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José Antonio Piqueras, historiador: “España debe reconocer su papel en el comercio de esclavos”

El catedrático español asegura que los beneficios de la esclavitud en Latinoamérica permitieron crear varias de las mayores empresas españolas y aboga porque el país asuma ese pasado de explotación

José Antonio Piqueras en el Colegio de México.
José Antonio Piqueras en el Colegio de México.Mónica González Islas
Carlos S. Maldonado

Sigue siendo un tema tabú en España y en las relaciones con los países de América, sus antiguas colonias. La corona española tuvo una fuerte participación en el comercio de esclavos enviados de África hacia los territorios americanos, pero ese papel aún no ha sido reconocido oficialmente por el país ibérico. José Antonio Piqueras (Enguera, 69 años), catedrático de Historia de la Universitat Jaume I, ha ahondado en ese pasado vergonzoso y ha publicado varios libros sobre la esclavitud y las implicaciones que tuvo a ambos lados del Atlántico. El más reciente de ellos es El antiesclavismo en España (Catarata), en el que analiza cómo la esclavitud prosperó en las colonias españolas, donde fueron trasladados desde territorios africanos entre 2,3 y 2,5 millones de personas, más de 800,000 de ellas a Cuba y Puerto Rico.

Los beneficios de esa explotación permitieron la formación de grandes capitales e inversiones en la Península, la creación de empresas hoy muy sólidas y hasta la construcción de barrios como el de Chamberí, en Madrid, impulsado por cubanos enriquecidos por las plantaciones de azúcar, donde la mano de obra era esclava. Piqueras, que realiza una estancia como profesor visitante en el Colegio de México, analiza en esta entrevista aquel pasado esclavista y las consecuencias que aún sigue teniendo en Latinoamérica.

Pregunta. Se conoce mucho de la esclavitud ejercida por Inglaterra, Francia o Portugal, pero poco de lo que hizo España. ¿Qué papel jugó la corona española en este comercio humano?

Respuesta. La corona española, en este caso de Castilla, es la primera en establecer junto con los portugueses una regulación que supone considerar la esclavitud un privilegio real, es decir, una fuente de ingresos para la Hacienda real. Es un monopolio que tiene la corona y que concede a aquellas personas que considera que lo merecen o que le van a hacer préstamos.

P. ¿Quiénes podían acceder a esas concesiones?

R. Inicialmente los aristócratas, los militares o los grandes mercaderes. Ellos tiene lo que se llaman licencias y se conceden durante todo el siglo XVI. Desde el primer momento se establece un derecho de ingreso de transporte y hay que pagar un derecho real para asegurar que no hay contrabando. Se marcan los esclavos a fuego, con hierro candente, y de esa forma hay constancia de que ha pasado legalmente por la aduana.

P. ¿Cómo funcionaban estas concesiones?

R. Hay casas de comercio que aportaban el capital por interés y desde el siglo XVI hay otras casas de comercio que se especializan en los seguros marítimos, que incluyen la carga humana, en asegurar las vidas de los esclavos. También hay una imagen que tenemos distorsionada: pensamos que en África lo que hubo fue una cacería de seres humanos, y eso pudo haber ocurrido en algún momento, pero cuando ya se establece el negocio, muy pronto en el siglo XV, los portugueses, y luego ya todos los demás, lo que consiguen es una transacción. Es decir, que se da un intercambio de seres humanos por mercancías que pueden ser tejidos, ron, armas de fuego y pólvora.

P. ¿Quiénes negociaban en África con los esclavos?

R. Hay reyes africanos, o jefes africanos, que pedían determinadas cosas a cambio de entregar esclavos.

P. Hace unos meses el diario británico The Guardian pidió disculpas por la relación que tuvieron sus dueños originales con la esclavitud. ¿Cómo fue la relación de los empresarios españoles con este tema?

R. Hay un negacionismo a la hora de establecer una implicación, pero de los 12,5 o 13 millones de esclavos que pudieron ser transportados de África a América, calculamos que en torno a 2,3 o 2,5 millones de personas fueron llevados a la América española, bien de forma directa o bien a depósitos de las colonias neerlandesa, británica o francesa del Caribe. Es una cifra muy alta y se estima que representa entre 19% y 20% de toda la esclavitud americana. Lo que vemos, entonces, es un negacionismo general de lo que es el fenómeno del imperio español en América y de los usos que hizo de las personas aquí, desde la población indígena hasta la población africana.

P. Era mano de obra barata para las plantaciones.

R. El boom de los cultivos de plantación es un fenómeno muy tardío en el Caribe español, que en el siglo XIX se va a limitar básicamente a Cuba y Puerto Rico. En esos países la esclavitud se disuelve hasta muy tarde y hay un fenómeno de complicidad muy alto, porque en una isla [Cuba] que no tenía un millón de habitantes, que entren 600.000 esclavos a lo largo de 40 años solo se puede hacer mediante un sistema de corrupción sistemática de las autoridades. Se establece un sistema que consume recursos humanos, los destruye y no los repone más que por nuevas importaciones, porque al ser la mayoría hombres los que trabajan en las plantaciones, no hay la posibilidad biológica de la reproducción.

