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Damon Albarn: “Estoy avergonzado, deprimido y me siento abatido”

El músico, que ofrece con Gorillaz dos conciertos por Internet, se muestra enfurecido con su país, Reino Unido, y discrepa con Bruce Springsteen sobre la vuelta de la música en vivo

Carlos Marcos
Damon Albarn, en Londres, el 27 de noviembre, cerca del estudio donde ensaya con Gorillaz.
Damon Albarn, en Londres, el 27 de noviembre, cerca del estudio donde ensaya con Gorillaz.DYLAN MARTINEZ (Reuters)

Todo transcurría bien, pero Damon Albarn se acaba de enfurruñar. “Eso es ridículo, es ridículo”, exclama, sin alterarse, pero contundente. Coge un cigarrillo, se lo lleva a la boca y lo suelta enseguida. Continúa: “No, no, no lo contemplo”. Habla sobre unas declaraciones de Bruce Springsteen a la revista Rolling Stone en las que el veterano roquero se aventura a poner fecha a la vuelta de los conciertos presenciales. “Mi antena me dice que, en el mejor de los casos, será en 2022. Y consideraría una suerte para la industria de los conciertos si sucede entonces”, predijo Springsteen. Albarn desconocía el planteamiento del creador de The River y se acaba de enterar por este periodista. Reflexiona el líder de Blur: “No nos lo podemos permitir. Dos años parados, miles de jóvenes perdiéndose la experiencia del directo… No puede ser. Este verano vamos a tener música en directo y van a volver los festivales. Estoy seguro. Quizá él [Springsteen] no pueda hacerlo porque son 70.000 personas una sola noche, pero los festivales y los conciertos de 10.000, 20.000… van a volver en verano”.

Damon Albarn lleva una camiseta blanca, barba incipiente y se toca con la mano de vez en cuando el cabello para alborotárselo juvenilmente. Es un cincuentón atractivo. Está en Londres y responde a las preguntas de EL PAÍS por una videollamada. Albarn es, junto a Jarvis Cocker (jefe de Pulp), el músico más respetado de todos aquellos veinteañeros que conquistaron el rock a mediados de los noventa desde Reino Unido. “Ah, sí, el brit-pop. Lo pasamos muy bien”, dice sin muchas ganas de hablar sobre este tema.

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A Albarn (Londres, 52 años) lo que le interesa es Gorillaz, un grupo que creó hace dos décadas sin muchos planes y que se ha convertido en su ocupación prioritaria. La historia es conocida: una banda virtual de personajes animados donde él pone la música (siempre bien acompañado por colegas como Robert Smith, St. Vincent, Elton John o Beck, todos en el séptimo y último trabajo del grupo, Song Machine, Season One: Strange Timez) y la parte visual corre a cargo del historietista y diseñador Jamie Hewlett (Horsham, 52 años). “Gorillaz ha estado en activo más tiempo que Blur. Y esto me lleva a una reflexión. Aquí no existen los egos que hay en una banda. Cada uno sabe la función que tiene. Tanto Jamie como yo somos muy autónomos. Eso nos garantiza la longevidad”.

El sábado 12 y domingo 13 de diciembre Gorillaz se apunta a los conciertos en streaming de pago. El músico cuenta algunos detalles: “Hemos trabajado duro para producir algo especial y vivir la experiencia en live streaming. Animación, acciones en directo, fantasía, psicodelia, hologramas... Todo se mueve de forma muy fluida. Espero que impresione a la gente”. Sin embargo, no tiene claro que este tipo de espectáculos sea el futuro: “Es una forma de hacer algo, porque si no estaríamos parados en casa. Pero no hay nada que pueda reemplazar a un espectáculo en directo donde la gente interactúa”. Y aquí podríamos volver a retomar a Springsteen, pero mejor no…

Hay algo que le irrita mucho más a Albarn y tiene que ver con la deriva de su país. El domingo 13 de diciembre se han citado Bruselas y Londres para definir el acuerdo comercial de la era post-Brexit, que comienza el 1 de enero. “Continúa habiendo grandes diferencias”, ha apuntado estos días el primer ministro británico, Boris Johnson. El líder de Gorillaz se muestra taxativo en este tema: “Es la gran vergüenza nacional. Estoy avergonzado, deprimido y me siento abatido. No veo ningún aspecto positivo en el Brexit. Me gustaría pertenecer a Europa, no estar fuera de ella”.

Además de sus proyectos de música pop, Albarn, una mente inquieta sin miedo a experimentar, ha impulsado proyectos como The Good, The Bad & The Queen o Africa Express, donde relaciona a músicos africanos con bandas fundamentalmente británicas. No es ajeno a la explosión actual de la música latina: “Hay un boom tremendo. Amo la música que se está haciendo en Suramérica. Me parece que tiene una gran riqueza. Rosalía también me gusta. Tengo mucha música latina en casa, desde los años setenta hasta ahora”.

El músico relata que el otro día intentó comprender una letra de Bad Bunny con la ayuda de su hija, Missy (en honor a Missy Elliott), de 21 años, que estudió en un colegio internacional de español. “Ella habla muy bien y, aunque lo intentó, no pude comprender nada. La verdad es que no estoy muy dotado para el español”, informa, sonriendo. La madre de Missy es la pintora y fotógrafa Suzi Winstanley, con la que el cantante lleva más de dos décadas.

Un hombre familiar hoy aunque vivió su etapa de estrella del rock con sus escarceos con las drogas duras. “En el pasado utilicé las drogas para abrir mi mente y estar más receptivo. Pero ahora no las necesito. No hay mucha diferencia entre crear música con drogas o con café. Se trata de tener la mente abierta”, explica. Su rutina cuando no está de gira es la siguiente: se levanta a las seis de la mañana, se toma un té, monta un poco en bici, se va a ensayar y a componer hasta las seis, y luego cena y familia. Las estrellas del brit-pop han sentado la cabeza y destilan prudencia. Todos, salvo Liam Gallagher. Hace unas semanas alguien preguntó en Twitter al cantante de Oasis qué opinaba del nuevo disco de Gorillaz, y contestó: “No escucho tonterías”.


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Sobre la firma

Carlos Marcos
Redactor de Cultura especializado en música. Empezó trabajando en Guía del Ocio de Madrid y El País de las Tentaciones. Redactor jefe de Rolling Stone y Revista 40, coordinó cinco años la web de la revista ICON. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Madrid.

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