Vuelve el pop del orgullo británico
Blur presenta en un concierto secreto en Londres su primer disco en 12 años
“¿Estáis preparados?”, pregunta Damon Albarn desde el escenario, después de anunciar que “obviamente” interpretarán tema a tema el nuevo álbum de Blur, el primero en 12 años, ante cerca de 300 afortunados que ganaron en un concurso su entrada a la sala Dome el mes pasado para asistir al regreso de una de las más grandes bandas del pop británico de los noventa.
Todo subraya lo exclusivo de la velada. El lugar, una pequeña sala junto a su querida Westway, no se revela hasta la víspera. Mensajes en rojo que piden confidencialidad, embargo en la difusión de las reseñas. El público está preparado, sí. Los smartphones listos para compartir las fotos que demuestren que estuvieron en el regreso de Blur a una sala pequeña y defendiendo, esta vez, material completamente nuevo.
‘The magic whip’ es el nombre del álbum, que contiene 12 nuevas canciones
A sus 47 años, Albarn sigue siendo un frontman inapelable. La sonrisa de lunático, los saltos, el look desaliñado marca de la casa. Coxon, James y Rowntree también se defienden. Pero las reuniones de bandas tiene algo de artificial. Uno no puede dejar de preguntarse qué pensarán, después de tantos años, los unos de los otros; de imaginárselos en la sala de ensayo recibiendo whatsapps de sus esposas recordándoles que tienen que ir a recoger a sus hijos al entrenamiento de fútbol.
Estas reuniones tienen algo de aceptación de que, en el fondo, nunca podrán superar cada uno por su cuenta aquello que lograron juntos. Pero ni ellos ni su público son los mismos. Y unos y otros ríen cuando alguien, desde el fondo de la sala, pide a gritos Wonderwall, el hit de sus archienemigos Oasis, los hooligans mancunianos con quienes, en los tiempos en que el pop en Reino Unido era casi asunto de estado, mantuvieron una histórica batalla en la cumbre.
Los temas nacieron en Hong-Kong, donde ensayaron unos días en 2013
No deja de tener su gracia que la banda que hace 20 años inventó una cultura esencialmente británica regrese justo cuando el país atraviesa una nueva crisis de identidad. El britpop despertó a la juventud del país del sueño grunge, inducido desde el otro lado del Atlántico, enarbolando un imaginario orgullosamente nacional. Hoy Reino Unido, salvado por los pelos de un intento de secesión que le obliga a repensar su esencia, sacudido por una corriente interna que ataca su intrínseca multiculturalidad, busca de nuevo definirse.
Entonces el laborismo, en proceso también de búsqueda de identidad de la mano de Blair, quiso subirse a la ola del britpop para ganarse a una juventud poderosa. Pero hoy todo es distinto. Ni el pop, ni el laborismo, ni la juventud británica son lo que eran, y tampoco lo es Blur.
“Todos hemos disfrutado mucho. Pero ya ha terminado, en principio. La banda ya ha recorrido su camino. Somos gente diferente. Graham quiere pintar más, yo quiero grabar más discos, Alex quiere hacer muchas cosas y Dave es un abogado”. Lo decía Damon Albarn hace justo un año, no muy lejos de aquí, tomando un zumo de frutas en los sofás del ático de su estudio de grabación. Pero aquí están esta noche los cuatro. Subidos a un escenario defendiendo un disco nuevo titulado El látigo mágico (The magic whip).
Blur publicó su séptimo y, hasta ahora, último álbum en 2003. Pero aquel Think Tank no contó con la guitarra de Graham Coxon, salvo en el tema que cierra el disco, Battery in Your Leg. Para encontrar la última referencia de Blur como cuarteto hay que retroceder cuatro años más, hasta el álbum 13 (1999).
Reyes del 'britpop'
Blur y Oasis protagonizaron la guerra del britpoppor encabezar el gran movimiento musical británico de los noventa.
El sencillo Country house, de Blur, vendió 274.000 copias, convirtiéndose en el primero del grupo en llegar al número uno de las listas de éxitos de Reino Unido, superando a Roll with it, de Oasis. Fue su primer tanto ante los Gallagher.
El britpop buscaba reivindicar la identidad sonora de Reino Unido desde The Beatles y The Kinks hasta The Smiths o The Stones Roses.
La banda de Damon Albarn ha vendido más de 40 millones de discos en todo el mundo.
Desde entonces, Damon Albarn ha estado ocupado con numerosos proyectos. Uno, Gorillaz, llegó a superar en éxito a Blur. Otros, como The Good, The Bad & The Queen, menores en términos comerciales, reforzaron su reputación como una de las figuras más importantes del pop británico en el siglo XXI. Ha escrito dos óperas, ha recorrido el mundo con proyectos como Africa Express, que todavía hoy descubre talentos del continente negro al público occidental, y ha publicado un disco en solitario, Everyday robots (2014), aclamado por la crítica.
Graham Coxon, por su parte, es autor de ocho discos en solitario (el último, A + E, de 2012) y ha cultivado una carrera como pintor. El batería Dave Rowntree se ha centrado en el ejercicio de la abogacía y la militancia política de izquierdas, y el bajista Alex James se ha convertido en un inesperado empresario de quesos.
Blur nunca murió del todo. Se juntaron para un buen número de baños de masas, incluidas históricas fechas en Glastombury y en Hyde Park (ambas en 2009) y en la clausura de los Juegos de Londres de 2012. Pero el estudio de grabación —al margen del single de 2012 Under the Westway / The Puritan— se les resistía.
Las nuevas canciones, dicen, nacieron en Hong Kong, donde los cuatro estuvieron ensayando unos días tras la cancelación de un concierto en Japón en 2013. Ya entonces empezaron a circular rumores sobre un octavo álbum de Blur, que desmentían y alimentaban según el día. El disco se terminó a finales del año pasado. La noticia se hizo oficial en una rueda de prensa celebrada en un restaurante chino de Londres a mediados de febrero.
Las 12 canciones de The magic whip, que se publica el 28 de abril, no defraudarán a los fans de Blur. Go out, I broadcast y Ong ong son carne de festival, exactamente lo que esperan quienes conocen al grupo por Girls and boys y Country house. Los que busquen propuestas más sofisticadas también tienen su dosis de nuevo Blur, en canciones como New world towers o Thought I was a spaceman.
El concierto deparó una única concesión a la nostalgia, en el último tema de la noche. Un viaje hasta Parklife, de 1994, el disco que encarnó el momento cumbre del brit pop y que, en una trágica coincidencia cargada de simbolismo, coincidió en el tiempo con el suicidio de Kurt Cobain. La elegida fue Trouble In The Message Centre. “No la hemos tocado en veinte años, así que puede que suene un poco oxidada”, anunció Albarn. Pero no fue a óxido el sabor que dejó la noche.
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