El regreso de ‘Bitelchús’ alegra la inauguración del festival de cine de Venecia
La secuela del filme de Tim Burton, que arrasó en 1988 y se convirtió en obra de culto, pone de nuevo a Michael Keaton en la piel del enloquecido fantasma y recupera la mezcla de ironía, absurdeces y efectos especiales artesanales. Sigourney Weaver recoge un León de Oro de Honor por su trayectoria
Cada noche, el cielo despliega una miríada de astros. Algunos evocan viejas leyendas, otros lucen el apellido de su descubridor. Uno en concreto, en la constelación de Orión, le sonará familiar a cualquier cinéfilo: Betelgeuse. En 1988, dio nombre al fantasma más enloquecido de Bitelchús, la delirante comedia de Tim Burton. Arrasó en taquilla, fue el primer largo del director en ganar un premio Oscar y, con el tiempo, se volvió obra de culto. Tanto que, durante décadas, la presión por una secuela fue creciendo. El estreno de una serie animada no la aplacó. Los aficionados pedían el regreso al cine. Lo comentaban, a veces, incluso los propios protagonistas.
Hubo intentos que se quedaron en estrellas fugaces, como aquel Bitelchús se pone hawaiano que nunca cuajó. Pero al fin, este miércoles, los deseos del público se han cumplido: el impredecible espectro encarnado por Michael Keaton ha regresado para inaugurar la 81ª edición del festival de Venecia, fuera de concurso. Bitelchús, Bitelchús ha regalado sonrisas de diversión y nostalgia al certamen. Probablemente no se gane un lugar eterno en el firmamento del séptimo arte como la original. Por lo menos, frente a tantas segundas partes innecesarias, tiene el mérito de brillar con luz propia.
“Por mucho que ame Bitelchús, nunca entendí por qué tuvo un éxito tan grande”, confesó Burton ante la prensa. A su lado, Keaton le dio alguna sugerencia: “Vemos películas bellísimas inspiradas en otras fuentes. Pienso por ejemplo en los largos de Kurosawa, brillantísimos, pero que vienen también de otros lados. Hay pocas oportunidades de ser parte de algo 100% original y único”. Junto con ellos, el filme ha desplegado en la tarde de este miércoles sobre el Lido una lluvia de estrellas. El inicio del mayor diluvio en años, según anunció el director artístico de la Mostra, Alberto Barbera.
Además de los protagonistas de Bitelchús, Bitelchús, la actriz Sigourney Weaver ha desfilado por la alfombra roja antes de recoger el León de Oro de Honor en la ceremonia de inauguración. Tras un vídeo que resumía su carrera y otro sorpresa de James Cameron, la homenajeada agradeció el galardón, que le inyectó “combustible de coraje”. Y bromeó sobre la obligación de su marido de aprender a compartir la cama con la estatuilla y Weaver.
A pesar de tantas celebridades, una periodista, en rueda de prensa, lamentó que el acceso de los reporteros a los divos más esperados se está volviendo escasísimo o, en algunos casos, nulo. Un trabajador de los medios lanzó un comunicado de protesta que fue sumando firmas a lo largo del día. La obligación contractual, por lo menos, sí incluye las ruedas de prensa. En la de Bitelchús, Bitelchús, este miércoles por la mañana, había caras conocidas del reparto original: Keaton, Winona Ryder y Catherine O’Hara. Y las nuevas incorporaciones: Jenna Ortega, Willen Dafoe, Monica Bellucci o Justin Theroux. Una y otra vez, todos agradecieron el ambiente creado por Burton en el plató. Y lo definieron con la misma palabra: “Familia”.
La familia del filme, en cambio, está bastante más desestructurada. Entre otras cosas, por los acontecimientos de la primera película. En Bitelchús, un matrimonio ya fallecido intentaba asustar a los nuevos inquilinos de su casa. Solo la joven Lydia (Winona Ryder) lograba ver a los dos fantasmas. De hecho, conectaba más con ellos que con sus propios padres. De paso, la película se adentraba en un más allá hecho de marionetas, maquillajes estrambóticos, bailes y absurdeces. Y, en medio de tanto caos, reinaba Betelgeuse, un espectro libérrimo dispuesto a la revolución cada vez que le invocaban.
Keaton tan solo aparecía unos 15 minutos, en buena parte improvisados. De sobra para ganarse la adoración de los espectadores. Y la categoría de icono. Un asistente a la rueda de prensa en Venecia incluso se había llevado consigo un muñeco Funko del personaje. En su momento, se barajaron para el papel Dustin Hoffman, Jack Nicholson, Bill Murray o Robert de Niro. Hoy, tiene indisolublemente cara y voz de Keaton.
