_
_
_
_
UNIVERSOS PARALELOS
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El poder generacional de Dylan

Hubo un tiempo en que, más que un cantante, el artista de Minnesota era considerado como un gurú y un profeta

Bob Dylan, actuando en un programa de la BBC, en 1965.
Bob Dylan, actuando en un programa de la BBC, en 1965.Val Wilmer (Redferns)
Diego A. Manrique

Son vicios adquiridos: pillo todas las novelas situadas en el universo del rock y planetas adyacentes. Ya saben que suele ocurrir que las ficciones sobre estrellas del rock resultan decepcionantes: las biografías de las auténticas rock stars superan a las creaciones más imaginativas, aparte de exhibir el latido de lo real. En general, ofrecen mayor interés las que se centran en personajes adyacentes, incluidos esa especie misteriosa que son los fans.

Me gustaría mencionar un libro inédito en español, Eat the Document. La autora, Dana Spiotta tiene títulos traducidos, como Inocentes y otras (Turner) y Stone Arabia (Blackie Books), donde alguien desarrolla una carrera de artista de culto y graba docenas de álbumes… sin llegar a editar ninguno.

Eat the Document abunda en resonancias dylanianas. Comparte título con el documental sobre la gira de 1966 que el propio Dylan montó y que fue rechazado por ABC, la cadena de TV que hizo el encargo. Nunca se ha editado legalmente, aunque circulan copias piratas y se puede ver vía internet.

En las últimas décadas, el fandom de Dylan se mide por hazañas atléticas (cuántas actuaciones de la Gira Interminable has visto) e inversiones en reliquias (debes poseer todos los volúmenes de las Bootleg Series, incluyendo la caja de The 1966 Live Recordings, con sus 33 compactos). Tal devoción es admirable y perfectamente legítima, aunque no puedo evitar recordar los tiempos en que Dylan además cambiaba vidas, para bien o para mal.

Spiotta nos sitúa a finales de los sesenta y principios de los setenta, cuando la frustración ante la interminable guerra de Vietnam llevó a grupos de estudiantes a formar los radicales Weathermen, en referencia a un verso de Subterranean Homesick Blues: “No necesitas un hombre del tiempo para saber hacia dónde sopla el viento”. Aunque Dylan había abandonado su música más incendiaria, el llamado Weather Underground invocaba su obra en comunicados como New Morning-Changing Weather, en 1970, que limitaba la lucha armada a atentados simbólicos, evitando causar víctimas.

Portada del libro 'Eat the Document', de Dana Spiotta.
Portada del libro 'Eat the Document', de Dana Spiotta.

Esa consigna es seguida por la protagonista de Eat the Document, Mary Whittaker. Con su novio, forma una célula para colocar bombas en las casas de los creadores y fabricantes de atrocidades como el napalm. En una de sus acciones, muere una sirvienta en la mansión donde ella deposita un artefacto explosivo. Horrorizada, la pareja se separa para mejor sobrevivir en la clandestinidad. Seguimos la odisea de Mary según cambia de nombres y prueba diferentes refugios, bajo la sombra del FBI y la violencia sexual (“las hippies siempre quieren hacerlo ¿verdad?”). Como Dylan, ella debe recurrir a la reinvención constante de su identidad pública.

Esos capítulos alternan con la cotidianidad de Mary, ahora Louise, vista a través de su hijo, Jason. Están en Seattle, en 1998: la presión policial parece haber desaparecido. Jason ha heredado la melomanía de su madre, devota de los Beach Boys, pero llevada por él hasta la obsesión: escucha los restos del frustrado álbum Smile de una manera, sí, religiosa. Hasta que sus inmersiones en los detritos audiovisuales de los sesenta le descubren los motivos de que su madre le oculte sus años de rock y activismo. No voy a reventar el final pero aviso que hasta reaparece el otro fugitivo.


Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_