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Françoise Hardy (1944-2024)
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Cuando Bob Dylan conoció a Françoise Hardy

La francesa, que ha fallecido a los 80 años, siempre fue una obsesión para el autor de ‘Blowin’ In The Wind’

Guy Lux, Jacques Dutronc y Françoise Hardy, en París en 1968.
Guy Lux, Jacques Dutronc y Françoise Hardy, en París en 1968.REPORTERS ASSOCIES (Gamma-Rapho via Getty Images)
Diego A. Manrique

A mediados del siglo pasado, al aterrizar en París, intelectuales y artistas acudían al Café de Flore, esperando toparse con Sartre, Beauvoir y compañía. Los cantantes internacionales solían tener objetivos más carnales. Así, John Lennon adoraba a Brigitte Bardot: obligó a que su primera esposa, Cynthia, se convirtiera en una versión liverpooliana de la francesa. Sin renunciar, claro, a intimar con la Bardot. Pero no coincidieron las agendas: en 1964, cuando los Beatles arribaron triunfales al Olympia parisino, Brigitte estaba rodando fuera.

El encuentro se produjo finalmente en Londres, en mayo de 1968. Brigitte y unas amigas se alojaban en el Mayfair Hotel. Allí compareció un Lennon acostumbrado a las conquistas fáciles, pero inexperto en las artes continentales de la seducción. Nervioso, tuvo la mala idea de tomar LSD. En presencia de la diosa, no pudo articular palabra (John no sabía francés y el inglés de ella era precario). Fiasco total.

Cuando Bob Dylan rondó a Françoise Hardy, fue más cuidadoso. Dylan tenía como embajador en Francia al cantante Hughes Auffray, traductor de su repertorio, que le explicó lo que representaba la intérprete de Tous les garçons et les filles. Dejó testimonio de su cuelgue en Another Side of Bob Dylan (1964), que incluía en la contraportada ese poema que comenzaba así: “Para Françoise Hardy / en la orilla del Sena…”.

El Dylan que llegó al Olympia en 1966 era una fuerza de la naturaleza, que había transformado el rock con su música y su actitud. Con el mundo a sus pies, exigió conocer a Françoise. Ella accedió. Estuvo entre las bambalinas del teatro y luego en el Hotel George V, donde el estadounidense hizo sonar I Want You y Just Like a Woman, canciones de amor que había grabado para el monumental Blonde on Blonde. Eran mensajes demasiado directos y ella se sintió incómoda.

Un par de cosas que conviene saber sobre Françoise Hardy. Tras una infancia dura, tomaba precauciones respecto al baboseo masculino. Superviviente nata, había aprendido a ser observadora. No le gustó el circo que rodeaba a Dylan; contó que el propio Dylan parecía frágil, candidato a una muerte prematura. Con el tiempo dedujo que seguramente se creía enamorado de ella, pero que solo estaba atraído por su imagen. Y siguió estándolo. Se han descubierto cartas nunca enviadas de Dylan para la Hardy. Cuando actuaba en París, inevitablemente preguntaba por ella, que desatendía las sugerencias para presentarse.

Pudo ser diferente, si Dylan hubiera entendido que ella era una artista, seguramente abierta a colaborar. Como hizo Damon Albarn, de Blur, al grabar el emocionante dueto de La comedie en 1995. A todo lujo: en Abbey Road, con orquesta y acordeonista. Como se merecía Françoise Hardy.


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