Holanda revisa en un museo su pasado colonial y reconoce que progresó gracias a la esclavitud
Los descendientes de las comunidades africanas de las antiguas colonias de Surinam y el Caribe llevan 70 años pidiendo un lugar que rompa un silencio histórico y reconozca que su identidad es anterior al tráfico esclavista holandés
El Museo Nacional de la Esclavitud, un proyecto largamente esperado por los descendientes de las comunidades africanas de las antiguas colonias de Países Bajos en Surinam (Sudamérica) y las Antillas Neerlandesas (el Caribe), cobra forma. Con fondos aportados por el Gobierno y el Ayuntamiento de Ámsterdam, el nuevo centro se propone mostrar que la explotación esclavista entre los siglos XVII y XIX fue decisiva para el desarrollo económico y social del país. Concebido como un lugar permanente, su diseño ha sido presentado este febrero y subrayará también que la historia e identidad de los esclavizados empieza mucho antes de la llegada de los barcos negreros. Tras décadas de peticiones, la apertura está prevista para 2030.
“Hace 60 años que se lucha por este museo, y hay que abordar la esclavitud para poder seguir adelante juntos como nación”, dice, al teléfono, John Leerdam, exdiputado socialdemócrata y uno de los tres expertos que han preparado el proyecto. Durante esas siete décadas, se ha oído sin cesar en Países Bajos la voz de las comunidades africanas del Caribe y Surinam -muchos de cuyos miembros están afincados en suelo holandés- pidiendo una institución así. “Tenga en cuenta que las seis islas caribeñas donde sufrieron sus antepasados forman hoy parte del Reino de Países Bajos”, recuerda Leerdam. “Y el colonialismo sigue marcando en cierto modo la relación entre ambas partes”. Se refiere a Curaçao y San Martín, que tienen estatuto de países independientes, al igual que Aruba. Y a Bonaire, San Eustaquio y Saba, considerados municipios holandeses especiales.
Peggy Brandon, experta en educación y museología, forma parte del trío responsable del plan del museo, y asegura que los descendientes de esclavos “no tenían la sensación de pertenecer a un país que también es el suyo”. Llevan desde los años cincuenta pidiendo un reconocimiento de lo ocurrido, y empezaron organizando pequeñas exposiciones temporales. El Ayuntamiento de Ámsterdam dio luz verde en 2017 a una institución permanente, y en 2019 se sumó el Gobierno. En 2021, la alcaldesa, Femke Halsema, pidió perdón por el papel jugado por la capital en la esclavitud y la riqueza de la que se benefició. Después lo han hecho otras ciudades, como Utrecht, Róterdam, La Haya, o Haarlem, e instituciones como el Banco Nacional Holandés y el banco ABN Amro.
De origen surinamés, la bisabuela de Brandon era hija de una esclava liberada, y ella viajó al Caribe y a Surinam junto con John Leerdam para comprobar la actitud hacia el museo a escala local. “En Curaçao encontré en los archivos un documento de 1863 [fecha de la abolición por parte holandesa] donde se les decía a los esclavos que ya eran libres, pero se esperaba de ellos el mismo silencio y obediencia de su condición anterior”. Acabaron hablando en total con 5.000 personas y se rompió lo que califica de círculo de silencio que todavía envuelve a los descendientes. “Querían saber si formábamos parte del sentimiento de culpa del blanco. Es decir, si queríamos abrir un museo y ya está,”, apunta Leerdam.
Si bien el empuje de los descendientes indonesios, la otra colonia holandesa señalada, no ha sido tan fuerte, también se abordará ese pasado en el museo. Según Brandon, hay que ver “las conexiones entre ambos extremos del mundo”, y pone un ejemplo. Se trata del dinero pagado a los dueños de esclavos liberados en el Caribe y Surinam para que amortizaran la pérdida. “Esas sumas se extrajeron, a la fuerza, de la gente de Indonesia y el holandés medio no lo sabe”.
