La escritora ganadora del principal premio literario japonés con una novela escrita con apoyo de ChatGPT: “La IA te ayuda a compensar tus debilidades”
Rie Kudan asegura que la inteligencia artificial solo generó “una página” de las 144 que componen el relato
Rie Kudan, la escritora japonesa de 33 años que el pasado 17 de enero ganó el premio Akutagawa, el máximo galardón de las letras niponas, con un libro escrito en un 5% con ChatGPT, anima a los escritores a utilizar la inteligencia artificial generativa en sus creaciones. “Si piensas con atención en cómo usarla y te enfrentas a tus propias debilidades, la IA te ayuda a compensarlas”, dice la autora de 33 años en la sede de su editorial Shinchosha, que anuncia la obra con el lema “un libro de profecías en la era de la inteligencia artificial generativa”. Sin embargo, sostiene que la ayuda de la IA fue muy pequeña: “Solo una página entre 144″.
La novela Tokyo To Dojo To (La torre de la compasión de Tokio, en traducción literal) fue descrita por el jurado como una “narrativa casi perfecta” y le valió a Kudan el premio literario creado en 1935 y que ha lanzado la carrera de autores como Kenzaburo Oe (Nobel de literatura 1994).
La que se ha convertido en la más célebre conversación con una máquina en la literatura japonesa, tiene lugar cuando la protagonista de la novela, una arquitecta a la que le han pedido diseñar un elegante rascacielos-prisión en el centro de Tokio, pide a un sistema de inteligencia artificial llamado AI-built, explicarle la razón de aplicar el término latín homo miserabilis a los delincuentes.
Descontenta con el tono condescendiente de la respuesta, pregunta al sistema si conoce su incapacidad para leer, a lo que la IA, diseñada para generar información basada en texto, responde que no y añade que analfabeto es un término peyorativo que puede ser discriminatorio. “Quería mostrar una reflexión sobre la esencia del lenguaje”, dice Kudan.
La declaración de que el libro contenía un 5% generado con IA, produjo “cierto nerviosismo” entre los editores, dice su autora y reitera su sorpresa con los titulares en la prensa mundial. En la web de ventas de Amazon un lector califica de “refrescante” la inclusión de diálogos con IA, mientras que otro se queja de que prima el estilo sobre la historia y la recomienda “para un examen de ingreso a una universidad japonesa”.
Kudan, que se declara una fan del cine de Pedro Almodóvar y seguidora de Yukio Mishima, sugiere que al igual que El Pabellón de Oro (1956), su obra se puede leer como un libro sobre arquitectura. Asegura que seguirá usando la inteligencia artificial generativa en sus creaciones pues “es una tecnología que puede expandir tu potencial”. Añade que la regulación japonesa respecto al uso de la AI es todavía “muy ambigua”.
La inteligencia artificial en Japón está muy difundida entre las empresas, según una encuesta reciente de la televisión pública NHK. De 100 grandes firmas japonesas, 86 confirmaron que la usan para crear o resumir documentos, o en combinación con sistemas propios en aplicaciones avanzadas.
Después de que el Parlamento Europeo consiguiera el apoyo mayoritario de sus miembros para la que será la primera ley integral del mundo para regular la inteligencia artificial, el gubernamental Partido Liberal Democrático de Japón (PLD), anunció que propondrá una nueva ley con objetivos similares este año.
Muchas empresas niponas se guían por una normativa de la Japan Deep Learning Association (JDLA), un grupo académico fundado en 2017 para promover el uso de las nuevas tecnologías generativas en la industria y hacer frente a la contracción demográfica.
Su normativa rige un prestigioso concurso literario de ciencia ficción que lleva el nombre del famoso autor Shinichi Hoshi (1926-1997), y que según su web acepta obras fabricadas con inteligencia artificial siempre que tengan la elaboración posterior de un ser humano.
Otro de los requisitos es presentar el prompt, o petición, cuyo contenido permite conocer los intereses y la intención original del usuario. Recomienda también no incluir en esa petición el nombre de ningún autor ajeno a la obra y asegurarse de que la plataforma utilizada no tiene restricciones para publicar el texto resultante en formatos físicos o digitales.
Babelia
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