P. ¿Quiénes controlaban estas grandes plantaciones?

R. Hay españoles de segunda y tercera generación, es decir criollos, y hay españoles que han llegado como comerciantes, que se han dedicado a la trata clandestina y luego invierten en grandes plantaciones de azúcar. Es un proceso muy tecnificado y se utiliza maquinaria europea movida a vapor y emplea a esclavos en el campo porque tienen que ir surtiendo de caña a todo esta elaboración fabril. Es un proceso que genera grandes beneficios.

P. Se libraban del costo de pagar mano de obra.

R. Sí, y los beneficios que se obtienen en todo esto se trasladan para comprar acciones industriales en Inglaterra, para invertir en bancos y, en un porcentaje, se envían a España. Y es un tema silenciado en España porque era clandestino, ilegal, pero en parte se usó para modernizar la industria española, las finanzas y los ferrocarriles. El primer ferrocarril español se paga íntegramente con el dinero de un antiguo esclavista que ha emigrado a Cuba, ha hecho fortuna, retorna y quiere que haya en su pueblo un ferrocarril.

P. ¿Hay grandes capitales de España cuya base es la esclavitud?

R. Sí. Eran comerciantes que se dedicaban a muchos negocios, entre ellos la trata de esclavos. Ahí está, por ejemplo, la familia Ibarra, que luego funda el Banco Bilbao y el Banco Vizcaya [antecesores del actual BBVA]. Tenemos correspondencia en la que dicen ‘hemos participado en este negocio y qué bien me ha salido, quiero repetir’, porque nunca habían ganado tanto con una sola operación, que es llevando esclavos de África a Cuba. Luego están los que fundan los Grandes Hornos de Vizcaya, periódicos como El Correo, que es el núcleo del Grupo Editorial Vocento. Hay también empresas cementeras, de maquinaria, de construcción.

P. Todo un auge industrial gracias a la esclavitud.

R. Lo encontramos en muchos sectores como la reforma urbanística de ciudades como Madrid o Barcelona, barrios enteros, como el de Chamberí, que fue construido por varios cubanos enriquecidos con la trata, que seguían manteniendo plantaciones en Cuba y su dinero lo invertían en España. Los antepasados del gran escritor Luis Goytisolo tenían grandes plantaciones en Cuba y su familia vivió de los réditos de estas plantaciones por varias generaciones. Tenemos a personas que se dedican a la moda, como Ágatha Ruiz de la Prada, una aristócrata, cuya familia hizo fortuna de la misma manera. Está la familia Güell, que es una de las más importantes de Barcelona y mecenas de Gaudí, quienes amparan el modernismo como estilo arquitectónico. Son nuevos ricos que quieren lo más moderno. Están los López De la Madrid, que son fundadores de la editorial Tusquets. Los encontramos en todas partes, en la política, en la abogacía, en un nombre muy significativo: Rodrigo Rato, que fue vicepresidente del Gobierno español pero sobre todo director gerente del Fondo Monetario Internacional. Su familia se dedicó 150 años al negocio del comercio de esclavos transatlántico, legal y luego ilegal.

P. ¿Debe España reconocer formalmente su participación en el comercio de esclavos?

R. Sería un buen ejercicio, porque los países necesitan reconciliarse con su pasado y también con las sociedades que son descendientes de esa situación. Es un acto que parte del reconocimiento y que luego plantea otra cuestión que suele asustar, que es la reparación, porque no hay justicia si no es una justicia reparadora.

P. ¿Puede haber reparación tanto tiempo después?

R. Sí, pero de forma distinta. A veces entendemos por reparación la indemnización económica, pero hay formas distintas de hacerlo. En EE UU y en Gran Bretaña, por ejemplo, hay universidades que han reconocido que pudieron salir adelante porque recibieron dinero de plantaciones y han generado fondos para ayudar con becas a afrodescendientes. Y también han destinado fondos a que se estudie este fenómeno, porque hay que señalar que ese pasado fue fuente de estereotipos que hoy ayudan a la discriminación.

P. ¿La esclavitud en el Caribe es la base de la desigualdad que vemos ahora en esos países?

R. En parte sí. Los estudios que se hacen hoy en día tienen muy en cuenta la desigualdad que tiene un origen étnico. Hace poco di una conferencia en la UNAM y dije que era la desigualdad más insidiosa, porque si bien es verdad que en general cualquier procedencia marca, hay una que cuesta mucho más borrar, incluso con el esfuerzo personal, porque vas a seguir racializado y, por lo tanto, no vas a tener las mismas oportunidades después.

P. ¿Debe pedir España perdón?

R. Ese es un elemento simbólico y que cuesta mucho. Creo que no sólo es pedir perdón, sino dar un paso más más efectivo, que es reconocer que una conquista o una colonización o una extracción de riquezas implicó sufrimientos con víctimas que no tenían alternativa. Además, había beneficiarios y sobre eso se constituyeron estados, imperios y hasta expresiones artísticas. El esplendor del siglo de oro español del museo de El Prado, por ejemplo, es pagado con el oro y la plata que llega de América.

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Sobre la firma

Carlos S. Maldonado
Redactor de la edición América del diario EL PAÍS. Durante once años se encargó de la cobertura de Nicaragua, desde Managua. Ahora, en la redacción de Ciudad de México, cubre la actualidad de Centroamérica y temas de educación y medio ambiente.
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