Para el historiador Pepijn Brandon, Catedrático de Historia Global en la Vrije Universiteit (Universidad Libre) de la capital holandesa, en la memoria colonial de Indonesia han jugado un papel otros temas. En especial, los crímenes de guerra perpetrados por los holandeses durante la guerra de independencia (1945-1949). “Además, a finales de siglo XIX y en el XX, se usó la abolición de la esclavitud como una excusa para colonizar zonas indonesias donde seguía habiendo esclavos”, dice. Y eso ha enturbiado la perspectiva anticolonial, “porque el discurso antiesclavista era el del colonizador de la última etapa”.
Cambio de percepción
Si bien los museos holandeses han hecho referencia a la esclavitud en sus colecciones, la exposición organizada en 2021 por el Rijksmuseum, de Ámsterdam, marcó el paso a las que siguieron. La percepción ha ido cambiando con el tiempo porque en el debate histórico sobre los siglos XVII y XVIII el tráfico de esclavos era un apartado marginal. En el XIX, la moral imperante rechazaba al que participaba en ello, pero “seguía sin considerarse importante para el desarrollo económico y social”, indica el historiador Brandon. Dice que “no encajaba en la percepción de sí misma de una nación de comerciantes y no de conquistadores; tolerante y liberal”. De ahí que el tráfico y el yugo posterior en las plantaciones coloniales se presentara como “una página negra, como si pudiese separarse de todas las demás”. Él fecha en 2013 el momento del cambio, con la conmemoración del 150 aniversario de la abolición en Surinam y el Caribe. El rey Guillermo de Orange expresó su “remordimiento y arrepentimiento” porque se mercadeó cerca del 5% del total del tráfico europeo desde África hacia América. Una década después, en 2023, el soberano pidió perdón como jefe del Estado. En 2022, había hecho otro tanto el primer ministro, Mark Rutte. “Pero desde 2013 el debate ya no pudo eludir más el hecho de que la esclavitud pagó el enriquecimiento de Países Bajos”.
Durante años tampoco se habló del lazo directo entre el patrimonio de muchas familias que tenían acciones en las dos firmas que dominaron el negocio colonial. Eran las Compañías de la Indias Orientales y Occidentales. La primera operaba en África del Sur y Asia, en la actual Indonesia, y los cálculos históricos le atribuyen el tráfico de entre 600.000 y más de un millón de personas. La otra negociaba en Surinam, Brasil y el Caribe y sometió a cerca de 600.000 seres humanos en plantaciones de café, tabaco, azúcar, algodón y cacao.
Cada país con pasado colonial lo afronta de distinta forma, ¿cómo ha sido en otros lugares? “Para Reino Unido, por ejemplo, la esclavitud marca un hito en la memoria colectiva porque se centran en el glorioso papel del Imperio británico en la abolición”, afirma Pepijn Brandon. Para recordar luego: “Cuando lo cierto es que en el siglo XVIII fueron los mayores traficantes de esclavos del mundo”. Las fechas holandesas marcan, por su parte, dos momentos clave. La abolición tuvo lugar en 1863 y, desde el punto de vista cronológico, en 2023 se cumplió el 160 aniversario en una ceremonia denominada Keti Koti (cadena rota). Sin embargo, entre 1863 y 1873 los esclavos liberados fueron obligados a trabajar por sueldos miserables para que sus antiguos amos no perdieran la inversión hecha al comprarlos. Por eso se considera que las cadenas se rompieron definitivamente hace 150 años, en 1873.
La propuesta del Museo Nacional de la Esclavitud incluye un edificio de 9.000 metros cuadrados en el distrito portuario de Ámsterdam. Presentará “múltiples perspectivas y será un lugar de intercambio de perspectivas y de conocimiento”, según Peggy Brandon. Los objetos exhibidos no solo estarán relacionados con los esclavos sino que habrá piezas de artistas contemporáneos hechas por miembros de la diáspora. “Que lo expuesto se vea como arte y no solo desde el punto de vista etnográfico”, advierte. “Hay mucho interés y nos ha inspirado el National Museum of African American History and Culture, de Washington”, asegura Leerdam. “Una parte de la población holandesa tiene una visión poco realista del pasado y cree que este tipo de información daña la imagen nacional”, apunta el historiador. Los tres coinciden, de todos modos, en que el compromiso oficial con el museo es firme.
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