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La otra Feria del Libro: raros artefactos poéticos y editoriales novatas

Este año la pequeña feria Indómitas, dentro del gran evento, dedicada a las ediciones subterráneas, dobla su presencia temporal. Además, siete editoriales debutan en el gran evento libresco

Desirée Rubio de Marzo, una de las responsables de la editorial Escrito a lápiz.
Desirée Rubio de Marzo, una de las responsables de la editorial Escrito a lápiz.Moeh Atitar
Sergio C. Fanjul

Hay libros que no discurren por los cauces editoriales habituales, que son subterráneos, poéticos, experimentales, raros, algunos ni siquiera son libros. La pequeña feria Indómitas, dentro de la gran Feria del Libro de Madrid, estrenó su espacio el año pasado, en el carril central del evento, y este repite, reuniendo a unas 45 editoriales pequeñas y extremadamente independientes, y doblando su tiempo de participación, de un fin de semana a dos.

“Nuestra filosofía es mostrar aquellas publicaciones, revistas ensambladas, fanzines, libros-objeto, que se saltan la estructura convencional de libro, tanto en su formato físico como en el modo de distribución, por canales no habituales”, explica el coordinador Pepe Olona. De hecho, el requisito para estar en Indómitas es “incumplir” alguno de los requisitos normales para participar en la Feria. Por ejemplo, es preciso no tener distribuidora, no haber solicitado participar en la Feria ni haber estado antes; y se aceptan libros sin ISBN (que viene a ser el DNI oficial de los libros). Es decir, libros de artista, autoediciones, objetos poéticos… y hasta donde llegue la imaginación. Aquí hay mucha.

Una de las propuestas del proyecto Lalata.
Una de las propuestas del proyecto Lalata. Moeh Atitar

Olona concibe Indómitas como una derivación de la feria libresca que comenzó en su longevo festival POETAS, y a la que le otorga el mérito de haber llegado a la gran cita anual del libro en España. “Hay algunas ferias especializadas en este tipo de edición, pero al estar aquí conseguimos ampliar nuestro público, y pasar de uno especializado a uno más generalista”, añade. En efecto, por el Paseo de Coches del Retiro pululan lectores de todo tipo, y no solo lectores, sino también paseantes y curiosos que en su camino se ven expuestos por primera vez a este tipo de publicaciones, muchas a veces a caballo entre el arte y la literatura.

Se puede encontrar, por ejemplo, al laboratorio editorial Escrito a lápiz, formado por Roberto Equisoain y Desirée Rubio de Marzo. “Hacemos libro cuerpo”, dice esta última, “nuestras piezas son únicas, originales o copias numeradas y no tienen ISBN. Esta es la razón por la que no tenemos un canal tradicional de distribución”. Un ejemplo es el Libro rojo, una edición de la obra de Mao Tse-Tung ideada por Equisoian que parece una brocha: las páginas vienen a ser el mango y del lomo surgen las cerdas manchadas de pintura roja. El “objeto de reacción poética” Destape Kintsugi (por el arte japonés de reparar cerámica pegando sus fracturas), de Rubio de Marzo, consiste en calendarios de bolsillo de los años setenta, con imágenes eróticas de mujeres, que recuerdan la España que dejaba atrás la censura. Sobre ellos, la artista ha bordado con hilos de colores para “mostrar el daño que la palabra hace en el cuerpo femenino”. Otra pieza curiosa es la faja universal, una que sirve para cualquier libro. “La faja es eso incómodo que todo el mundo odia y en la que todos exageran con frases grandilocuentes, que muchas veces nada tienen que ver con la obra que arropan”, dice De Marzo. Así se obliga al que lee a entrar en el territorio del mercado. “Pero esta faja universal es la faja del lector”.

Las piezas que el laboratorio editorial Escrito a lápiz llaman 'Destape Kintsugi'.
Las piezas que el laboratorio editorial Escrito a lápiz llaman 'Destape Kintsugi'. Moeh Atitar

¿Qué es eso de una revista ensamblada? “Se las llama de muchos modos: experimentales, ensambladas, objetuales… pero yo prefiero llamarlas raras, que lo entiende cualquiera”, dice Pepe Murciego, artífice de la ya clásica revista La Más Bella, que celebra su 30º aniversario (reparten una postal con instrucciones para que cada uno celebre el cumpleaños de la revista en su propia casa). No son revistas con páginas impresas: son cosas. Uno de sus números es una caja de juegos reunidos, otro una colección de mapas de España troquelados, de los que se usan en las escuelas, otra es un delantal que guarda un texto en cada bolsillo. “Cualquier cosa puede ser una página, cualquier cosa puede ser un libro”, dice Murciego.