El nuevo guion ya no lleva la firma de Michael McDowell, el autor que hoy millones de lectores descubren póstumamente por la saga Blackwater. Pero, para volver, Keaton impuso la misma idea: poco tiempo en pantalla. “Mi personaje ha madurado. Es aún más fascinante y dulce. Es políticamente correcto, tiene este sentido social…”, se carcajeó el actor. De ahí que la película siga a Ryder y Jenna Ortega. Es decir, a una madre superada por la vida: a fuerza de preocuparse a la vez por lo que tiene delante y lo que cree ver, desatiende tanto el mundo real como el paranormal. Y sobre todo a su hija, víctima de la incomprensión que la misma progenitora sufrió antaño. Así, Bitelchús, Bitelchús logra hablar de los traumas, de la dificultad de mirar adelante. Y de la necesidad universal —aún más en la pubertad— de tener a alguien que entienda, apoye. O, al menos, escuche. Ahora, igual que en 1988. La película se estrenará el 6 de septiembre en salas comerciales en casi todo el mundo, incluida España.
Como entonces, el nuevo largo también está repleto de efectos artesanales y, por eso, más especiales. Otro requisito, por cierto, que pactaron sus creadores. “Forma parte del ADN del proyecto”, aclaró Burton. Y vuelve, por supuesto, el alucinante despliegue de creatividad e ironía. Actualizada, como en la ridiculización de la autoconciencia y la prudencia imperantes o de los influencers, que ha arrancado risas en Venecia. Notable, en la forma de justificar la ausencia del personaje de Jeffrey Jones, tras la condena al actor hace años por contratar a un menor para posar desnudo en fotos. Medida y tierna, en los guiños al primer filme. Y desatada, cada vez que se asoma Betelgeuse, con un toque español incluido. Keaton resumió así el proceso: “En el rodaje propongo que podría sacar un diente de un cadáver y ponérmelo en la boca. Y Tim dice: ‘¡Perfecto!’. En otros sitios responderían que no tiene ningún sentido”.
“La confianza en Tim es tan grande que pudimos jugar, experimentar juntos, sabiendo que si lo que sacas es malo, no lo usa. Te da libertad y, a la vez, seguridad”, le reconoció Ryder. La actriz le debe el primer papel célebre de su trayectoria. Y se acordó de ello cuando firmó su contrato más reciente y exitoso, para la serie Stranger Things. Pactó que, si se ponía en marcha una secuela de Bitelchús, debían dejarla ir, según la web Imdb. “Es un cineasta capaz de crear situaciones fantásticas, divertidas, terroríficas”, encumbró Bellucci a Burton, quien se convirtió también en su pareja sentimental precisamente durante la producción del largo. En general, todo el festival ha parecido alegrarse de la vuelta de Burton al cine, cinco años después de Dumbo. Y a su toque mágico, que quizás le abandonara en algunos momentos de su carrera.
Él mismo admitió que se había ido alejando del séptimo arte: “Me desilusioné un poco con la industria. Si tenía que hacer algo, debía salir del corazón. Esta película fue energizante, me devolvió el gusto de trabajar con gente que adora hacer cine. Tal vez me perdí un poco, pero creo que me he reencontrado”. En la proyección para la prensa, también había ganas de verle: hubo aplausos en cuanto el filme arrancó. Y eso que su comienzo es la parte más irregular. “Ni siquiera he vuelto a ver la original antes de filmar esta. No quería que fuera una secuela hecha por dinero, sino por razones muy personales”, apuntó el director. Inútil compararse con un mito: nunca se está a la altura. Mejor valorar Bitelchús, Bitelchús por lo que es: un agradable placer fílmico. Sin muchas más pretensiones que entretener. Ni que fuera poco.
Basta con escuchar las palabras de Isabelle Huppert, presidenta del jurado de la competición: “Me preocupa que el cine siga viviendo lo más posible. Ha sido atacado, se ha vuelto más frágil. Sabemos lo que representa a nivel de valor, determinación, lo que cuesta hacer una película”. En el caso de Bitelchús, hubo que esperar décadas. De ahí que, calculadora a la mano, Burton alejó una tercera entrega: “Tendría más de 100 años. Tal vez sea posible gracias a la ciencia médica, pero no lo veo claro”. Y eso que la periodista que preguntaba se atrevió con la fórmula que, en la película, convoca al personaje: pronunciar su nombre tres veces. No pasó nada. Ningún fantasma apareció. Bueno, que se sepa.
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