en una mujer que se enfrenta a ello desde dentro. El inconformismo es lo que hace avanzar la sociedad.
P. ¿Hemos olvidado aquella represión?
R. Más que olvidar, sigue habiendo carencia de valores. Por eso creo que es necesaria la gente inconformista, que empuje a la sociedad a una mejora, que grite y lance sus herramientas contra las injusticias.
P. ¿La justicia hoy también necesita justicieros como su protagonista?
R. Se necesitan justicieros en todo, no solo en la justicia. Personas que muestren su inconformismo, que comprometan su propio bienestar y su comodidad para alzar la voz. Solo cuando haya mucha gente así se cambiará.
P. No parece un gran momento para la justicia. ¿Qué nota le pone en términos de valores?
R. Ahora estamos confundiendo hechos puntuales que ocurren en las altas esferas con el funcionamiento de la justicia que en España, en general, es ejemplar. Una letrada me contaba hace unos días que hasta la fecha han entrado ya 24.000 pleitos más que el año pasado. Y el pasado entraron 56.000 más que en 2022, solo en la Comunidad de Madrid. Esa carga de trabajo no se puede asumir de una manera lógica, poniéndote en el lugar del justiciable. Yo siempre me he puesto en el lugar de aquel a quien estoy mandando a la cárcel, por ejemplo por traer un kilo de coca en el estómago desde Colombia por 3.000 euros para dar de comer a sus hijos. Hay que ponerse en el lugar de los demás e intentar suavizar la ley lo máximo posible, ayudar lo que puedes. Pero ahora no hay tiempo material para ponerse en los zapatos del otro.
P. ¿Y qué me dice de la politización de la justicia? ¿Hay capacidad de ponerse en los zapatos del otro en las altas instancias?
R. Yo no quiero pensar que cuando te nombran magistrado del Tribunal Constitucional, por ejemplo, se trate de un cargo político. Una vez nombrada, esa persona debe hacer una resolución sin influencias. Yo he dictado sentencias condenando a todos los partidos, me ha dado igual. Y quien no lo haga así tendría que desaparecer de ese puesto.
P. ¿Cree que es así en el Tribunal Supremo, el Constitucional o con el juez Peinado, por ejemplo, que ha imputado a Begoña Gómez? ¿Están libres estas actuaciones de la pátina política?
R. Yo creo que es al revés. Los políticos están usando las decisiones judiciales para arrimarlas a su causa. Los jueces actúan de manera profesional. Que luego los partidos lo usen para arrimar el ascua a su sardina, también. No tenemos que olvidar cómo se ganó la moción de censura, a partir de una resolución judicial que fue perfecta. El juez consideró en su momento lo correcto [la condena por el caso Gurtel] y nadie se llevó las manos a la cabeza.
P. Escribe sobre la decencia. ¿Qué es la decencia?
R. Es esa actuación que está por encima de lo políticamente correcto, de lo cómodo, de lo establecido, y que entra dentro de la conciencia del ser humano. El inconformismo es lo que en realidad provoca el avance de las sociedades. No podemos acatar o asumir reglas que consideramos injustas, aunque exista una ley. Entonces cámbiate de juzgado o haz camisas de ganchillo, pero no impartas unas normas que consideras injustas.
P. ¿Todo lo legal es decente?
R. No. Hay mucho que mejorar. Por ejemplo, derogando el 90% de las leyes. Estamos sobre legislados en todas las jurisdicciones. No hay persona especializada en un área jurídica que sea capaz de leer y estudiar todo lo que sale de esa materia. En Derecho, el sentido común se debe aplicar más de lo que se aplica. La burocracia es tal que te paraliza y paraliza la economía. Creo que en Alemania puedes empezar a construir un edificio tras hacer una declaración de que cumples la normativa. Luego si no cumples se te cae el pelo. Pero hay confianza en el ser humano y es lo que yo echo de menos aquí. Que la gente pueda avanzar.
Babelia
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