Algunos de los libros de Escrito a lápiz.
Algunos de los libros de Escrito a lápiz.Moeh Atitar

Otra revista de este tipo es la del proyecto Lalata, formado por Manuela Martínez Romero y Carmen G. Palacios en Albacete, que llevan desde el 2000 publicando esta revista consistente en una lata con cosas dentro: pequeños textos y pequeñas obras de arte. “Es como un museo portátil, como una pequeña colección artística”, dice Martínez. Han traído a la feria su nuevo número, la lata indómita, que alberga un Poema para ser lanzado, de Antonio Gómez, el poema impreso en una piedra negra, que fue ideado en 1992 y ha sido ya lanzado muchas veces. Son 500 ejemplares numerados y firmados. ¿Contra qué se lanza este poema? “Contra lo que haga falta”, dice el poeta, “contra todo aquello que se lo merezca”.

Manuela Martínez Romero y Carmen G. Palacios, responsables del proyecto Lalata.
Manuela Martínez Romero y Carmen G. Palacios, responsables del proyecto Lalata.Moeh Atitar

La editorial Eloísa cartonera, que viene de Argentina, lleva más de 20 años publicando libros hechos con cartón industrial procedente de cajas normales y corrientes. “Son libros artesanales, fabricados con el cartón de las calles”, dice la editora María Gómez. “En la crisis de principios de siglo en Argentina mucha gente se quedó sin trabajo y salía a la calle a recoger lo que fuera: cartón, vidrio, papel, metal”, cuenta. De ese fenómeno de los cartoneros, unido al efervescente activismo poético y el arte contemporáneo, surgió esta editorial, cuya filosofía luego se ha difundido a diferentes países latinoamericanos. Cada portada ha sido dibujada a mano con pintura de colores y es única. Dentro se encuentran textos cedidos por autores de renombre como César Aira, Ricardo Piglia, Fabián Casas o Diana Bellessi, hasta más de 200 títulos. “Hacemos libros con los desechos de la sociedad de consumo”, dice Gómez.

Libros de la editorial Eloísa cartonera.
Libros de la editorial Eloísa cartonera. Moeh Atitar

Editoriales novatas

Además de editoriales raras, en la Feria también hay editoriales novatas, que participan en el evento por primera vez. Estar en la Feria no es poca cosa: aporta visibilidad y puede que, con un poco de suerte y buen tiempo, buenos ingresos. Existen ciertos requisitos en cuanto a número de títulos publicados, anualmente y en total, además de una cuota económica, que hacen que no todos puedan participar, que algunas editoriales tengan que compartir caseta y que algunos años haya habido disputas y polémicas por conseguir el preciado hueco.

Este año hay 213 casetas de editoriales en la Feria. 159 son de Madrid, y 109 de fuera. Y de todas ellas, siete participan por primera vez. Entre ellas está, por ejemplo, la catalana Godall Ediciones. “Además de nuestro fondo en catalán, tenemos 40 títulos en castellano, libros buenos, que queremos que la gente conozca”, explica la editora Matilde Martínez Sallés, que comparte caseta con la editorial Bartleby. También traen “tres o cuatro” títulos en catalán, por ejemplo, la poesía completa de Mercè Rodoreda o la de Joan Salvat-Papasseit. Este año, por fin han reunido la fortaleza económica para costear la caseta y la estancia en Madrid durante dos semanas. Traen un título muy reciente, tanto que esperan que salga de imprenta antes de que acabe la Feria: la antología gráfica Dibujar para resistir, donde diferentes autoras se expresan mediante la imagen contra el machismo, la homofobia y otras lacras. “Tenemos ganas de mostrar lo que hacemos”, dice Martínez Sallés, “y también de crear sinergias con otros editores, compartir ratos e información. Eso también es muy importante, recrear ese ambiente de los antiguos mercados”.

Algunos de los libros de la editorial Eloísa cartonera.
Algunos de los libros de la editorial Eloísa cartonera. Moeh Atitar

Otras de las que principian es Bunker Books, con sede en A Coruña y una pata en Córdoba y otra en Madrid, que cederá uno de sus tres metros de caseta a otra novata, Obscura Books, especializada en terror y fantasía. “Además de Bunker Books, el sello donde publicamos autores internacionales como Phillippe Claudel o Jente Posthuma, tenemos otros dos sellos, Distrito 93 y Malas Artes, que son como sellos trampolín”, explica el editor Borja F. Caamaño. Así que recibirán la friolera de 34 autores a firmar. “Montarlo ha sido una locura”, dice. El hecho de compartir un tercio de su caseta es buena cosa para probar suerte el primer año y ver cómo resulta la experiencia. De los 5.500 euros de gastos que calculaba (3.300 solo de caseta), se le queda en la mitad. “Además, es imprescindible tener compañeros por si tienes que ir al baño, buscar cambio o, simplemente, salir tomar el fresco”.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.
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